Leer entre líneas

En un partido acostumbrado a la verticalidad y a la disciplina interna, un tibio pronunciamiento está produciendo una tormenta.

Lo que extraña es que no se trata de un movimiento opositor. Sólo de una visión interna diferente -que devela que el radicalismo no es tan hegemónico como prefiere hacer creer- que se ha expresado por la vía pública de la prensa antes que por las vías recoletas de la reunión en el despacho o en el comité.

Parece haber violado las reglas no escritas de 'la hermandad'. Eso,más que su contenido, es lo que tiene alterada a la gente del Ejecutivo.

Aunque, es bueno decirlo, el contenido del documento crítico que lideraron el vicegobernador Mario De Rege, el legislador José Luis Rodríguez y el intendente de Bariloche, Alberto Icare, tiene sus costados filosos.

Es que instala la teoría de que el gobernador está «rodeado» por un micro-gabinete de adeptos que lo llevarían de las narices y prácticamente le obligarían a dar la espalda al resto del radicalismo, incluso a sus aliados internos.

Y éste es el punto. Los disconformes critican, pero se dicen «saizistas». Aunque pobre favor le hagan al mandatario haciéndolo ver como fácil víctima de un entorno, actitud poco feliz en un gobernante cabal.

Prolijo culto a la disciplina o sabia viveza de quien no quiere quedar a la intemperie del poder, nadie hoy objeta al gobernador Miguel Saiz. Sólo se disputan el privilegio de hablarle al oído, de gozar del favor de ser escuchado y –

por supuesto- de elegir quién será el futuro candidato a diputado nacional.

Leído entre líneas, el texto de la discordia refleja la interna irresuelta de tres de las principales ciudades de la provincia, teñida aún por el veranismo, aunque por un veranismo del que Verani, en público, se sacude.

-En el caso de Viedma, el ultraveranista De Rege busca reducir la influencia del presidente del bloque de legisladores de la Concertación, el blanco y ahora aliado «saizista» Bautista Mendioroz.

-En Roca, el veranista José Luis Rodríguez no termina de digerir haber sido desplazado de una candidatura a gobernador a la que se consideraba meritorio, y -mucho menos- lo que considera una «traición» de quien no es santo de su devoción, el siempre ubicuo Daniel Sartor, quien pasó de ser el primer veranista a convertirse en un operador en el seno del gobierno de Saiz.

-En Bariloche, no es nuevo que Icare prefiere mantener distancia del gobierno y de la cúpula radical, un poco por su tendencia vecinalista y otro poco como modo de mostrar el peso que le da la ciudad con más votos de la provincia en su búsqueda de una mayor influencia en las decisiones del mandatario provincial. En realidad, nada ha cambiado en su postura desde que, en setiembre pasado, cuestionó con dureza a los ministros Barbeito y Lázzeri como exponentes de la «vieja política» de la chapa y la bolsita. Les reprochó también el modo en que -a su juicio- andaban en secreto por Bariloche gestionando la designación de la vecinalista Graciela Di Biase al frente de Altec. Ya entonces Icare parecía a un paso de romper la Convergencia y de marchar con su tropa debajo de un paraguas que lo acercara al presidente Kirchner, de quien se reconoce amigo y adherente político.

Aunque en esto de la calidad de la gestión pública resulta fácil para todos criticar a la «vieja política» como si lo malo fuera cosa del pasado, aunque la «nueva» -vaya a saber por qué se elude hablar de hacer real una «buena»- no sea más que una utopía siempre futura e incumplida.

Ejemplo de que el paso del tiempo no implica mejoría es que, desde que De Rege asumió como presidente de la Legislatura, hace un año, la cantidad de personal creció un 20% -los 650 empleados de la era Mendioroz devinieron en 780- y crecieron también un 16% los gastos en publicidad, viáticos y ceremonial, entre otros.

Lo más llamativo, en todo caso, es que los críticos se dicen satisfechos de los resultados de su asonada, pese a que a simple vista no han tenido ningún éxito con ninguno de los dos líderes a los que dicen venerar.

En el caso del gobernador Saiz, no tomó nada bien el pronunciamiento, por más que éste invocara el deseo de servirlo más y mejor. Por temperamento, al mandatario no le gustan las tormentas, ni siquiera cuando el viento dice soplar a su favor, por lo cual parece poco probable que, más allá de algún gesto, los reclamantes logren ganarse su confianza hasta el punto de introducirse en el círculo de sus consejeros preferidos.

En el caso de Verani, quien sin duda es el referente de los firmantes del pronunciamiento, hubiera preferido otra estrategia, tal vez una que -entre otras cosas- le diera protagonismo y participación en la definición de estilos y tiempos. Por lo tanto, no extrañó que encabezara la airada respuesta del Comité Central de la UCR en contra del «levantamiento».

Lo único que demuestra el manifiesto es la debilidad de la gestión del gobernador Saiz, algo en el que no hay desacuerdos ni dentro ni fuera del radicalismo. Una gestión en la que escasean las reuniones de gabinete y la proyección de políticas de Estado que aprovechen el repunte fiscal y que escapen de la medianía de la inercia.

 

Alicia Miller

amiller@rionegro.com.ar


En un partido acostumbrado a la verticalidad y a la disciplina interna, un tibio pronunciamiento está produciendo una tormenta.

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