Los chicos, atrapados por Harry Potter

Ni es cierto que antes se leía más, ni que todos los libros de autoayuda merecen descalificarse. Fenómenos como el de Harry Potter contagian a los más pequeños de la familia que se han vuelto devotos del personaje creado por Joanne Rowling y también son fanáticos de los cuentos de terror. Los comportamientos de los lectores ante la variada oferta editorial, pasiones y fobias de los chicos por los libros, son analizados aquí por libreros de Neuquén.

NEUQUEN (AN).- Cuando van a las librerías con la maestra en visitas programadas, se abalanzan sobre los estantes de los cuentos de terror. Y cuando tienen que pedir un libro cuyo título no recuerdan, lo piden describiendo colores y dibujitos de la tapa. Los chicos leen, pese a las quejas de padres y docentes, en la medida que los adultos siguen leyendo.

Pero también «sufren» cuando se los obliga a leer en la escuela y llegan a contar las páginas y los renglones y hasta a medir el tamaño de las letras si tienen que elegir entre varios recomendados por la maestra. La elección, en este caso, es siempre por el de menos páginas.

Tres libreros de Neuquén coinciden en que los libros no han sido desplazados de los hábitos del ocio y el estudio ni de chicos ni de adultos, aunque expresan ciertas diferencias de matices cuando analizan el mercado en detalle.

Para la librería más antigua y céntrica de Neuquén, el mercado se repartió entre otros locales nuevos pero también con negocios no específicos como supermercados, disquerías y quioscos. La nueva situación significó para esta librería un 50 por ciento menos de ventas en el lapso de diez años, según Enrique Mungo.

Mejores perspectivas se presentaron para el local habilitado en un hipermercado cuyo público, sobre todo los fines de semana, incluye una visita a la librería en su rutina de compras. Aquí se vende «bastante bien», en la expresión del responsable del local, Martín Duarte.

Genoveva Jaramillo, titular de una librería del bajo, argumenta a favor de la supervivencia de los libros. «La gente dice «antes se leía más», pero había que buscar la información sólo en los libros, no había otras fuentes».

«Hoy, aunque haya muchos medios, la lectura se hace más necesaria porque hay una saturación de información. La lectura es necesaria para poder darle palabras a la imagen. Si no ¿cómo nos apropiamos de todo ese conocimiento?»

Una propuesta similar hace respecto del público infantil. «No es cierto que los chicos «no saben nada». Tienen mucha información pero les falta el desarrollo de la expresión. Es mucho más fácil que me digan el autor y el título a que vengan pidiendo «ese todo con dibujitos bordó, y letras amarillas»».

Libros con mala fama

Ubicados hace años en los primeros puestos de las listas de best sellers, los libros de autoayuda se incorporaron al gusto de los lectores en busca de una solución a sus problemas cotidianos. Todos los días, las librerías de Neuquén venden, de cada diez, no menos de tres ejemplares de este rubro. Con su propio estante en librerías y otros puntos de venta, se convirtieron en un género clásico de consulta desde que la primera obra del tipo, «Cómo ganar amigos», se editó hace más de 60 años. Y se sigue pidiendo.

«Estos libros responden a una necesidad genuina porque la gente necesita muchas respuestas y las busca».

«Es una época de muchos cambios, mucha gente está sola, no tiene tiempo de juntarse con otros, ni con su propia familia, de pronto escuchó un tema fugaz y después va al libro, que le sirve de apoyo y orientación», dice Genoveva Jaramillo.

Aunque muchos descalifican a estas obras, los temas por los que el público recurre a los libros de autoayuda abarcan tópicos tan diversos y numerosos como los conflictos cotidianos a resolver.

La familia, la pareja, el embarazo, la violencia, el divorcio, los cambios en la educación sexual son problemas que llevan «a buscar libros para reflexionar, para ampliar la mirada».

«No es que el problema se vaya a agotar con la lectura de un libro pero puede ser la primera aproximación a un tema que, si le interesa, podrá seguir profundizando».

La apreciación peyorativa se justifica quizás «porque hay algunos títulos o autores que pretenden dar respuestas mágicas, como ser muy feliz con el solo hecho de buscarlo», pero el género ofrece varias propuestas.

