Lavagna, no

Neuquén

La movida de CFK aceleró las definiciones. En efecto, la hábil maniobra de Cristina, anticipándose a todos mediante el factor “sorpresa”, de lo que trata Perón en su libro “Conducción política”, puso en marcha la etapa de toma de posición de los jugadores restantes.

En algunos casos con errores garrafales, como el cometido por Roberto Lavagna que creyó llegada la hora de diferenciarse de los demás pretendientes al “dignísimo trono” con una candidatura independiente. Ignoró que esa candidatura era producto de una partida en la que él jugaba de peón y no de rey.

Reaccionó ofuscado rompiendo con los peronistas anti-K que lo querían usar y tuvo que dar marcha atrás porque sin algún respaldo de ese aparato su candidatura es inviable. Y aun con ese respaldo, dicho sea de paso, también es inviable. Nunca logró desde el verano una intención de voto de dos dígitos.

Esto demuestra sin dejar dudas que los economistas están para la economía y no para la política.

Pueden asesorar a un presidente y cuantimás a aspirar a ser ministros de Economía, pero hasta ahí llegan sus posibilidades. Nunca un economista, aquí, ha sido presidente de la Nación.

En el resto de los países del mundo no recuerdo ni tengo presente que algún premio Nobel de Economía lo haya sido.

La política no es para los economistas, aunque se hable mucho de la economía política. Ni Lavagna, ni Redrado, ni Espert, ni López Murphy, ni Nielsen, por nombrar a algunos de los más conocidos, puede ser, ni llegarán a presidentes. Aquí, la presidencia está reservada para abogados y generales.

Ni siquiera Illia, con toda su bonhomía como médico, pudo tener éxito en la presidencia de tres años que duró en el cargo.

Joaquín Bertrán

DNI 5.433.822