Literatura infantil y comprensión lectora

Por Ana Verónica Chrestía

Especial para «Río Negro»

El lenguaje es la libre expresión de las ideas, un conjunto infinito de enunciados. No intentaré definirlo, pues es un fenómeno derivado y heterogéneo (epifenómeno). Ante estas afirmaciones la pregunta es: ¿cómo abordamos su estudio? ¿Para qué es necesario su estudio?

En primer término trataré de fundamentar para qué estudiar el lenguaje y qué relación hay con el título de este trabajo.

Siempre presentes en las salas de maestros o de profesores, están la queja, el enojo y el echar culpas afuera del sistema (si es posible): «No tienen vocabulario». «No saben leer». «Leen y no interpretan nada», etc.

¿Qué hacemos como docentes? Seguimos quejándonos o buscamos estrategias y profundizamos en el problema. El pensamiento se expresa a través de un lenguaje, desarrollamos el lenguaje junto con el pensamiento.

El hombre nace con una gramática universal o nuclear que es la que primero adquiere el niño y que permitirá el desarrollo de la gramática de su lengua (o particular), en nuestro caso, la gramática española. Para Noam Chomsky el sistema de reglas y principios gramaticales surge «a pesar» de la pobreza de estímulos que recibe el niño, compuestos por un limitado número de modelos y palabras. Ahora pensemos, ¿qué ocurre cuando más que pobreza de estímulos hay carencia de ellos? Aquí es donde aparecen nuestros alumnos rotulados con «no saben, no interpretan, no leen…»

Desde lo fáctico, en mi propia crianza puedo analizar el acercamiento a la literatura y a los libros y cómo este acercamiento me abrió otros caminos. Hay un mundo por descubrir, pero no todos tienen los planos para llegar.

Desde pequeña, a través de participación en bibliotecas populares y de la escucha constante a través de la lectura de mis padres, puedo corroborar las ventajas a nivel del pensamiento y de la comprensión lectora que mi desarrollo pudo tener. Mi alfabetización fue natural, con la participación de mi hermana mayor jugando a la maestra y usando el método universalmente consagrado «Laurita» (así se llama ella).

Ese modelo, de lectura desde la cuna, lo llevé a mis hijos casi como un mandato familiar. Les leímos desde pequeñitos, tocaron, miraron, interpretaron, se durmieron y amaron el libro al mismo nivel que los juguetes. Se alfabetizaron a temprana edad porque su curiosidad los llevó a descubrir los signos lingüísticos, a preguntar por los sonidos, a aprender las reglas propias del español y así tener las herramientas para abordar solos el misterio que en los libros se escondía.

A los seis años, aproximadamente, descubren la literatura ya apropiándose de ella. No es más el relato mágico del adulto. Los primeros textos no serán necesariamente literarios, generalmente sus objetivos son de carácter pedagógico o psicológico, ayudan a comprender el mundo en que viven, a conocer su cuerpo, a cuidarse de peligros, a aprender sobre sus derechos e incorporar reglas y normas sociales necesarias para favorecer su inserción en la sociedad o en la escuela. No nos espantemos, ya llegará a las manos de esos niños la literatura, esos texto con un valor estético y universal que serán nuestra meta final y cambiante, porque la literatura se transforma como lo hacen el hombre y la sociedad. ¿Nos imaginamos en los setenta que Mafalda iba a ser mucho más que una tira diaria reflejando la sociedad de ese momento?

El ser consumidor de literatura es un proceso que, según mi perspectiva, por mis estudios, por mi experiencia docente y por ser madre de niños lectores, un adulto debe guiar. Generalmente el adulto es el padre, la madre, un abuelo o abuela, etc.; pero también puede ser el o la docente preocupada y ocupada por estos niños tan poco estimulados y con tantas potencialidades que terminan atrofiándose con el tiempo.

A continuación describiré una estrategia pedagógica donde la responsabilidad del docente se va graduando (disminuyendo) para que vaya aumentando la del alumno.

Antes es necesario conceptuar qué es leer; mi concepción de lectura no se refiere a decodificación sino a comprensión. Un texto es como un tejido, una textura de hilos donde la verdad se deberá destejer a través del acto lector. Comprender el significado de un texto es volver a tejer sus hilos, o sea que leer es también poder reconstruir el texto. Por ello debemos afirmar que estamos frente a una tarea de producción.

La lectura comprensiva, vista desde esta perspectiva, está muy relacionada con el concepto de aprendizaje significativo. Este último es el que se realiza cuando la persona puede establecer lazos entre el nuevo material y sus conocimientos previos.

Pese al interés que los docentes manifiestan por la enseñanza de la lectura y a pesar del tiempo que le dedican, es mínimo el porcentaje de éxito escolar. Entonces, ¿qué se puede hacer? No proporcionaré recetas mágicas.

El primer paso es elegir el material de lectura; como lo afirmé anteriormente, no aparecerán sólo textos con valor literario, pero no desesperemos, estamos comenzando un largo y fructífero camino. Es una actividad gradual, porque el docente será el modelo de buen lector y quien procurará los primeros textos, y «gradualmente» se irá corriendo de ese protagonismo para dejar al niño ser el centro de atención.

A medida que avance el plan de lectura, el rol del docente será el de guiar a sus alumnos y ayudarlos ante la sensación de fracaso o para superar escollos demasiado grandes para algunos niños. La mirada atenta del maestro-profesor ante cada situación de lectura es fundamental.

La responsabilidad del alumno irá aumentando, hasta llegar a ser el actor principal. Al principio el docente lee y el alumno escucha y observa, va incorporando un modelo; hay niños que no tienen en sus hogares modelos de lectores (padres analfabetos o analfabetos funcionales, ausencia de libros o padres ausentes). En esta primera etapa el docente aparece como proveedor absoluto.

Voy a establecer un sencillo paralelismo entre el plan de lectura y aprender a andar en bicicleta.

• Primero, papá, mamá o un hermano mayor me ayudan y me dan todas las indicaciones para andar en bici con rueditas;

• un día me sacan las rueditas y me dan un leve empujón, pero no se alejan de mi lado (por si me caigo y me frustro tanto que no quiera volver a intentarlo).

• Mis primeros pasos serán aquí, cerquita de casa, por la vereda, hasta que un día saldré a la calle. Ya es más difícil, debo esquivar varias barreras.

• Ahora que ya soy un experto, me voy a la barda, y con una bici de cross. ¡Ya estoy listo! ¿Quién me puede parar?

Esta analogía, tan simple en apariencia, es la fundamentación que les doy a mis alumnos, no del área de lengua sino como una forma de ver el proceso de enseñanza-aprendizaje.

No puedo dar hipótesis científicamente comprobadas de mis afirmaciones anteriores. Seguramente habrá muchas opiniones contrarias a la propia, pero ser una madre y docente observadora de los procesos que hacen nuestros niños y del papel fundamental del estímulo temprano, me da cierto crédito. Cada uno vivirá con la lectura una única experiencia de vida, no seamos egoístas; si nuestra experiencia fue y sigue siendo rica y fructífera, si nos ayudó a sentir el placer de la lectura y llenó nuestra vida de mundos desconocidos… ¿por qué no compartirla?


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