“Los bonaerenses somos algo hijos de la pavota”

El candidato a gobernador de Buenos Aires sostiene que, de ganar las elecciones, pondrá a ese Estado al frente de una lucha que entiende imprescindible dar: una profunda reforma tributaria.

Redacción

Por Redacción

entrevista: De Narváez, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires

–Busca el gobierno de una provincia que mirada desde sus números, cantidades, poder, gravitación sobre el conjunto nacional, es un país; 90.000 millones de pesos de presupuesto, 38% del electorado, el conurbano, que con menos del 1% del territorio nacional tiene casi 10 millones de seres… ¿cómo la define el poder de la provincia en relación con el resto del país?

–Buenos Aires es el fiel de la balanza del federalismo nacional, fiel en la precaria vigencia que tiene el sistema en el orden nacional. Es un espacio donde se define mucho del equilibrio o no del sistema político argentino. Por la desmesura demográfica que la define, por su gravitación desde lo puntual –o sea por actividades– a lo general del PBI argentino. Y por todas esas y otras magnitudes es la que más sufre muchas de las distorsiones que definen al país.

–Cuando usted desmenuza este tipo de reflexiones siempre emerge las distorsiones del sistema tributario argentino y, valga la redundancia, habla de las distorsiones en la distribución que se dan en la provincia. ¿Qué puede hacer un gobierno provincial, por más poder que lo defina, para mejorar políticas que en todo caso responden a realidades nacionales?

–Se puede hacer mucho y lo vamos a hacer. Es fundamental, por caso, dotar al gobierno bonaerense de una burocracia profesional, no una burocracia integrada por afines al signo del gobierno, amigos, punteros, ñoquis y etcétera, etcétera. Para modernizar la gestión en Buenos Aires es imprescindible, aun sabiendo que llevará tiempo lograrlo, una burocracia ágil.

–Razonada en términos de Max Weber: crecientemente necesaria por eficiente…

–Así, un sistema que cumpla su objetivo: la formación de decisiones argumentadas, estudiadas; una mecánica con responsables bien identificados, un estamento que se nutra de gente con saberes pero que a su vez forme a sus agentes. No es posible que nuestras burocracias estén formadas porque alguien con poder hizo el favor de darle un “puestito” a ésta o aquella persona. No se olvide de que yo llego a la política desde la actividad privada…

–¿Y entonces?

–No estoy comparando lo que es manejar el gobierno bonaerense con una empresa, pero la empresa es y la nuestra fue muy grande, extendida por el país, toda una experiencia. Sé de toma de decisiones, costos, de manejar cadenas de responsabilidades, eficiencias, de cuánto entra, cuánto sale…

–Demos por sentada la posibilidad de lograr un núcleo duro de burocracia eficiente –Sabattini lo logró en pocos meses en una Córdoba que ya es historia, Kubitschek en Brasil lo mismo–… ¿dónde operar desde la provincia para mejorar la distribución de la riqueza?

–Buenos Aires, como el resto de la política del país, debe de una vez por todas enfilar hacia una profunda reforma tributaria. Lo que tenemos como tal no tiene progresividad, es contrario a una correcta distribución de la riqueza. En términos proporcionales paga muchos más impuestos una familia humilde que una pudiente; se castiga con impuestos indirectos a aquel que hace en vez de a aquel que especula…

–¿Si llega al gobierno de Buenos Aires alentará esa reforma?

–Esa reforma se consigue entre todos pero a partir de Buenos Aires, porque son los bonaerenses los que más sufren esas distorsiones. No se trata de que nosotros dirijamos la reforma sino de que somos esenciales para esa tarea. Yo tengo gente trabajando en el tema desde hace mucho tiempo y no bien asuma clavaré la cuestión en el orden nacional. Pero, además, hay otra cuestión a tener en cuenta: cuando se habla de distribución de la riqueza también hablamos de servicios, redes cloacales, energía, escuelas, caminos, transporte, garantías en general que debe dar el Estado, y para eso también se requiere reformar el sistema tributario. Está signado por arbitrariedades, distorsiones…

¿Incluye el impuesto al cheque en ese rango?

