Los casinos son lo que los cabaret en los 80

Por años el hombre petrolero ha sido catalogado como un trabajador tosco que, desafiando al clima, realiza tareas peligrosas. También ha dado que hablar siempre los pasatiempos en su descanso.Hoy, la imagen clásica del petrolero buscando diversión en un cabaret ha ido cambiando por la del operario en casinos y salas de juegos sin ventanas, donde el hombre que trabaja todo el día pierde la noción del tiempo, en horas que difícilmente puedan ser consideradas como de sano esparcimiento.

Traspasadas las primeras reservas, los testimonios son elocuentes del sufrimiento que genera esa adicción. No es difícil hallar a petroleros que perdieron todo el sueldo en una sala de juegos debiendo volver a su casa con las manos vacías y pocas respuestas para su familia. También muchas de las esposas e hijos de los operarios dilapidan la mensualidad en los casinos de la ciudad.Julio enfatiza cuando habla de lo que siente por ser un ludópata y, a pesar de su apariencia externa de robustez, asegura que tiene noches de llanto junto a su esposa por no poder controlar sus impulsos de apostar lo que tenga en el bolsillo o lo que el cajero automático le dé.

“Mirá, yo juego y juego mucho, vamos juntos con mi esposa y así como perdemos mucho también agarramos de vez en cuando un pocito para recuperar… pero es cierto que desde que empezamos a jugar ya no avanzamos en nada, porque antes por lo menos comprábamos cosas para los pibes y ahora nunca alcanza”, dijo.Julio cobra entre 8.400 y 8.600 pesos mensuales trabajando duro en el campo, tiene tres hijos y no paga alquiler, pero el dinero no le alcanza para vivir.

Andrés, un petrolero de mayor jerarquía, suma a la acción al juego un consumo abusivo de alcohol. Enseguida aclara que “yo tomo cerveza, pero nada raro ¿eh?”, en clara alusión al desmedido consumo de drogas que se sabe crece a diario en Rincón.Andrés sabe bien lo que le pasa, aunque no pueda resolverlo: “Cuando juego y estoy en mis cabales, me mido y sólo dejo por noche entre trescientos y quinientos pesos, pero cuando voy al casino con unas latas de más, hasta pido prestado a los conocidos para seguir jugando”.Increíblemente, está pagando un crédito bancario que había sacado para comprar una camioneta, uno de sus sueños, pero el 70 por ciento de ese dinero lo perdió en los casinos.

Todos los operarios entrevistados dieron su versión de cómo se iniciaron en este círculo del juego y aseguran que, si bien pocos van a reconocerlo, “las drogas también son parte del vicio diario de muchos compañeros”. En Rincón de los Sauces, no existe un centro de ayuda al drogadicto o al ludópata. En el hospital local alguna vez funcionó con éxito un centro de asistencia para las personas con problemas de alcoholismo, pero cerró.

Cuando se le pregunta a Julio por qué de su adicción responde con una frase que, casi literalmente, se repite en cada entrevista: “Y qué querés que hagamos acá, si no tenés nada para hacer… en Rincón el que no toma, sale a jugar y si sos sano tenés una panza tremenda porque te dedicás a comer”.No son muchos los petroleros que han mostrado una conducta diferente, sabiendo invertir en negocios productivos lo que ganan y apostando por la educación terciaria o universitaria de sus hijos.

Un testimonio crudo brindó Fabiana, de 43 años, esposa de un petrolero y madre de cinco hijos, dos de ellos pequeños.Fabiana juega y se droga con cocaína, cuando este diario la contactó garantizándole reserva de su identidad, ella dijo: “Así sí, porque no quiero que los chicos se enteren…”. Se considera una ludópata, ya que va a los casinos con su esposo y uno de los hijos mayores. Según ella están sumidos en deudas porque gastan mucho más de lo que ingresa, a pesar de contar con dos sueldos petroleros en la casa.

En Córdoba, donde nació, Fabiana cursó dos años el magisterio y su léxico es rico y considerado, pero reconoce que cuando consume cocaína todo cambia y a veces “salimos de casa con dinero y al otro día cuando nos levantamos no tenemos nada y ni siquiera sabemos dónde lo jugamos”.

Profesionales médicos de Rincón aseguran que reciben a diario en las guardias a personas alcoholizadas o bajo los efectos de algún estupefaciente, pero aseguran que “el 80 por ciento de las personas que ingresan bajo esos efectos no son petroleros maduros, son chicos jóvenes y hasta menores de edad y esto aumenta considerablemente los fines de semana”, aseguraron.


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