Lección de los mártires

En su obra «Reflexión sistemática sobre el martirio», dice Leonardo Boff: «El martirio es posible, en primer lugar, porque hay personas que prefieren sacrificar su vida a ser infieles a sus propias convicciones.

«En segundo lugar, el martirio es posible porque hay personas o instancias que rechazan el anuncio y la denuncia; persiguen, torturan y matan».

Mártir, entonces, es todo aquel que expone su cuerpo como testimonio del valor de su causa, basada en la paz y la justicia, en porfía con el poder instituido que las niega. Por lo tanto, un mártir no es un iluso ni un fanático ni un idólatra. Es un luchador social.

Desde luego que no es deseable que el sacrificio por una causa sea superior al valor de la propia vida. Quizás sería más razonable esperar que las circunstancias objetivas de la realidad corrigieran de manera natural lo que tienen de injustas. Pero esto no se da así y la historia es una construcción esforzada por valores superadores, donde los hombres y las sociedades son sus protagonistas activos y los que forjan el destino colectivo.

Lo de Carlos Fuentealba no fue un accidente ni una casualidad, fue el resultado de una secuencia causal que comienza en el rechazo y la persecución como política oficial para el desgaste de quienes demandan. Sigue en la negación de un diálogo sincero y constructivo y termina en la intolerancia y la orden de escarmiento. Como para que nadie más ose seguir el mismo camino y que el terror paralice toda voluntad de cambio por la justicia.

«El día cuatro de abril de este año, Carlos Fuentealba ya se retiraba junto a otros compañeros luego del intento fallido de cortar la ruta. Mientras transitaban por la Ruta 22, en un auto Fiat 147 hacia la ciudad de Neuquén, la policía interceptó su paso disparando de muy corta distancia, por la espalda y a la cabeza de Carlos, una granada de gases lacrimógenos. Ante la sorpresa y la indignación de los manifestantes, ante las cámaras de televisión y otros medios, el trabajador de la educación, debatiéndose entre la vida y la muerte, fue sacado del auto en medio de una densa nube de gases por sus compañeros. La policía continuó la represión e impidió el paso de la ambulancia, que minutos más tarde llegara para auxiliar al maestro gravemente herido».(1)

Dejó su vida luchando solidariamente con sus compañeros docentes por condiciones dignas de trabajo. Concurrió a esa encerrona que fue el corte de rutas de esa mañana en Arroyito a pesar de estar en desacuerdo con la medida, pero que, por haber sido democráticamente acordada, aceptó en su compromiso. Fue prácticamente fusilado de espaldas, cuando intentaba retirarse del escenario del conflicto. Era indudable que su actitud estaba imbuida de pacifismo, no obstante lo cual fue ajusticiado.

Se pretende, empero, desde la mirada oficial, que cualquier alusión a los hechos que terminaron trágicamente con su vida se deba a una baja especulación política. Pero si los hechos señalan con dedo acusador a los más altos niveles de la gestión y, además, vivimos en una república, hable quien hable no debe ser silenciado. Si bien es cierto que por respeto a la víctima y a sus familiares el dolor no debe manipularse, es evidente que lo que se pretende con esa temerosa salvedad es acallar a quienes con su voz luchan contra la impunidad y el olvido.

Aunque parezca que la continuidad de la vida social los tiene olvidados, son millares las personas que han sufrido violencia o muerte por sus ideales. A veces grandes sectores sociales o pueblos enteros sucumben antes que someterse. Pero es inútil, el espíritu de ellos late en el fondo de la historia humana y alguna vez renace, como el 4 de abril próximo pasado en Neuquén.

Concluimos, siguiendo a Boff, que Carlos Fuentealba es un mártir del reino de Dios, que es como decir del reino de la vida, «ya que lo que confiere dignidad a la existencia no es el centrarse en sí mismo sino el descentrarse y estructurar la existencia a favor de los otros. Así como ni la muerte de Jesucristo fue un designio de Dios sino la consecuencia histórica de un rechazo a su mensaje, todos los que mueran por la justicia y la construcción de la paz, independientemente de su ideología y de su creencia, son realmente mártires».

¿Cómo podría la sociedad neuquina demostrar que ha entendido la lección de Carlos Fuentealba? Esclareciendo el orden de las responsabilidades que acabaron con él y estableciendo justicia para que su sacrificio no haya sido en vano.

 

(1) Carlos Presente Justicia Ya.

 

OSVALDO PELLIN (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Médico, candidato a vicegobernador por la coalición

UNE-PS


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