Lejos de ser confiables

<b>Boca y River mostraron las mismas falencias que el último semestre.</b>

Después de la histeria y algunas polémicas, de los dimes y diretes, la realidad es que tanto River como Boca dejaron otra vez en el aire la sensación de que necesitan mucho trabajo para ser equipos confiables. Es cierto, dada la inferioridad numérica hay que decir que el Xeneize se retiró del “José María Minella” algo más conforme, pero su nivel está lejos de aquellos conjuntos que tanto prestigio le dispensaron a Carlos Bianchi.

El superclásico fue entretenido más por la adrenalina que genera la historia que por lo que hicieron en el campo. Después de las flojísimas campañas de la última temporada (Boca terminó 7° y River 17° en el Inicial), los entrenadores más ganadores de la historia probaron con sistemas tácticos diferentes. El Virrey no se mueve de los cuatro hombres en el fondo (buena tarea del refuerzo Forlín, muy floja de Grana) y apela a la movilidad de Fernando Gago para distribuir y a la de Pablo Ledesma para que sea transforme en el todo terreno que no consiguió en los últimos tiempos. El sábado se repartieron la cancha y lo hicieron bien, sobre todo Ledesma, con dinámica y mucho timming en el quite. La “ausencia” sin aviso de Lanzini tuvo mucho de irregularidad propia, pero también bastante de virtud del ‘8’ xeneize.

Bianchi, sin su enganche predilecto, probó con 4-2-3-1 y en esa tercera línea, adelante de Gago-Ledesma, intentaron el desequilibrio el Burrito Martínez, el pibe Luciano Acosta (de buen nivel pero “sacrificado” tras la irresponsable expulsión del Cata Díaz) y Juan Sánchez Miño. Esos tres “arietes” tenían una triple función: tapar las salidas de River, generar peligro de tres cuartos en adelante, sobre todo por las bandas, y conectar con Emanuel Gigliotti, quien volvió a demostrar que es un delantero de cuidado. Consiguieron obstaculizar las salidas, ofrecieron sacrificio –el Burrito lo corrió mucho al bueno de Vangioni– e intentaron desequilibrar, pero les faltó profundidad. Ahora, ¿por qué prueba Bianchi con este sistema? ¿No tiene un reemplazante natural para Román? ¿Teme que el Torero vuelva a estar más afuera que adentro? Porque hay algo claro: el Virrey no es de los técnicos que prueban sin sentido.

Después de la última campaña y de la asunción de la nueva dirigencia, Ramón Díaz cambió sus forma. Atemperó su ego y edulcoró sus declaraciones. Eso sí, aún carece de verdadera autocrítica. “Me voy muy conforme con el rendimiento de los jugadores, con las ganas y la responsabilidad (…) En el poco tiempo que llevamos vimos un progreso enorme. Sé que debemos mejorar en el manejo de la pelota”, dijo después del ‘súper’. Ahora, no se entiende a ciencia cierta a qué se refiere. River sigue sin alumbrar. Jugó con su nuevo esquema (3-4-1-2) desde el vamos y no la llevó bien. No tuvieron suministros los atacantes y Fernando Cavenaghi (¿excedido de peso?) cometió sobre el final una falta impropia de un jugador convertido en capitán, símbolo para sus compañeros. Apenas un cabezazo y un buen movimiento que no llegaron a buen destino fueron los únicos créditos del Cavegol. Por ahora no hay sociedades con Teo Gutiérrez ni con Lanzini, un jugador que no termina de confirmar todo lo que promete.

En defensa el Millo tuvo algunos sofocones hasta que Boca se quedó con 10, pero su mayor falencia se produce en la generación de juego, como evidenció el torneo pasado (12 goles en 19 partidos). Sucede que el Lobo Ledesma y Leonardo Ponzio son volantes con características similares, que no rompen líneas (lo hacía Ponzio hace dos torneos atrás, llamativamente) y ofrecen un juego más horizontal que vertical. Carbonero no es ni por asomo aquel que rompía esquemas con la camiseta de Arsenal y sólo Vangioni ofrece las llaves para preocupar. Teo Gutiérrez intentó insertarse en el escaso juego del millonario, pero apenas conectó un par de veces con un Cavenaghi que justamente por sentirse huérfano en su hábitat (el área), muchas veces bajó para buscar el balón hasta posición de ‘5’. Ramón quizá puede encontrar alguna solución pasajera con jugadores como Kranevitter y Villalba, pero la realidad es que su River necesita entender y creer en una idea. Sólo así sus hinchas tendrán chances de volver a soñar.


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