Luces rojas
Por Arnaldo Paganetti
Es tan irracional, por parte de una buena porción de la sociedad, pedir que se vayan todos, como lo es que en dos días los diputados y senadores hayan resuelto, en trámite sumario, que ninguno de ellos debe cesar su mandato, con una ignorancia supina de lo que está pasando en las plataformas submarinas del país.
Los datos económicos (salvo el leve aumento de la recaudación de mayo) encienden la chicharra de color rojo que advierte sobre el crecimiento del desempleo y la cercanía de una estampida mayúscula de los precios que podrían derivar en una escalada de violencia social. Circunstancia ésta que llevó al ministro de Defensa Horacio Jaunarena (asesorado por las cúpulas militares), a debatir con los devaluados actores políticos, el alcance de las funciones de un comando operacional si es que el Presidente se viese obligado a declarar el Estado de Sitio.
«Entiéndame: no hay nadie que respete más la Constitución, en estos momentos, que las fuerzas armadas, pero si se nos ordenase actuar para garantizar la seguridad interna en el uso legítimo de la defensa de los bienes estatales, no lo podríamos hacer porqué no tenemos doctrina ni recursos. Sería como pretender que un médico clínico se convierta de un día para otro en neurocirujano». Así se explayó un alto exponente del ejército ante quien desfilan despistados dirigentes partidarios, empresariales, sindicales y religiosos.
La gran bronca de los argentinos no se ha traducido, hasta ahora, en ideas imaginativas ni en proyectos alternativos. Se han impuesto los vicios del pasado que hicieron a la Argentina caer del mapa, tras la declaración de cesación de pagos, de diciembre pasado, mes que pasará a la historia por la eyección de un primer magistrado timorato, en una jornada signada por casi 30 muertes, y la sucesión de cinco Presidentes en una semana.
Algunos, como el ex senador Remo Costanzo, organiza encuentros a los que asisten entre otros Eduardo Bauzá y Eduardo Menem (conspicuos representantes del ex mandatario que la semana próxima pretenderá abrazarse con George Bush (h) en la Casa Blanca, al tiempo que prometerá conseguir 50 mil millones de dólares de préstamo). Ante ese auditorio ya expusieron Carlos Melconián, Miguel Angel Broda y Rosendo Fraga. Trazaron cuadros apocalípticos. Remarcaron la falta de liderazgos. Y señalaron realidades dramáticas: la confianza, externa e interna, no se recuperará pronto, sólo queda apostar a la recreación de la esperanza en un horizonte nacional donde, lamentablemente, están las luces apagadas.
El exabrupto del presidente de Uruguay Jorge Batlle – diciendo verdades, pero también ofendiendo innecesariamente del primero al último de los argentinos, al llamarlos «manga de ladrones» -, fue producto del contagio sufrido por su país en los últimos meses, que lo hizo descender del bronce (avanzó el Frente Amplio), y por la necesidad de congraciarse con Estados Unidos, en el convencimiento sincero que «Duhalde es parte del problema y no de la solución».
Sus disculpas llorosas mojaron el tango de la parodia rioplatense, atada a la suerte del FMI, que si bien mandará una misión técnica a Buenos Aires la semana entrante, no entregará dinero fresco. La única chance para el turno (duhaldista-alfonsinista) transitorio es pivotear la reanudación del comercio bilateral y el adelantamiento de elecciones, que parece inevitable. Tanta es la desubicación de los «aparatos», que el jueves pasado estuvieron decidiendo en la Casa Rosada, la nominación de Hilda «Chiche» Gónzalez, la esposa del Presidente, como candidata a la gobernación de Buenos Aires.
El ministro de Economía, Roberto Lavagna, en tanto, despotricó contra el delegado hindú del FMI, Anoop Singh, a quien acusó de inflexible y de tergiversar la postura de los banqueros. Aunque, en rigor, los financistas no están de acuerdo con la forma en que se está liberando el «corralito» y con el desvalijamiento que está sufriendo el Banco Central, cuyas reservas están en un punto bajísimo, similar al alcanzado durante la presidencia de Raúl Alfonsín, antes de desatarse la hiper inflación.
El staff técnico del Fondo duda de la vocación de los argentinos de honrar su palabra y exigen lo que ha dado en denominarse «un anclaje monetario». El canciller Carlos Ruckauf, se sumergió en aguas profundas, tratando de convencer en Barbados al secretario del Departamento de Estado Colin Powell, para que facilite una ayuda política.
Para una administración como la republicana de Bush, el mundo es blanco o negro y la Argentina tiene una nula importancia estratégica. No obstante, Powell reconoció el carácter de aliado extra OTAN de la Argentina, y prometió interceder ante su Presidente y el secretario del Tesoro Paul O Neill.
La inestabilidad de la región podría agudizarse si triunfa «Lula» en Brasil, hizo notar Ruckauf, tras señalar la disposición nacional de seguir colaborando en las misiones de paz, en la convención de armas químicas y votando contra Cuba.
Pero la influencia del canciller no es tanta. Habló con Duhalde antes de que éste partiese a descansar a Pinamar. El final sigue abierto, avisó. Y recomendó tres caminos: congraciarse con la banca extranjera; extremar el cierre del corralito y el corralón y generar instrumentos monetarios para secar la plaza y evitar la corrida al dólar.
Duhalde cavila. No está dispuesto a tirar la toalla sin luchar, ni renunciando a sus orígenes populistas. Dio luz verde para que el mes próximo se aplique un aumento salarial fijo que tendrá la virtud de socorrer a la franja más desprotegida, pero achatará a la de los ingresos medios. Mientras las estafas se siguen sucediendo (las personas de entre 40 y 60 años que optaron por el servicio de jubilación privada están cayendo en la cuenta de la licuación de sus aportes), los «heridos» tratan de reagruparse.
El ex ministro Domingo Cavallo, víctima de una aberración jurídica, recuperó su libertad dos días en la causa por el contrabando de armas. Esta misma semana había recibido la visita de Alberto Kohan, emisario del ex presidente Menem que, como Duhalde hoy, no tuvo empacho en el pasado en proclamar: el caos o yo.
Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar
Es tan irracional, por parte de una buena porción de la sociedad, pedir que se vayan todos, como lo es que en dos días los diputados y senadores hayan resuelto, en trámite sumario, que ninguno de ellos debe cesar su mandato, con una ignorancia supina de lo que está pasando en las plataformas submarinas del país.
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