Los gritos del silencio

MIGUEL áNGEL ROUCO DyN

Entre los festejos del Bicentenario y la euforia del fútbol, el país parece cruzado por una curiosa ola de felicidad. La agitación que vive el kirchnerismo estuvo alimentada también por la suba de la recaudación de impuestos que puso paños fríos a la endeble situación fiscal. Si bien es cierto que los ingresos aumentaron un 30%, no lo es menos que todo este incremento está sustentado en una recaudación excepcional por la falta de ajuste por inflación y sobre gravámenes de emergencia y distorsivos. Sin embargo, subyace un inquietante clima de preocupación a poco que se apaga el bullicio alimentado desde la Casa Rosada. Un informe del Banco Mundial abre grandes interrogantes sobre los próximos meses. El documento expresa: “Es probable que algunas políticas insostenibles aplicadas por el gobierno socaven aún más la inversión, ya de por sí golpeada por las crisis financiera y económica. Se prevé que la economía crezca un 1,9% en el 2010, impulsada por una fuerte demanda externa y la normalización de la producción agrícola”. Más adelante pone de relieve que “aun cuando las economías avanzadas se recuperen antes, se prevé que durante un período prolongado los bancos extranjeros seguirán reticentes a asumir riesgos y otorgar créditos, en tanto que la emisión de bonos para financiar el déficit fiscal en los países de ingreso alto de Latinoamérica podría excluir del financiamiento tanto al sector privado como a los gobiernos de los países en desarrollo”. En otro párrafo menciona que “el relajamiento de la política monetaria implica el riesgo de acumular presiones inflacionarias si los bancos centrales no retiran el estímulo monetario en cuanto se reduzca la brecha de producción. Los costos del financiamiento para Argentina, Ecuador y la República Bolivariana de Venezuela se incrementaron en forma drástica, ante la posibilidad de que estos países dejen de cubrir el servicio de sus créditos”. En torno de esta perspectiva, y ante el desborde inflacionario, la economía argentina entra en un peligroso campo de batalla por la distribución del ingreso. La carrera por la puja distributiva encuentra su cenit en la discusión paritaria que amenaza con un nuevo recrudecimiento de la inflación. El efecto combinado de la inflación y los aumentos salariales volcará al mercado una masa de dinero que no encontrará otra respuesta que el incremento de precios. Esta pelea por la distribución del ingreso dejará escasos ganadores y millones de perdedores. Entre los primeros, el gobierno, que logrará mantener la burbuja de ilusión en las cada vez menores capas de ingresos medios y altos. Luego se anotan el sector financiero, que merced a tasas activas súper positivas continuará acumulando ganancias basadas en escasísimo riesgo. También los trabajadores convencionados que obtuvieron importantes aumentos de salarios, lo que les otorga cierta tranquilidad frente a la marcha de la inflación. Entre los segundos millones de personas, los desempleados, subempleados y los subsidiados cuyos ingresos dependen de episodios aleatorios. Luego los trabajadores en negro, cuya mejora en las remuneraciones dependerá de la voluntad del empresario y será menor a los ingresos del personal formal. También los trabajadores independientes, cuya mejora de ingresos depende del precio de su trabajo. Si aumenta el precio de su labor puede quedar descolocado del mercado frente a otros competidores, con lo cual el ajuste de sus precios deberá quedar rezagado. Y, finalmente, los jubilados y pensionados, a quienes el ajuste en sus haberes sólo llegó al 8% frente a una inflación superior al 25% aun cuando el gobierno dispone de fondos necesarios para dignificar su estándar de vida. Pero hay algo más. La clase pasiva, millones de personas que ahorraron durante más de 30 años para poder acceder a un ingreso digno, debe soportar no sólo un ajuste ínfimo y una inflación implacable sino la afrenta de ver cómo sus ahorros son derivados a empresas “quebradas” como Aerolíneas con el objetivo de mantener privilegios y subsidios para minorías amparadas por la administración Kirchner. Mientras 3/4 de los pasivos perciben una remuneración menor a los 1.000 pesos mensuales, el gobierno saca dinero de los ahorros previsionales y los deriva a mantener una compañía que pierde 500 millones de dólares anuales y donde algunas remuneraciones superan los 25.000 pesos mensuales sólo por volar dos veces al mes. En la Argentina del progresismo kirchnerista, la fiesta y el bullicio de unos pocos ahoga la angustia de una multitud que en algún momento se hará sentir ante tamaño avasallamiento…


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