Los festivales musicales y el dinero que generan

GUSTAVO CHOPITEa (*)

Los festivales musicales, de todo tipo, son ciertamente una innegable realidad en nuestra vida contemporánea. Particularmente para la juventud, pero no sólo para ella. Los más importantes generan, con frecuencia, incomodidades de toda suerte para algunos, que deben resignarse a las dificultades circunstanciales que de ellos se derivan respecto de su vida cotidiana, que a veces es interrumpida –y perjudicada– aunque sin mayores miramientos. Pero el negocio, dependiendo de sus actores, puede realmente ser enorme. Descomunal, más bien. Hasta gigantesco para una noche. Y debería poder generar dinero para sus muy distintos actores. Para dimensionarlo de alguna manera, reseñemos brevemente lo sucedido en un reciente concierto del ex Beatle Paul McCartney en la ciudad de Montevideo. Para él se vendieron unas 54.000 localidades. El concierto dejó en las distintas arcas de Uruguay la friolera de 2.289.600 dólares. Ocurre que se recaudaron 5.700.000 dólares, aproximadamente. De ellos la DGI obtuvo el 22% por IVA y el 12% por el impuesto a las ganancias a los no residentes. La municipalidad cobró asimismo un impuesto que resultó equivalente a 522.600 dólares, el 9,09% de la recaudación. Los fondos de la música y para los artistas obtuvieron lo suyo. Para Uruguay, entonces, los más de dos millones doscientos mil dólares estadounidenses, consecuencia directa del show. McCartney y los suyos, por su parte, embolsaron algo así como tres millones de dólares, con los que naturalmente debieron cubrir los importantes gastos del evento, como el alquiler del estadio en el que tuvo lugar, que generó actividad económica para muchos en la vieja Montevideo. No está nada mal. Pero hablamos ciertamente de uno de los artistas más “taquilleros” del mundo entero. A los ingresos derivados de la venta de entradas hay que adicionar los provenientes de los ensayos, para los que –en este caso– curiosamente también se cobró entrada, y de los avisadores, en este supuesto Antel y algunos otros, así como los derivados de la comercialización del show a través de la fibra óptica, no sólo simultáneamente para las ciudades orientales de Maldonado y Rivera sino posteriormente en todas partes del mundo. Que en esto se mueve plata es bien obvio. Y que debería haber ingresos para muchos, también. Pocos se acuerdan, sin embargo, de los vecinos, a los que el concierto perturbó abiertamente en su vida cotidiana sin recibir por ello compensaciones de ningún tipo. En algún momento los municipios, creemos, deberían pensar también en esto. (*) Analista del Grupo Agenda Internacional


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