Lavagna hace sufrir a la conducción de la UCR
Esta semana le puso límites una y otra vez al radicalismo respecto a la designación del candidato a vicepresidente
No hay sosiego para los padecimientos de la UCR.
Ayer, en el seno de la conducción nacional del partido, siguió calando muy hondo la decisión de Roberto Lavagna de ratificar cinco veces, desde el lunes, su decisión de reservarse para sí la designación del candidato a vicepresidente que lo acompañará en la fórmula en las elecciones de octubre.
Así, sumado el debilitamiento de su identidad y sistemático recorte de poder a lo largo y ancho del país a la diáspora de militancia, dirigencia y gobiernos provinciales que sobrelleva, la conducción nacional asume ahora que su potencial socio para las presidenciales está lejos aún de sentarlos a su diestra.
El domingo, cuando se conocieron los resguardos que adoptaba Lavagna en el tema, la reacción del oficialismo radical no estuvo signada por mayor inquietud. Se enjuagó la apreciación en el clásico «todavía falta mucho».
Sin embargo, cuando a partir de la media tarde del lunes tanto el ex ministro como miembros de su reducido staff de colaboradores salieron a reiterar la determinación a los cuatro vientos, creció preocupación en la dirigencia radical comprometida en la búsqueda de una alianza con el ex ministro de Economía.
Cayó además como un tempano sobre ese enclave dirigencial el hecho de que Lavagna advirtiera que en camino a designar a su vice no se dejará presionar. Este posicionamiento fue interpretado correctamente en las huestes del viejo partido nacido a balazos en la Revolución del Parque. Se lo leyó como un «paren la mano» directo a los radicales que aspiran a poner un hombre de sus propias filas como vice de Lavagna.
Con ese objetivo machaca sin solución de continuidad el presidente de la UCR, el jujeño y senador Gerardo Morales. Asumió hace algo más de dos meses el cargo. Político voluntarioso que procura ahora ser intendente de la capital de su provincia, Morales sueña con entregar su mandato se fijó no más de un año con un radicalismo que, aun eventualmente perdiendo con el kirchnerismo la presidencial, desempeñe un rol importante en la convergencia liderada por Lavagna.
Morales es de los convencidos en que, de plasmarse la alianza, a la UCR le corresponde la vicepresidencia debido al peso específico que, aunque deteriorado, tiene el partido.
Pero la política tiene sus meandros. En los hechos no han prosperado significativamente las negociaciones entre el lavagnismo y los radicales que comenzaron a concretarse en noviembre para limar asperezas y acordar. Hoy, están como en ese inicio: sólo buenas intenciones, fundamentalmente por parte del radicalismo.
Lavagna muestra una terminante disposición a manejar su campaña y sistema de decisiones con absoluta autonomía de criterios. Es más, reacciona con énfasis duro cuando se le pregunta si habrá «este o aquel acuerdo» con «esta o aquella fuerza política». Caso concreto, Mauricio Macri por ejemplo. «Es otro partido, tema de ellos», sentencia con desgano.
Se sabe además que la reacción de Lavagna en cuanto a reservarse la elección de su vice no está desvinculada de los deseos que el fin de semana expresara el radical Federico Storani de ocupar esa candidatura.
Ayer, en medios vinculados al lavagnismo se señaló que en ese núcleo existe «generalizado aprecio personal por Fredy». Pero a la hora de mirarlo desde la política, en ese ámbito se lo visualiza como una figura «muy gastada». En la máxima dirigencia radical era dable detectar, si no desazón, al menos el largo
suspiro que siempre denuncia la resignación. A modo de demostración del estado de ánimo imperante en ese nivel, vale la reflexión de un diputado nacional:
No se dónde estamos parados y quizá tenga dudas sobre si existimos o ya somos una ficción en la política argentina…
Todo un símbolo de lo impiadosa que suele ser, precisamente, la política.
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