Las voces del coro Gaztelupe llenan la Catedral en Bariloche

La muestra de polifonía profana y religiosa fue inédita

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Más de 300 vecinos de Bariloche, de apellido vasco en su mayoría, aprovecharon la única presentación del Coro de Cámara Gaztelupe en la Catedral, para disfrutar de la inédita muestra de polifonía profana y religiosa que brindó el conjunto, como broche de oro de su gira por Argentina.

En Bariloche abundan los coros y los hay de muy buena calidad. Sin embargo, no existen coros masculinos y son excepcionales los temas que interpretan a tres o cuatro voces los hombres que integran los conjuntos locales. Por eso hubo un marcado interés por escuchar a los cantantes visitantes, procedentes de la ciudad de San Sebastián, capital de Guipúzcoa, que interpretaron de manera impecable 15 composiciones, preferentemente del folclore vasco, pero también tradicionales rusas y sacras o de contenido religioso.

La fina sensibilidad de su director, Juan José Beristain, se manifestó en el primer tema, “Preparate”, que es de salutación e inspiración religiosa. Ya en el comienzo se advirtió que buscarían llegar al equilibrio sonoro en una refinada amalgama de los timbres y los armónicos y a través de los pianos, más que el alarde deslumbrante de los forte y los fortísimo, que casi no los hubo.

Después fue el turno del “Otoya”, un canto religioso de Máximo Moreno donde alternaron las onomatopéyicas campanas del conjunto con la voz fresca, sin impurezas, de Paulino Caballero, el bajo solista más antiguo del Gaztelupe, mesurado en los efectos del vibrato y en la utilización de su potencia pulmonar. Precisos en los ataques, superaron también la prueba de los “she” y los “shi” de una canción popular rusa, que denunciaría la menor incoordinación, estuvieron impecables en el “Goizeko Izarra” (Estrella del Amanecer) y en el “Sagarraren”, de Busca Sagastizabal, donde interpretaron arreglos sin estudiada complejidad ni realce del contenido dramático.

Estuvieron afinados los instrumentos en la rusa “Vecherni Svon” (Campanas del Atardecer), aunque la delicada voz de Mikel Plazaola no alcanzó a cubrir el eco y los campanazos, y a llenar la nave de la Catedral.

Los once cantantes y el director descollaron en el contexto de la música sacra y en las interpretaciones folclóricas, sin exageraciones de ningún tipo y sin sacrificar los aspectos rítmicos y armónicos de los temas interpretados.

En la Catedral se respiró la bruma de las costas vascas, se intuyó el verde de sus prados y el humo de las chimeneas de los caseríos, presagio de mujer con pañuelo en la cabeza llevando hogazas de pan caliente, cocido en el hogar familiar.


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