“Los gobernantes se olvidan siempre de los pueblos chicos”

Para Ayelén Sosa, que está estudiando Derecho en la Universidad Nacional del Comahue, en Roca, no fue fácil aquel camino que inició con apenas 12 años, cuando dejó Colan Conhue para hacer el secundario.

“Nunca me pude adaptar del todo a la residencia. Éramos 35, 40 pibas de 12 a 20 años, todas juntas y todas con vidas tan diferentes. Era imposible que no haya quilombos. Si bien las conocía a todas es muy diferente pasar de vernos un rato a vivir juntas”, recuerda ahora la experiencia en Maquinchao.

También resalta los buenos momentos de aquellos tiempos: “Hice amigas que ayudaron a que los cinco años de residencia fueran más livianos, y siempre me acuerdo de las macanas que hacíamos y de las señoras de la limpieza, y las auxiliares que siempre iban con la mejor”.

Pero, justamente por haber vivido el desarraigo desde muy chica, señala las falencias que sufren los chicos de la línea sur. “A mí, desde siempre me gustó estudiar, y mis viejos siempre me dijeron que mientras ellos pudieran me iban a acompañar: ellos siempre están en mis ideas, sueños y proyectos. Pero eso no le pasa a todos, por eso, lo que siempre me gusta resaltar es el poco acompañamiento que hay para los chicos de la línea sur para poder llegar a una universidad. La mayoría termina el secundario y por razones económicas no pueden seguir. Yo por suerte cuento con mis viejos pero desgraciadamente no todos tienen esa suerte. Cuando empecé el secundario, entré con otras 10 o 12 chicas de 12 años a la residencia. Terminé con 5 y sólo dos estamos en una universidad. Esas cosas siempre las cuento porque para mí es algo malo que al gobierno le importe tan poco la educación de los pibes”, se enoja la joven.

Hoy, Ayelén está en Colan Conhue de visita, para pasar el día del padre con su papá, Juan. Pero no cree que cuando termine la carrera de abogacía vuelva a vivir al paraje.

“Voy a volver siempre porque está mi familia, el campo de mi abuela, cosas que jamás voy a dejar de visitar” asegura Ayelén. “Pero lamentablemente no creo poder volver definitivamente a este lugar. Es muy complicado vivir acá: el lugar más cerca lo tenés a 100 km, y no tenés cubiertas las necesidades básicas de una persona. Antes, cuando era más chica hasta el agua se complicaba conseguir; hay pocas horas de luz y una salita de primeros auxilios que deja bastante que desear, no por las personas que lo atienden sino por que a ellas no le llegan las herramientas suficientes para poder atender bien. Los gobernantes se olvidan siempre de los pueblos chiquitos como Colan Conhue”.

También vende leña.

Para apuntalar la economía familiar, Ana atiende la despensa junto a su marido, Juan Sosa.

Y prepara pan casero.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios