Los Kennedy: todo sea por figurar
GUSTAVO CHOPITEA (*)
El “clan” Kennedy es toda una institución en la política norteamericana. Especialmente entre quienes integran el ala izquierda del Partido Demócrata. Hay quienes endiosan rápidamente a los Kennedy, con independencia de sus cualidades personales reales. También quienes los detestan. Lo cierto es que hay, dentro del “clan”, personajes de muy distinta valía y de diferente envergadura política. Ocurre que el talento y la capacidad no están atados necesariamente a un apellido. Ni a una dinastía. Tiene que ver con cada persona, individualmente. Allí y aquí. A cada rato, todo a lo largo de los últimos años, alguno de los Kennedy saltó al ruedo para transitar el mundo de la política. Con suerte variada, es cierto. Algunos de ellos hasta han terminado sin pena ni gloria, no del todo bien, entonces. Recientemente uno de ellos ha hecho cosas que, de pronto, dan pena y hasta “vergüenza ajena”. Por dinero, cabe suponer. Este es el caso de Joseph P. Kennedy II, que integrara la Cámara Baja del Congreso Federal en representación de Boston entre 1987 y 1999. Para terminar ahora como un “actor de reparto” en la publicidad de una empresa petrolera venezolana, haciendo demagogia barata por televisión, al servicio de Hugo Chávez. Lo que es triste. Por lo que el ex legislador dice al aire, suelto de cuerpo, y por la situación geopolítica regional en la que todo esto sucede. Sin embargo, en los últimos años, la presencia política del “clan” disminuyó fuertemente. Tan es así, que el año pasado fue el primero desde la década de los 40, en el que los Kennedy no tuvieron algún miembro de su familia actuando en el Congreso norteamericano. Patrick Kennedy, que representaba a Rhode Island en la Cámara Baja, decidió no buscar su reelección. Quizás porque ya no era factible. Ahora un hijo del antes mencionado Joseph P. Kennedy II está estudiando la posibilidad de lanzarse al ruedo, siempre en Massachusetts. La lamentable actuación televisiva de su padre no ayuda, pero tampoco debiera ser un obstáculo insalvable. Después de todo, los nombres de John, Robert y Edward M. Kennedy aún convocan. No tanto como antes, pero son ciertamente un buen trampolín con el que muchos desearían poder contar, al menos al inicio de una carrera política. Las cosas no le serán fáciles. Aún resuena el lema utilizado por el senador republicano Scott P. Brown para desbancar sorpresivamente a Edward Kennedy, en el 2010: “la banca es del pueblo, no de los Kennedy”. Brown debe ahora enfrentar a una candidata demócrata que le disputará su banca senatorial a fines de este año, de gran nivel: Elizabeth Warren, profesora en la renombrada Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard. Un hueso duro de roer, que atrae hoy mucho más que el joven Kennedy. Joseph Kennedy III, que hoy trabaja como fiscal en lo penal en la zona de Cape Cod, apunta en concreto a competir por una banca en la Cámara Baja que en el pasado estuvo en manos de Barney Frank, otro demócrata que la tuvo por espacio de tres décadas. Pero al cambiar recientemente los límites del respectivo distrito ahora los demócratas han perdido la seguridad de poder ganar. Y un republicano que siempre le dio batalla a Frank, en ex infante de marina, Sean Bielat, ha anunciado su intención de entrar en la contienda por esa banca que perdiera por muy escaso margen en el 2010. Para el joven Kennedy la competencia a la que apunta nada será fácil, queda visto. Este será su segundo intento de ingresar en la política nacional. En el 2010 lo pensó, publicitó, y finalmente no se animó. Veremos ahora. Pero no es imposible que haya aparecido un “nuevo Kennedy” en la política norteamericana. A su padre no le fue ni le va nada bien. Pero en la generación anterior hubo por cierto pesos pesados de los que la gente no se ha olvidado aún. Veremos. (*) Analista del Grupo Agenda Internacional
Comentarios