Los campeones mundiales de la democracia

ANDRÉS OPPENHEIMER (*)

Tras el anuncio de que el presidente venezolano Hugo Chávez ha creado dos nuevos ministerios –el Ministerio de Transporte Terrestre y el Ministerio de Transporte Aéreo y Acuático– hay que preguntarse si no es hora de proponer una nueva teoría económica: que el desarrollo de los países sea inversamente proporcional a su número de ministerios. No estoy bromeando. La semana pasada, Chávez anunció que el anterior Ministerio de Transporte se dividirá en dos nuevos ministerios en su gabinete que –como muchos otros en Venezuela– estarán encabezados por militares. Con los dos nuevos ministerios, el gabinete venezolano tendrá ahora 31 ministros. Muchos venezolanos se lo tomaron a risa. “Pronto veremos chocar barcos contra aviones”, bromeó uno de los lectores que comentaron sobre la noticia de la última adición al gabinete venezolano en el diario “El Universal”, de Caracas, aludiendo a los problemas que trae consigo la gigantesca burocracia del gobierno venezolano. Desde que asumió la presidencia, Chávez ha creado docenas de nuevos ministerios, algunos de ellos con nombres tan largos que resulta difícil imaginar cómo entran en las tarjetas de presentación de los ministros, o en los membretes de sus cartas. Uno, creado a fines del año pasado, lleva el nombre de “Ministerio de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas de la República Bolivariana de Venezuela”. Hay tantos ministerios, y Chávez los cambia tan a menudo, que en realidad nadie conoce su número exacto. En el momento en que escribo estas líneas, a principios de noviembre, el sitio web oficial del gobierno venezolano consigna 27 ministros, pero no ha sido actualizado para incluir otros cuatro anunciados por Chávez y publicados en la gaceta oficial, incluyendo las dos nuevas carteras de Transporte. Comparativamente, con algunas excepciones, la mayoría de los países con los estándares de vida más altos del mundo tiene menos de una docena de ministerios. Suiza cuenta con siete ministros, Finlandia doce y Estados Unidos quince, menos de la mitad que Venezuela. Lo que es peor, Chávez ha cambiado a los ministros de su gabinete 176 veces desde que asumió su cargo en 1999, según informes de prensa venezolanos. En los últimos once años, Chávez hizo doce designaciones de ministros de Producción y Comercio, un promedio de un ministro por año y nueve designaciones de titulares de Economía. Con tantos ministerios y sus respectivas burocracias, no es sorprendente que el informe “Haciendo Negocios 2012”, publicado por el Banco Mundial la semana pasada, situara a Venezuela entre los campeones mundiales de la burocracia. Según el informe, para registrar una nueva empresa –ya sea una pequeña tienda de reparaciones o una gran corporación– hace falta un día de trámites en Nueva Zelanda, dos en Australia, seis en Estados Unidos, nueve en México, 14 en Colombia, 22 en Chile, 26 en la Argentina, 27 en el Perú, 50 en Bolivia, 120 en Brasil y 141 en Venezuela. El motivo es que en Venezuela hacen falta 17 procedimientos legales para registrar una empresa, a diferencia de un procedimiento en Nueva Zelanda, seis en México y Perú, y un promedio de diez en casi todos los demás países latinoamericanos. A nivel mundial, Venezuela sólo es superada por Congo, Guinea, Eritrea y un par de otros Estados africanos en cuanto a los obstáculos para hacer negocios, dice el estudio. Los partidarios de Chávez y sus aliados de Bolivia y Ecuador califican estos estudios de triviales y agregan que han reducido sus índices de pobreza. Los críticos replican que países bien administrados, como Chile o Perú, han logrado reducir la pobreza tanto o más, mientras que han sentado las bases para un crecimiento a largo plazo. Mi opinión: Lo triste de Venezuela y otros gobiernos populistas es que han desaprovechado el boom económico más grande de la historia reciente de sus exportaciones de materias primas, malgastándolo en subsidios pasajeros que no crean bases para el crecimiento económico en el futuro. Producen pan para hoy, hambre para mañana. Las enormes burocracias de estos países sólo generan más oportunidades de corrupción para los inspectores gubernamentales y sus supervisores, y más costos para el ciudadano medio. En las democracias modernas, cuando los gobiernos tienen un problema, muchas veces crean una comisión para tratar de resolverlo. En los regímenes populistas, en cambio, un nuevo ministerio. Ambas soluciones por lo general no hacen más que patear el problema para adelante. Pero la segunda –aumentar la burocracia– es mucho más costosa y conduce a mucha mayor corrupción. (*) Analista internacional


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