Los ilusionistas

El corsódromo oficial no quiere detener los festejos del Bicentenario y quiere seguir de ronda. Claro está, en una fiesta de unos pocos que pagará toda la sociedad. Si algo le faltaba al modelo oficial de déficit, emisión monetaria e inflación –¡¿algo más?!– es un premio para los amigos y otro mazazo para los más pobres. Como el repertorio se les está agotando, los funcionarios apelan a cualquier medida que les permita mantener la ficción. La presidenta anunció con bombos y platillos una línea de redescuentos a los bancos, al 9,9% anual, para que éstos presten a empresas en pesos, a cinco años de plazo y a tasa fija. No puede haber una expresión más acabada de ilusionismo. La administración oficialista que cree poderlo todo, aun en contra de la lógica, se vuelve a embarcar en una pantomima de anuncios vacíos de contenido y que en el peor de los casos agravará aún más las cosas. Pero el mecanismo conlleva trampas para muchos y beneficios para pocos. A nadie en su sano juicio se le puede ocurrir tamaña medida, si es que conoce cómo está la economía argentina. En primer lugar, el sistema financiero está hiperlíquido. Dicho de otro modo, los bancos tienen mucho dinero y no tienen como canalizarlo porque no hay tomadores de crédito. ¿Por qué razón los bancos se van a endeudar con el Banco Central tomando dinero y entregando garantías de títulos públicos cuando ellos mismos cuentan con excedentes de fondos? En segundo lugar, si los bancos tomaran recursos al 9,9%, ¿a cuánto van a prestar esos fondos? Es decir: ¿cuál va a ser el costo financiero total para una pyme? En tercer lugar, volcar dinero al mercado en momentos de hiperliquidez e inflación significa echar combustible a la hoguera. En cuarto lugar, obligar al BCRA a prestar fondos sin contrapartida de capital implica afectar el patrimonio neto de la entidad y hacerla tambalear. Pero, ¿qué hay detrás de esta puesta en escena de ficción? Ni más ni menos que un fenomenal negocio financiero que terminará pagando el BCRA y luego toda la sociedad con más inflación. ¿Quién se beneficia? En principio, los bancos que toman a una tasa de 9,9 pct contra una inflación anual del 25%, un gran margen de discrecionalidad para obtener rentabilidad en caso que alguna empresa se anime a tomar los fondos. En segundo lugar, los bancos le toman dinero al BCRA al 9,9 pct y le recolocan dinero de los depositantes en pases activos o Lebac al 14%. Con la diferencia, compran dólares y remesan utilidades al exterior. En tercer lugar, algún empresario amigo del poder que luego de la bendición del burócrata de turno, y en un poco claro mecanismo, dará aprobación al proyecto en cuestión. En cinco años verá licuado el costo financiero con una inflación que se espiralizará en poco tiempo. ¿Quién paga este festival? Toda la sociedad, y en especial los sectores de ingresos fijos y los más pobres, con más inflación. El esquema de convertir al BCRA en una banca de fomento forma parte de la más pura liturgia de los regímenes en decadencia. Parece una perogrullada. Pero para tener préstamos en pesos a baja tasa y a largo plazo hace falta tener una moneda sana. Y el peso es una moneda enferma. ¿Por qué está enferma? Porque hay déficit fiscal, emisión monetaria descontrolada e inflación. Cuando el peso sea moneda de ahorro y no sólo de consumo, entonces habrá créditos en pesos baratos y a largo plazo. Para que el peso sea una moneda sana, hace falta equilibrio presupuestario, superávit fiscal para pagar la deuda y que el Banco Central sea independiente del poder de turno para que pueda defender el valor del peso. Otro mecanismo es más voluntarismo político teñido del color de la corrupción. ¿Por qué el gobierno hinca sus dientes en el BCRA? Porque es el último botín que tiene para mantener vivo el ilusionismo. Con su política dispendiosa de subsidios por doquier, ya vació las cajas previsionales, el PAMI, el Banco Nación y ahora va por las reservas y por los otros activos del BCRA. El agujero fiscal es enorme y cada día se ensancha más, a pesar de una recaudación monumental, basada en ingresos indebidos e impuestos distorsivos y de emergencia. La ilusión del canje se esfuma y los mercados seguirán cerrados por mucho tiempo más. Las trabas a las importaciones abren la puerta para iguales trabas a las exportaciones argentinas, lo que equivale a menor ingreso de divisas. Con una política de subsidio al tipo de cambio, una economía más cerrada, un abultado gasto público, emisión sin freno, inflación, inseguridad jurídica y física, el ambiente se torna asfixiante y se crean las condiciones para una fuga de capitales, la antesala de la debacle. Poco a poco, la administración regente está logrando su cometido. Por caso, el dólar ya toca los 4 pesos, el punto máximo alcanzado durante lo peor de la crisis posconvertibilidad allá por mediados de 2002. ¿Cuál es el punto final de la travesía kirchnerista? (*) Analista económico

MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*)


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