Los tres hitos que sacudieron el mundo

Boca lleva ganadas tres ediciones de la Copa Intercontinental. La primera fue la de 1977, que se definió al año siguiente. Luego, ya en Japón, consiguió un gran triunfo ante el Madrid en el 2000, que se suma a la epopeya de ayer frente al Milan.

La primera, un triunfo histórico en Alemania

Correspondió a la edición de 1977 pero se definió en 1978, ya cuando Argentina se había consagrado campeón del mundo. La Copa Intercontinental aún no guardaba el glamour y la importancia que tiene hoy en día. De hecho, el campeón de Europa era el Liverpool de Inglaterra, en donde descollaba el inglés Kevin Keegan, el mejor jugador del continente de aquellos años. Pero el campeón se negó a jugar y su lugar fue ocupado por el segundo, el Borussia de Moenchengladbach.

La Copa todavía se jugaba en dos partidos: de local y de visitante. En el encuentro de ida disputado en la Bombonera el 21 de marzo de 1978, Boca y el Borussia empataron 2 a 2. Los goles del local fueron marcados por Jorge Ribolzi y Héber Mastrángelo, los de los alemanes por Hanne y por su estrellas, Bonhof.

Malos augurios se ciñeron sobre el equipo que dirigía Juan Carlos «Toto» Lorenzo. En Alemania, el asunto podía complicarse. Pero ocurrió todo lo contrario. Casi cinco meses después, el 31 de agosto de 1978, Boca alcanzó un histórico, sorprendente triunfo por 3 a 0 en la mismísima Moenchengladbach y se consagró campeón intercontinental por primera vez. Los goles fueron anotados por Horacio Salinas en dos oportunidades y por el inefable Mastrángelo, el gran goleador de Boca de aquellos años. La edición del '78 no se disputó.

La tercera, ante el opulento Milan italiano

Cada uno de los jugadores del equipo de Silvio Berlusconi vale lo que cuesta casi todo el plantel de Boca, exceptuando Carlos Tevez. Son millonarios, compiten en estadios majestuosos, disfrutan del primer mundo del fútbol, viajan en jet privado. El Milan es la opulencia. Pero los equipos de Bianchi están entrenados para afrontar la adversidad, la desmesurada diferencia social, las cotizaciones contrastantes.

Otra vez el poderoso Milan cae ante un equipo de Bianchi -la primera vez fue en 1994, cuando perdió 2 a 0 ante Vélez, con goles de Asad y Trotta- y otra vez lo hace cuando todo indicaba que no debía hacerlo. Milan, la meca del fútbol rico, el equipo que hizo de las compras a gran escala un estilo de vida, una vez más cayó rendido ante la sagacidad, la brutal simpleza de un equipo limitado pero educado para potenciar sus virtudes. Pocos equipos en el mundo pueden enorgullecerse de conocer tan a fondo su capacidad. Pocos logran esconder bajo la alfombra del partido los defectos y sacarle brillo a las virtudes, que comparadas con un equipo de elite de Europa son sólo un racimo, pero subidas a los hombros de la enorme convicción que pone en la cancha parecen muchas.

Boca volvió a ser un puño cerrado, el nervio motor que traslada la mejor savia del fútbol argentino. Ayer, por penales y con agonía, volvió a demostrar que la historia le hace un guiño.

Dos goles de Palermo para que caiga el Madrid

De tan gigante, hizo mucho ruido al caer. El Real Madrid llegaba como el gran equipo de Europa, con Raúl, Roberto Carlos, Figo y compañía. Pero enfrente estaba el mejor Boca. En Tokio, Juan Román Riquelme dibujó pases de valet, Marcelo Delgado desbordó hasta al amanecer y Martín Palermo revalidó sus credenciales -ante el mundo- de goleador infalible. Fue en noviembre de 2000 y Boca llegó a Japón tras derrotar al Palmeiras por penales. El equipo de Bianchi -que confió en Basualdo para la mitad de la cancha- arrancó en llamas: un desborde de Delgado tras un gran pase de… Matellán! finalizó con un centro que Palermo empujó a la red. Enseguida un enorme pelotazo de Román dejó a Palermo solo con 30 metros por delante y los zarpazos de Karanka zumbando a su espalda. El goleador aguantó la embestida y cuando enfrentó a Casillas cruzó su zurdazo para desatar el festejo en todo el país. Boca se ponía 2 a 0.

Luego descontó Roberto Carlos con otro zurdazo al ángulo para que llegara el turno del Boca-aguante, algo que los equipos de Bianchi saben llevar adelante con maestría. Boca formó con Córdoba, Ibarra, Bermúdez, Traverso y Matellán, Basualdo, Battaglia, Serna y Riquelme, Delgado y Palermo. Una vez más, las elecciones de Bianchi -Matellán de lateral, Traverso de central, Basualdo de entrada- fueron acertadas.

Nota asociada: Una batalla épica que quedará en la historia  

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