Llegó la hora de la verdad en YPF

HUGO GRIMALDI (*)

Se tomó la decisión y el Estado ha pasado a controlar YPF. Las fuerzas mayoritarias surgidas de los mecanismos de la democracia le han dado el aval de su voto y atrás quedaron las especulaciones sobre los motivos, las sospechas y las eventuales desprolijidades. Ahora, cuando las palabras dejan lugar a la acción, habrá que gestionarla y para ello se necesitan dinero, ejecutores y, sobre todo, planes. La propia presidenta dijo, cuando con toda la pompa realizó el anuncio, que quería una conducción absolutamente profesionalizada y que ella iba a “convocar” para manejar la nueva YPF “a muchos argentinos que se fueron del país, que tal vez ocupan cargos importantes en otras empresas”. Cuando cese la intervención, o aun antes, se espera que un grupo de expertos se haga cargo de la compañía y que presente, primero a la Nación y a las diez provincias socias, lo que será el plan estratégico de la petrolera. Luego, y de cara a la sociedad, que también siente que volver a poseer aunque sea parcialmente la petrolera le agrega soberanía al orgullo nacional, esos técnicos –con el aval de los políticos– deberán explicitar un programa muy claro que contemple: a) la fijación de objetivos de recuperación de reservas y de participación en el mercado en gas y petróleo, b) los montos de inversión que son necesarios para este renacer productivo y para avanzar en los yacimientos no convencionales, c) las posibles asociaciones con el sector privado, d) un sendero de precios a reconocer, e) asegurar para la compañía una rentabilidad razonable, etcétera. De esta manera, la nueva conducción deberá empezar a remontar la cuesta de la patada que se le dio a Repsol, lidiando con nuevos jugadores que no se van a negar al riesgo de un país que no tiene reglas de juego y que hace un culto de ello. A lo sumo, esos inversores pedirán una mayor retribución para que el período de incertidumbre sobre el capital hundido se les achique. Todo este trabajo de gestión, especialmente a partir de la seriedad que le puede aportar no llenar la compañía de ñoquis partidarios, será toda una novedad si se lo puede encarar. Cómo gestionar y evitar que el Estado se apropie de las utilidades para que las use el Tesoro será un gran desafío para la nueva conducción. En este sentido, como no habrá controles, tener una YPF de capital mayoritario estatal que practique la transparencia será toda una novedad si se lo puede llevar a cabo, para que resulte un factor de peso en el mercado y para que no sea un lastre para los ciudadanos. Especialmente, en este punto, los antecedentes no obran muy a favor del gobierno, ya que las estatizaciones que encaró hasta ahora o bien son opacas de toda opacidad (Correo Argentino y AySA) o generan pérdidas manifiestas que no se pueden explicar del todo bajo la consigna deficitaria de los servicios públicos, como es el caso de Aerolíneas Argentinas. En aquel discurso, la propia Cristina Fernández hizo una autocrítica al respecto en relación al manejo del Estado y dijo que a veces “manejamos (sus bienes) con un criterio casi partidario o de política que terminó dando fundamento a los discursos de que el Estado era inútil y que solamente los privados podían administrar esos recursos”. En esta línea hay que destacar que, más allá de la puesta en marcha de la nueva YPF, el nudo de la ley declara “de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos, así como la exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización”, de lo cual YPF será el actor seguramente más importante. Más allá de los beneficios de poder ser quien fije los precios de toda la cadena hidrocarburífera, menudo lío se le presentará al gobierno nacional cada vez que haya que mover el precio del surtidor de la compañía emblema, por ejemplo. Ya se sabe las vueltas que tienen los políticos a la hora de asumir este tipo de costos frente a la sociedad. Todas las facturas le caerán entonces de modo directo a Cristina y no habrá de ahora en más una Repsol para echarle la culpa. (*) Director periodístico de DyN


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