Le iban a amputar el brazo, pero se lo salvaron
Fueron dos meses de internación y cirugías.
Laura Frank
CIPOLLETTI (AC).- El 13 de agosto Lucía sufrió un accidente de tránsito. Una fractura en la cadera y un brazo negro y astillado fueron las lesiones más visibles de lo que habría podido ser una tragedia. Nunca perdió el conocimiento y así, en ambulancia, llegó al hospital Castro Rendón de Neuquén desde donde la derivaron enseguida al Pedro Moguillansky de Cipolletti. Aquí recibió la noticia más dura pero también la respuesta más satisfactoria: lo más probable sería que le tuvieran que amputar el brazo aunque había una pequeña posibilidad de que esto no sucediera. El primer reconocimiento médico fue desalentador. Tenía expuestos los huesos, había perdido la piel, el tejido subcutáneo y gran parte de los músculos, no tenía pulso, estaba todo necrosado. Sorprendentemente, lo único vital era la mano. Y a este pequeño indicio se aferró el cirujano plástico Edgardo Nosti para evitar que Lucía, con sólo 20 años y dos hijos de 1 y 4 años, quedara con una discapacidad permanente que le iba, al menos, a complicar su vida cotidiana. “Cuando llegué me dijeron que iba a perder el brazo. Fue re feo”, recordó Lucía Figueroa. Tras una semana de haber sido dada de alta, el miércoles, volvió al consultorio de Nosti para realizarse las curaciones. Con un semblante cálido y una inquebrantable voluntad ante lo adverso, mostró orgullosa su brazo que aún refleja el trabajo artesanal del médico, si se permite el uso de esta palabra para un procedimiento quirúrgico sumamente complejo. “Gran parte del éxito fue el estado de ánimo de Lucía”, reconoció Nosti. La joven estuvo dos meses internada e ingresó al quirófano tres veces por semana. “Lunes, miércoles y viernes”, recordó. Primero le cubrieron los huesos, luego la parte externa de los músculos y finalmente le hicieron un autoinjerto de piel que sacaron de sus muslos. “Fue muy difícil”, atinó a decir Lucía al recordar los 60 días que estuvo lejos de sus hijos, internada en el hospital y sometida continuamente a intervenciones quirúrgicas. “Cuando el doctor me dijo que había una posibilidad de no perder el brazo yo me dije que no lo iba a perder, estaba segura”, insistió con una fortaleza que llamó la atención incluso de su mamá, que la cuidó durante todo el proceso. María Elena Ulloa, que también se encargó de sus pequeños nietos, aseguró que a pesar de todo lo que había pasado Lucía nunca la vio mal. “Hace unos días se desmayó y me asusté porque siempre estuvo lúcida”, recordó junto a su hija que sólo sonreía. Lo que resta ahora es la recuperación. Unos días más para que las heridas terminen de sanar y luego la terapia ocupacional para que pueda adquirir la movilidad que perdió. “Lo más grave ya pasó. Si todo sigue así en dos meses más podrá utilizar su brazo”, se entusiasmó Nosti que rescató el trabajo de todo el equipo del hospital cipoleño que también formó parte del éxito del tratamiento.
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