–Por supuesto. Es el caso de la vigencia en el tiempo de lo que fue un camino de emergencia adoptado en determinada circunstancia crítica. El clásico argentino de “por única vez” en que “la vez” termina siendo “para siempre”.

–¿Si gana apuntará a su derogación?

–Es un compromiso de hierro que tengo asumido y fundado en razones sólidas. Es un impuesto que invita a la informalidad de la economía, entre otras distorsiones que genera. Mire por donde se lo mire, el sistema tributario argentino alienta la discriminación… ¿cómo es posible que una familia que compra un paquete de fideos tenga que pagar un impuesto casi confiscatorio como es el 21% del IVA?

–¿Usted está de acuerdo con un IVA determinado por categorías?

–No. Y no porque en ese manejo se lo termina quedando el intermediario. Pero entre lo existente y esto último hay una serie de alternativas destinadas a tornar razonable nuestro sistema tributario.

–Desde la reforma de la Constitución nacional en el 94 está pendiente sancionar una nueva ley de coparticipación. Por una razón u otra, ya sea las provincias o el Estado nacional, se mira para otro lado. ¿Cuál es su posición al respecto?

–Estoy de acuerdo en cumplir. Pero advierto sobre una cuestión: es muy difícil que las provincias más necesitadas renuncien a lo que reciben en términos que comparto, o sea, la coparticipación solidaria. Entonces, creo que para zanjar dificultades habría que trabajar sobre un proyecto del 2006 que haciendo a este tema Néstor Kirchner se negó a aprobar. Partiendo de una realidad, o sea que no se puede cambiar de la noche a la mañana el esquema de coparticipación vigente, se mantenía la actual distribución pero se sumaba que el crecimiento de la economía y su repercusión en el plano de lo impositivo federal se distribuían en un tiempo. Es decir, por caso Buenos Aires, en un lapso de seis o siete años volvería a recibir lo que resignó, con lo cual Buenos Aires, que es la provincia que más aporta al crecimiento del país, sería blanco de mayor justicia que la que recibe hoy en materia de coparticipación.

–Se infiere que si llega al gobierno de Buenos Aires reclamará una actualización del Fondo de Reparación Histórica del Conurbano, nacido al calor de la reforma del 94. ¿Es así?

–¡Qué le parece! Lo que se paga es una injusticia.

–¿Cuánto cree que sería lo justo?

–En 1996 se congeló el fondo en 650 millones de pesos y esto es lo que se sigue pagando hoy, algo así como que todos los bonaerenses siguiéramos recibiendo el mismo sueldo que nos pagaban en el 96. Permítame una vulgaridad, pero los bonaerenses ¡somos los hijos de la pavota!

–No se enoje; en política el enojo es como la aspiración de verdad única: hablan de un desequilibrio.

–No me enojo, reflexiono. Pero si se trata de actualizar ese fondo, bueno, hoy sería de 9.800 millones de pesos, lo cual nos permitiría rescatar a la provincia del déficit que sobrelleva y recuperar niveles de inversión pública a tono con su desarrollo, actuar sobre su progreso.

–Se habla de progreso como algo posible pero no se sabe si es probable. ¿Cuál es su idea sobre la significación del progreso?

–La que me lleva a la política: la de creer inmensamente en la voluntad y capacidad transformadora de la política con su sentido: la gente. Posiblemente, llevando la categoría progreso a una reflexión comparativa fundada en el pasado se pueda concluir que el progreso cuesta más, los desafíos son otros e incluso emergen dificultades que antes no se computaban porque no gravitaban. Pero bueno, así es la vida y sus retos, ante los que no cabe resignación.

carlos torrengo

carlostorrengo@hotmail.com


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