Los camioneros tienen su propio decorador de interiores

En su pequeño taller a orillas de la ruta 22, el tapicero Martín Bettinelli recibe los exigentes pedidos de los choferes que, en su mayoría, llevan insumos a Vaca Muerta. Una historia familiar que empezó en plena crisis del 2001.

Martín Bettinelli en plena tarea. Es minucioso en los detalles porque sabe que sus clientes quieren tener la cabina hecha un “chiche”. Fotos: César Izza

Un hombre, vestido solo con un pantalón corto y varios tatuajes en su cuerpo, se presenta en la puerta de la tapicería renegando por el intenso calor. Con una voz gastada pide hablar con el tapicero de camiones.

“Vengo por un nacarado para el volante”, dice y Martín le hace acercar el gigantesco camión para realizar una tarea que debe hacerse en pocos minutos por ser este un material que debe calentarse para que tome forma.

Dentro de la cabina, todo está prolijamente tapizado y alfombrado.

“Esta es mi casa y tiene que estar lindo y limpio”, dice Julio, un camionero que suele viajar desde Entre Ríos hasta Neuquén, con arena para las empresas petroleras. “Cada viaje son unas 36 horas. Arriba del camión almuerzo, descanso y trabajo. Trato de tener un buen colchón, un asiento cómodo y todos los chiches que se puedan porque vivo acá arriba”, dice Julio, conceptos compartidos por Agustín, otro camionero que llega en busca de un tapizado especial.

Cama y paredes, lujosamente tapizados para el descanso.

Todos los pedidos son tomados por Martín Bettinelli (38) quien se ha especializado en este tipo de trabajos, de los cuales no hay muchos en el país. El conoce al dedillo el oficio porque sus padres ya lo hacían en Cerri, un pequeño pueblo ubicado a 15 kilómetros de Bahía Blanca.

Miguel y Sandra, padres de Martín se habían asociado a un amigo en un proyecto de tapicería en el pueblo, pero a los pocos meses se fue y quedaron las máquinas. Lo poco que aprendieron con el exsocio, más los conocimientos de corte y confección de Sandra, dieron origen al nuevo emprendimiento familiar. La tarea del pequeño Martín fue la de desarmar sillones con sólo 10 años de edad, además de ayudar a su padre con los tapizados de butacas para los camioneros que son multitud en Cerri.

Paralelamente siguió con sus estudios, recibiéndose de técnico electrónico. El final de sus estudios llegó justo a principios de una de las mayores crisis del país, en el 2001.

Trabajar de lo que había aprendido se volvió imposible y tuvo que volver a la tapicería. A los 22 años se fue a Pedro Luro, donde puso su propia tapicería. “Allí me fue muy bien con la tapicería en general, gracias a la ayuda que recibí de José Marino, quien me facilitó muchas cosas”, destaca Martín.

Logos de leones en cuero, uno de los trabajos más delicados.

Envalentonado por el éxito de su oficio, vuelve a Cerri y alquila un local al lado del “Parador el Cholo”, lugar obligado de todos los camioneros que viajan hacia Bahía Blanca. Bettinelli decide allí que solo se dedicará a trabajar con esos extraños personajes que fuera del camión son unos duros, soportando temperaturas extremas, resolviendo problemas mecánicos en medio de la nada, pero que dentro de la cabina son delicados con cada parte de “su casa”.

“El camionero busca la excelencia en su cabina, como la mujer en su casa. Te pide alfombras, fundas para los asientos, acolchados de cama, cortinas con flecos, placares, literas, nacarados para el volante, etc. Es muy delicado en esa decoración”, dice Martín, mientras corta y cose con gran rapidez.

Atender la exigencia y particularidad de cada camionero le hizo perder sus propios descansos. “Trabajaba de lunes a lunes, 13 horas por día. A pesar de eso me estaba fundiendo. Cada vez me hacían pagar más impuestos, los materiales eran cada vez más caros, los camioneros empezaron a reducir los pedidos, tenía dos personas en blanco, a los que ya no podía mantener. Fue tan agobiante que tuve que cerrar y tratar de empezar de nuevo”, cuenta.

Los flecos en el interior del camión, un detalle muy demandado.

El y su esposa, Alicia, una fotógrafa de profesión, junto con sus dos hijos, Gabriel y Abril, deciden cambiar de aires y prueban suerte en el valle, asentándose en General Roca.

En el 2018 se instala en la curva de Stefenelli con su taller “Los artesanos”, sobre ruta 22. Muchos de los camioneros clientes de Cerri, lo vieron en su paso hacia Vaca Muerta y volvieron a realizar pedidos. A pesar de la nueva crisis económica de los últimos años, el diseñador de interiores de camiones, vuelve al ruedo y logra hacerse conocido en el ambiente de los choferes valletanos.

Te imaginás que hago viajes desde Entre Ríos a Vaca Muerta en Neuquén. Vivo arriba del camión, y tiene que estar lindo y limpio”.

Julio, camionero que transporta arena para los pozos petroleros.

Con tijeras, reglas, tizas y dos máquinas de coser, Martín dice “confiar su camino a Dios”, que lo trajo al valle para seguir con el oficio que comenzaron sus padres hace más de 25 años.

Las vueltas que tiene la vida hicieron que hoy su padre, Miguel, sea camionero en Añelo y él, su tapicero.

“Gracias a Dios tengo trabajo a pesar de la crisis que estamos viviendo. De todas maneras vamos a ampliar el rubro, volviendo a la fabricación de muebles de living y tapizados, sin desatender a los camioneros, por supuesto”, dice el hombre que destaca lo aprendido en el colegio técnico que le permite aportar a la tapicería, la carpintería y la herrería.

Finalmente informa que en pocos días se trasladará a otro lugar, en una chacra cercana, sobre la ruta Chica, en el límite entre Cervantes y Roca, convencido de que sus clientes lo seguirán.

Los camioneros que pasan frente a su taller se hacen notar con un bocinazo y un mensaje de Whatsapp, medio por el cual realizan sus pedidos, prometiendo pasar a la vuelta en busca de su propio decorado.

El dato

100
clientes aproximadamente son los que tiene el tapicero Bettinelli en Roca.

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