Los igualan los sueños

La carta era muy clara, pedía una sola cosa, sólo una, y con letras mayúsculas para que no se confundieran: «Quiero que me traigan un Porsche rojo, con dos puertas». Recién pude dormir pasadas las tres y ni siquiera pude escuchar el paso de los camellos y de los Reyes Magos. Igual van a venir, nos consolábamos con mi hermano.

Y cuando salió el sol, ese Porsche rojo de dos puertas era nada más que un auto de lata, construcción casera, de las que nuestro padre solía fabricar. Estaba claro que el chasis era de tabla de cajón de manzana, donde se podía leer claro «Producción Argentina». La lata era plateada de un lado, pero quedaba al descubierto un pedazo que decía «Aceite YPF, ultramóvil».

Primero fue la desilusión, después la ilusión cuando papá nos explicó que el auto que nos habían traído los Reyes Magos tenía suspensión en las cuatro ruedas, que las latitas de picadillo no se gastaban como el caucho y que hasta podía abollarse en un choque simulado.

Esa ilusión, un poco más actualizada en los pedidos, es la misma que tienen los chicos de hoy que creen que la magia es posible, la misma ilusión de quienes esperan que un ser o tres bondadosos sean capaces de generar la alegría más intensa.

La llegada de Papá Noel y de los Reyes Magos está tan metida en la sociedad que forma parte también de las tradiciones que no tienen fronteras. Un costado comercial le da un marco que muestra claramente que esos mismos seres bondadosos no son en realidad tan bondadosos porque a unos les trae Porsches de verdad y a otros, apenas un autito de lata. Y no son tan bondadosos porque uno sale pedaleando de su casa a mostrar su flamante bicicleta, mientras el de al lado apenas mira para no morirse de angustia.

Sin embargo, con todo lo injusta que es esta tradición, está siempre vigente, tan vigente que también desde el rol de padres tenemos expectativas por saber qué van a pedir en las Fiestas y sobre todo, por conocer si será posible darles el gusto.

La tradición de las Fiestas de fin de año está tan instalada que quienes pueden y quienes no, se ilusionan por igual. Claro, hay unos que saben que escribir cartas y soñar no alcanzará para convencer al señor de barba blanca para que venga a nuestra casa que no tiene chimenea ni arbolito gigante lleno de luces.

Tampoco será suficiente para millones de niños mandar una carta a los señores Reyes Magos y dejar los zapatos más limpios, con agua cristalina y césped recién cortado, para conseguir que a la mañana siguiente todo se convierta en un juguete.

Unos pidieron juguetes y les trajeron zapatillas. Y preguntaron mil veces por qué semejante confusión cuando en la carta había buena letra. Ocurre que necesitaban zapatillas.

Del otro lado las cosas se ven diferentes, se ven con verdadera magia, se ven con un realismo fantástico donde lo que dan Reyes Magos y Papá Noel son respuestas concretas. Allí la bici es bici y la computadora es computadora.

En este escenario, aunque sonrisas y lágrimas se confundan según desde dónde se vea, todos por igual esperan las visitas de fin de año. Claro, lo único que los iguala por ahora son los sueños, que en un caso se convertirán en hermosas bicicletas y en otros, en rústicos autitos de lata.

JORGE VERGARA

jvergara@rionegro.com.ar


La carta era muy clara, pedía una sola cosa, sólo una, y con letras mayúsculas para que no se confundieran: "Quiero que me traigan un Porsche rojo, con dos puertas". Recién pude dormir pasadas las tres y ni siquiera pude escuchar el paso de los camellos y de los Reyes Magos. Igual van a venir, nos consolábamos con mi hermano.

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