Los síntomas de la reforma constitucional

por LUIS VIRGILIO SANCHEZ,

Especial para «Río Negro»

Es común escuchar, entre las voces que claman la reforma constitucional del Neuquén, ciertos expresiones como: «la Constitución del Neuquén es obsoleta» o «la Constitución del Neuquén es reglamentarista». Claro que nadie explica demasiado bien qué significan esos dichos y mucho menos por qué.

En respuesta al primer cliché debo señalar que, como especialista, he tenido la oportunidad de realizar un estudio constitucional comparado de la carta magna del Neuquén, cuando realicé la Maestría en Derecho Administrativo de la Escuela de Abogados del Estado de la Procuración del Tesoro de la Nación, y llegué a la conclusión de que la Constitución del Neuquén está a la vanguardia de las cartas magnas más evolucionadas en cuanto a derechos sociales de Latinoamérica y, sin lugar a dudas, es la más avanzada de las constituciones provinciales de nuestro país.

Desde el punto de vista del Derecho Constitucional, la ley fundamental neuquina podrá ser cualquier cosa, menos obsoleta, porque precisamente es todo lo contrario.

Respecto de la segunda expresión, uno no debe analizar si la constitución es o no reglamentarista, sino si aquellas cláusulas reglamentaristas insertas en el texto constitucional son útiles o no para hacer operativos sus derechos. En el caso de la carta magna del Neuquén, puedo consentir que asista razón al gobierno, en el sentido de que la Constitución contiene cláusulas reglamentaristas, pero sin embargo, éstas son útiles para hacer operativos los derechos, sobre todo en materia de derechos sociales. Voy a citar un ejemplo exponencial de tal operatividad, que he podido comprobar no ya sólo a través de un estudio académico, sino en el ejercicio práctico de mi profesión de abogado.

El artículo 54 de la Constitución del Neuquén, en su inciso c) garantiza al trabajador, en forma permanente y definitiva «jubilaciones y pensiones móviles que no serán menores del ochenta por ciento de lo que perciba el trabajador en actividad». Dicha cláusula constitucional, sin lugar a dudas, es un claro ejemplo de un caso reglamentarista, sin embargo, tal prescripción tiene la virtud de permitir que los jubilados puedan hacer operativos sus derechos y, mediante presentaciones administrativas -y luego de acudir a la Justicia y sentar un precedente que ya es irreversible- hemos logrado integrar al sueldo de los jubilados docentes el cobro del incentivo, como así también que los jubilados en otras áreas puedan integrar a sus haberes jubilatorios el 80% de los sueldos del personal en actividad. Esta batalla no se hubiera podido ganar legalmente, si no existiera esa cláusula «reglamentarista» en la Constitución Neuquina. Ahora bien, no me cabe la menor duda de que el gobierno planée reformar el artículo 54 de la Constitución neuquina, no sólo porque integra el elenco de artículos que propicia reformar la ley provincial 2.471, sino que se puede percibir en los síntomas propios de este proceso de reforma. Veamos, antes de que estuvieran definidos los candidatos para la campaña de convencionales constituyentes, el Instituto de Seguridad Social de la Provincia del Neuquén hacía lugar sin dilaciones a los reclamos administrativos que realizaban los jubilados respecto de la integración a sus jubilaciones del 80% que cobra en forma actual el personal en actividad, incluyendo en dichos reclamos el incentivo docente. El Instituto comenzó a reconocer dicha integración en forma administrativa, sin necesidad de interpelación judicial, ya que habíamos logrado sentar un precedente ante el Tribunal Superior de Neuquén y la batalla ya estaba ganada. Mágicamente, luego de que se conocieron las listas de candidatos e iniciada la campaña, el Instituto cambió el criterio y comenzó a rechazar las presentaciones administrativas con los mismos reclamos que se habían hecho en presentaciones anteriores. Es claro que, para cuando obtengamos una resolución judicial al respecto, para cada puntual reclamo rechazado, la Constitución ya se encontrará reformada y aquél precedente jurisprudencial que logramos sentar, ya será obsoleto. Quieran advertir los lectores que ninguna de las voces que propician la reforma, habla claramente sobre estos aspectos, en cambio se centran en la necesidad de la «reforma política» que no es más que otro cliché para tratar de convencer a la gente de que la reforma es necesaria. Nada más alejado de la realidad, de hecho, la prueba de que la «reforma política» es un cliché demagógico, se observa de las circunstancias más evidentes. El gobierno propicia que no existan más candidaturas simultáneas, situación que nos parece por demás saludable, pero sin embargo, baste observar las listas de los candidatos a convencionales constituyentes, para abrevar en el hecho de que, en lugar de ser personas independientes que hagan al menos creíble la supuesta «reforma política», son todas personas que ya ocupan cargos políticos: diputados, senadores, intendentes e incluso el propio gobernador. Por un lado el gobierno propicia que no existan más candidaturas simultáneas y por el otro los propios convencionales que van a llevar a cabo dicha premisa, forman parte de la pléyade de políticos que encarnan, con su propia presencia, la ausencia de cambio alguno.

Desde el punto de vista profesional, me siento desalentado por esta reforma patrocinada y promovida por el gobernador Sobisch, por muchas más razones de las que he expuesto a lo largo de esta nota, pero sobre todas las cosas, porque en el ejercicio de mi profesión ya he notado los síntomas negativos de este proceso, situación que se consolidará cuando la Constitución haya sido reformada y ya el asunto se torne irreversible. La reforma de la Constitución neuquina expone el temor reverencial que uno pueda sentir cuando envían al quirófano a un paciente que goza de buena salud, pero ello no es lo peor de todo, sino la identidad de las personas que estarán a cargo de dicha intervención quirúrgica. Dependerá de la oportuna observación de los votantes a la hora de elegir a los diputados convencionales constituyentes, que esto no termine en una verdadera carnicería. El actual estado de cosas no me permite ser optimista, pero no pierdo las esperanzas de que la gente se informe antes de votar y comprenda lo que implica una reforma de la constitución y oriente su voto de manera consciente y responsable.


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