Los políticos enigmáticos
por Aleardo F. Laría, Especial para "Río Negro"
El sociólogo español Víctor Pérez-Díaz en «Sueño y razón de América Latina» (Taurus) se refiere al curioso éxito de los políticos enigmáticos en América Latina. Parece que se los elige cuanto menos se sabe de ellos. Ejemplos de políticos enigmáticos han sido Fujimori en Perú y Menem en Argentina. Un caso especial es el del secretario de Obras Públicas de Río de Janeiro, Luiz Paulo Correa, quien se declara marxista-espiritista. Para Correa es perfectamente compatible aceptar los principios fundamentales del marxismo y al mismo tiempo creer en la reencarnación y comunicación de los espíritus.
En general, guardar una cierta reserva acerca de los planes que se tienen en mente puede ser una nada sutil estrategia de captación de votos. Es un fenómeno generalizado, perceptible no sólo en América Latina, de los partidos atrapa-todo (catch up). Se trata de difuminar la oferta electoral de un modo que resulte lo menos irritativa posible para capturar el máximo de votos.
En otras ocasiones, se sospecha, con fundamento, que el silencio enigmático es consecuencia de que la clase política no sabe qué hacer. En la Argentina de De la Rúa y la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, gobiernos democráticamente elegidos debieron sufrir las consecuencias de una gran repulsa de los ciudadanos, que perdieron la confianza en sus gobernantes.
También es cierto que asistimos a un fenómeno de aceptación resignada del capitalismo. Esto no facilita las viejas y claras diferencias ideológicas. Han quedado atrás las propuestas políticas de cambios radicales, que llevaban anejo el uso de expresiones retóricas vinculadas con la lucha y al combate. Y en este contexto no parece prudente recuperar himnos partidarios que convocaban a «combatir el capital».
El resultado, como se aprecia actualmente en la Argentina, es que la diferenciación política se consigue a través de la clasificación moral. Unos se presentan como políticos bienintencionados y decentes, que enfrentan a personajes malvados que adoptan comportamientos mafiosos y están vinculados con el narcotráfico. En ocasiones, esta diferenciación parece muy forzada, puesto que si alguien caracteriza de mafioso a su espónsor político, más que diferenciarse se asimila.
Un cierto pragmatismo es comprensible. América Latina está atravesando una etapa de transición, desde el neoliberalismo mágico que creía en las virtudes taumatúrgicas del mercado, hacia el reconocimiento del rol regulador y director del Estado. Las nuevas políticas son la consecuencia de un duro aprendizaje, en el que ha predominado el método, socialmente costoso, de ensayo y error. Pero el pragmatismo exacerbado, que depende de la opinión pública medida demoscópicamente y que es incapaz de definir políticas a largo plazo, adolece de un problema de sigilo patológico. Esto da lugar al fenómeno del político enigmático.
El problema que encierra esta práctica política es que clausura el debate democrático e impide la participación activa de los ciudadanos. Si los partidos no ofrecen programas de gobierno, es decir compromisos realistas, concretos y verificables, los ciudadanos no tienen la oportunidad de contrastar, juzgar y participar votando racionalmente. Permanecemos en el «síganme, que no los defraudaré» de Menem.
La idea de que pueda existir un individuo especialmente iluminado, capaz de predecir el curso de la historia y decidir sobre la marcha lo que debemos hacer, es un resto anacrónico de la política argentina. No es posible emprender los cambios culturales y políticos que hacen falta sin aumentar los recursos intelectuales de la población y reforzar su motivación para participar e implicarse en esos cambios. Esto exige definir políticas y escribir, negro sobre blanco, programas de gestión, creíbles y comprobables.
Es evidente que la adhesión a la democracia por parte de los ciudadanos será la consecuencia de que la legitimidad formal sea completada por la legitimidad sustancial, es decir, la solución concreta de los problemas que les afectan. Esto exige eficacia en la gestión. Pero al igual que pasa con las familias o con las empresas, que se fijan objetivos y definen estrategias para alcanzarlos, el éxito de la gestión pública nunca es consecuencia de la improvisación.
El sociólogo español Víctor Pérez-Díaz en "Sueño y razón de América Latina" (Taurus) se refiere al curioso éxito de los políticos enigmáticos en América Latina. Parece que se los elige cuanto menos se sabe de ellos. Ejemplos de políticos enigmáticos han sido Fujimori en Perú y Menem en Argentina. Un caso especial es el del secretario de Obras Públicas de Río de Janeiro, Luiz Paulo Correa, quien se declara marxista-espiritista. Para Correa es perfectamente compatible aceptar los principios fundamentales del marxismo y al mismo tiempo creer en la reencarnación y comunicación de los espíritus.
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