«Algunas más de tipo espiritual, dentro del mercado de la new age, con libros de gurúes y esoterismo; otras no pensadas con ese fin pero que cumplen ese cometido y los de contenido psicológico, que Jaramillo denomina de «psicología de la vida cotidiana». Cita como ejemplos «El caballero de la armadura oxidada» y el exitoso «El alquimista».

También se venden mucho los libros de/para mujeres, con obras de ficción y humorísticas sobre todo, como las de Viviana Gómez Thorpe («No seré feliz pero tengo marido») o Gabriela Acher («El amor en los tiempos del colesterol» y «La guerra de los sexos está por acabar»), que ridiculizan viejos prejuicios machistas y se divierten incluso con la subjetividad femenina.

Y los textos escritos por autores regionales, con variado tratamiento pero común temática local, mantienen también un permanente interés en los lectores.

Objeto de consumo

Fusiones y adquisiciones de grupos editoriales, oferta de libros hasta en los supermercados, ferias de libros de multitudinaria convocatoria, una producción de títulos abrumadora en cantidad y variedad.

Para Jaramillo, la literatura en general «se vende y bien, si no no habría semejantes emprendimientos editoriales» y los libros en los supermercados es más un factor estimulante que perjudicial. «Aparecía como un enemigo que iba a significar el fin de las librerías, pero yo pienso que no, que se ganan lectores, porque si alguien compra al pasar un librito por el supermercado y le interesó, seguramente después va a ir a una librería a buscar otra cosa. Aunque cantidad no signifique calidad, la presencia del libro por todas partes permite que la gente se acerque al libro. Del prejuicio de creer que los libros son para los intelectuales, el libro pasó a ser un objeto de consumo también, entonces el mercado de lectores se ha ampliado mucho».

Enrique Mungo, en cambio, no está convencido de que tanta oferta haya beneficiado a las librerías. Perdiendo un 10 por ciento de clientes por año, según sus cálculos, el mercado para los locales tradicionales «se ha ido desangrando de a poco», ilustra. «No sé si porque se lee menos o porque hubo que repartir el mercado, pero la venta cayó».

Martín Duarte informa que además de las novedades -los últimos de Sábato, Aguinis y Vargas Llosa, por ejemplo- los lectores piden los clásicos como Tolstoi, Wilde y también García Márquez, aunque registra, como en el resto del país, los efectos de la crisis que restringen gastos. (AN).

Duendes y escalofríos

Como viene ocurriendo en otros muchos puntos del planeta, el aprendiz de mago Harry Potter fascina a los chicos de Neuquén. «Están enloquecidos con Harry Potter», ilustra «Beba» Jaramillo el entusiasmo por una novela de aventuras fantásticas cuyo último título de la saga produjo aluviones de lectores a horas de publicarse en Londres.

El gusto infantil se deleita también -y «muchísimo, muchísimo», según «Beba»- con los cuentos de terror que circulan de mano en mano en la escuela y fueron los favoritos de las vacaciones.

«Elsa Bornenam hace una defensa de esta literatura de terror. Dice que a los chicos no les gusta esta cosa demasiado previsible, sino que el autor los sorprenda. Entonces leen con mucha atención porque están evitando que el autor los pueda sorprender. Dice además que los grandes podemos confundir fantasía con realidad, pero que los chicos saben muy bien qué es una cosa y otra».

Para confirmarlo, el repertorio de literatura infantil clásica exhibe los cuentos más crueles que se recuerden, cuyo paradigma sin competencia es «Caperucita Roja», con ese lobo, feroz para colmo, que se devora desvalidas abuelitas y amenaza a inocentes niñitas.

Son clásicos «Mi planta de naranja-lima» que mantiene su vigencia, o los cuentos edulcorados de Poldy Bird que hacen decir a las chicas «ay, me lo lloré todo».

Junto a las series Escalofríos y Fantasmas, por cuyos títulos los chicos mueren, los adolescentes eligen «El señor de los anillos», otro clásico, y aquellas historias en las que haya duendes, hadas y mitos celtas. La oferta es amplísima: cuentos, trabalenguas, adivinanzas, de ciencia, y precios desde los 2,50 por obras de muy buenos autores argentinos. (AN).


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