Los malos ejemplos

Fundepa, la Fundación Neuquina para el Desarrollo Patagónico y Argentino, inauguró su moderno edificio de Salta 326, en la ciudad de Neuquén, el 19 de mayo del 2005. Discurseó en la ocasión el presidente de la Fundación, entonces y ahora Jorge Omar Sobisch, quien se refirió a los objetivos que habían inspirado su creación. Tales objetivos, tomados de la página de internet «Sobisch presidente 2007», eran los de «Promover la investigación de los problemas económicos, sociales y de organización institucional propios de la provincia del Neuquén, la Patagonia y el país». En su discurso, el ex candidato a presidente de la Nación -que ya está pensando en volver a ser gobernador de esta sufrida provincia en 2011- habló de otros objetivos igualmente nobles.

Según el tango Naranjo en Flor -que seguramente Sobisch conoce, particularmente en la parte que dice «toda mi vida es el ayer»- el después no importa. En su magistral interpretación, Floreal Ruiz canta «qué importa del después».

Importa, sin embargo, en relación con los fines de Fundepa que Sobisch enumeró. Porque después, en febrero del 2007, en una entrevista que publicó el diario «Clarín» se refirió a la montaña de plata que venía gastando en su campaña para llegar a la Rosada, diciendo que «una campaña no se hace con un sandwich de milanesa» (la metáfora fue celebrada por mí en una nota titulada «la verdad de la milanesa»).

Para explicar el origen de los fondos gastados hasta entonces, Sobisch dijo al entrevistador lo que sigue: «Nosotros tenemos una fundación que se llama Fundepa y todos los funcionarios políticos de la provincia aportan una parte de su sueldo». Con eso recaudaban cien mil pesos mensuales y -calculó Sobisch- «una campaña a presidente puede salir entre 25 y 30 millones de pesos».

Es, en efecto, mucho más que un sandwich de milanesa. Pero, si se me permite decirlo (lo aclaro porque hay gente que se molesta por algunas cosas que digo), es también apartarse de los objetivos de la Fundación. «Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa». Una cosa es «promover la investigación de los problemas económicos… etcétera» y otra juntar plata para una campaña política de quien preside la Fundación.

No es ése el único hallazgo en la historia del edificio de Fundepa. Originalmente, viejo y modesto, el edificio albergaba un laboratorio de análisis clínicos llamado «Julio Palacios». Un integrante del directorio del Banco Provincia del Neuquén, Carlos Sandoval, se atendía allí (tal vez para controlar su nivel de colesterol). Así fue como se enteró de que la firma propietaria estaba en dificultades financieras para afrontar sus pasivos -una deuda con el banco entre ellos- y que por tal motivo quería vender el edificio. Solícito, Sandoval prometió enviar un interesado en comprar, que apareció a los pocos días: resultó ser Oscar Raúl Oliva, otro director del banco que, con Luis Manganaro en la presidencia de la entidad, se había mostrado singularmente activo en la compra de terrenos donde el banco iba a construir edificios de departamentos.

Oliva compró y al cabo de un tiempo comenzaron las obras de reconstrucción del edificio. Ocupado en otros temas -más que con otros gobiernos del MPN, los de Sobisch siempre dieron a la prensa abundante material para investigar- no me ocupé de averiguar si ese inmueble, con sus mejoras, seguía siendo de Oliva o si lo había alquilado, o vendido, a Fundepa.

¿Y qué es, se preguntará el lector, lo que hizo renacer mi interés en eso que, al fin de cuentas, no es más que un edificio? La respuesta es que ahora, más distante todavía de los nobles objetivos proclamados cuando fue inaugurado, el edificio sirve de refugio a la elite sobischista que el 10 de diciembre pasado debió abandonar la Casa de Gobierno. Con Rodrigo Salvadó como segundo comandante, la elite intenta reagrupar a los dispersos para conducirlos hacia la recuperación del gobierno provincial en el 2011. Lo creen posible porque el MPN siempre gana, y porque Jorge Sapag no podrá reelegirse porque su gobierno será -ellos ayudarán a que así sea- «un desastre».

En eso están, bien que sin fijarse en los detalles. Sobisch ha dicho más de una vez -por ejemplo, después del asesinato de Fuentealba- que él no puede estar en todo. Por eso es que no ha reparado en que Fundepa está estafando al fisco. Es así porque en la página de internet mencionada más arriba, una descripción del nuevo edificio dice que tiene un hall de acceso con recepción, espera y lugar para exposición para obras de arte, siete privados y dos salas de reuniones de 16 metros cuadrados cada una, una «planta libre de trabajo» de 72 metros, dos privados de nivel gerencial y una sala de reuniones de nivel gerencial de 37 metros, dos locales para archivo, baños en todos los pisos, cocina, depósito, sala de tableros, quincho con parrilla, terraza jardín y estacionamiento para cuatro automóviles.

No habría nada que objetar, de no ser que según el catastro provincial la superficie del edificio es de 36,32 metros y su valuación de 7.707 pesos. Con el terreno, la valuación total asciende a 57.627 pesos. En el municipio, el inmueble paga por servicios retributivos 340 pesos por año.

No son pocos los inmuebles subvaluados en la ciudad. Es una costumbre favorecida cuando el mal ejemplo viene de arriba.

 

JORGE GADANO

tgadano@yahoo.com.ar


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