Jóvenes: leer ayuda también a emanciparse
La ficción no se reduce a la producción de interpretaciones insólitas, aunque la obra literaria es abierta y acepta múltiples interpretaciones. Convengamos, además, que la relación literatura y escuela no ha sido fácil por motivos históricos que giraron siempre sobre qué enseñar y qué aprender con ella. Desconcierto que hizo que poco a poco perdiera autonomía y para muchos docentes fue un texto que les permitió colocarla al servicio de la gramática. También ha ocurrido lo que sostiene Díaz Rönner: la literatura ha aparecido sujeta a “intromisiones” de la psicología y de la psicología evolutiva. Así fueron muchos quienes a la hora de seleccionar textos literarios para su alumnado buscaron en ellos mandatos moralizantes, psicológicos y pedagógicos. Sin embargo, el proceso de autonomía se logra en los años ochenta en la escuela primaria cuando se fortalecen las distintas instituciones del campo literario: editoriales, editores, presencia sólida de escritores e ilustradores y una incipiente crítica. En paralelo, surgen tendencias didácticas “antiintervencionistas”, donde la enseñanza de la literatura se reduce a colocar al alumnado en contacto con los libros; es la ya famosa y arraigada “pedagogía del placer”. Se desconoce que esta propuesta didáctica proviene del ámbito de la educación no formal que se conocen como “promoción de” o “animación a” la lectura. Focalizarán en lo lúdico e ignorarán un saber imprescindible sobre la literatura. En los últimos años se desarrollaron experiencias como la hora del cuento, la lectura silenciosa sostenida y el taller de lectura puesto que el diagnóstico arroja como resultado la pérdida del hábito de la lectura. Quizás se desconoce que “hábito”, según la Real Academia Española, es el modo de proceder adquirido por repetición de actos iguales. Y la literatura y su lectura no exige sino actos diferentes por lo que narra, por lo que se dice detrás de esa historia y nos obliga a ser activos en ella. Descubrir sentidos y para hacerlo quizás tenga razón el escritor argentino Mempo Giardinelli cuando dice que hoy “se perdió el espíritu crítico, que se confunde con protesta y grito”. Pero, claro, las tres décadas de oscurantismo, intolerancia y autoritarismo dejaron sus huellas y se nos quedó en el camino que leer es contrariar, cederle el paso a la interacción y a la lectura intensiva; es decir, pocos textos de manera muy intensa y profunda para acercarnos a esos mundos posibles.
La ficción no se reduce a la producción de interpretaciones insólitas, aunque la obra literaria es abierta y acepta múltiples interpretaciones. Convengamos, además, que la relación literatura y escuela no ha sido fácil por motivos históricos que giraron siempre sobre qué enseñar y qué aprender con ella. Desconcierto que hizo que poco a poco perdiera autonomía y para muchos docentes fue un texto que les permitió colocarla al servicio de la gramática. También ha ocurrido lo que sostiene Díaz Rönner: la literatura ha aparecido sujeta a “intromisiones” de la psicología y de la psicología evolutiva. Así fueron muchos quienes a la hora de seleccionar textos literarios para su alumnado buscaron en ellos mandatos moralizantes, psicológicos y pedagógicos. Sin embargo, el proceso de autonomía se logra en los años ochenta en la escuela primaria cuando se fortalecen las distintas instituciones del campo literario: editoriales, editores, presencia sólida de escritores e ilustradores y una incipiente crítica. En paralelo, surgen tendencias didácticas “antiintervencionistas”, donde la enseñanza de la literatura se reduce a colocar al alumnado en contacto con los libros; es la ya famosa y arraigada “pedagogía del placer”. Se desconoce que esta propuesta didáctica proviene del ámbito de la educación no formal que se conocen como “promoción de” o “animación a” la lectura. Focalizarán en lo lúdico e ignorarán un saber imprescindible sobre la literatura. En los últimos años se desarrollaron experiencias como la hora del cuento, la lectura silenciosa sostenida y el taller de lectura puesto que el diagnóstico arroja como resultado la pérdida del hábito de la lectura. Quizás se desconoce que “hábito”, según la Real Academia Española, es el modo de proceder adquirido por repetición de actos iguales. Y la literatura y su lectura no exige sino actos diferentes por lo que narra, por lo que se dice detrás de esa historia y nos obliga a ser activos en ella. Descubrir sentidos y para hacerlo quizás tenga razón el escritor argentino Mempo Giardinelli cuando dice que hoy “se perdió el espíritu crítico, que se confunde con protesta y grito”. Pero, claro, las tres décadas de oscurantismo, intolerancia y autoritarismo dejaron sus huellas y se nos quedó en el camino que leer es contrariar, cederle el paso a la interacción y a la lectura intensiva; es decir, pocos textos de manera muy intensa y profunda para acercarnos a esos mundos posibles.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios