Luciano Supervielle, de Uruguay a la región

Llega a la región para presentar su flamante disco “Suite para piano y pulso velado”.

Luciano Supervielle, de Uruguay a la región

El próximo martes 13 de septiembre, a las 19, en el Cine Teatro Español, de Neuquén, hay una cita con la música y la creación de Luciano Supervielle, quien junto a su banda integrada por Javier Casalla en violín, el bandoneonista José Martín Ferres y Gabriel Casacuberta en contrabajo, darán un recital cuya primera parte será de solo piano. La gira continuará el miércoles 14 a las 22, en La Baita, de Bariloche, y el 19 en el Teatro El Tubo, de Viedma, las 19.

Su reciente compacto, “Suite para piano y pulso velado” reúne temas compuestos por Luciano, excepto “La edad del cielo”, de Jorge Drexler, y “Sabelo”, de Bajofondo. De este ensamble habrá también temas en el segundo tramo del recital, acompañado por Casalla, Ferres, Casacuberta, y de sus discos anteriores.

El encuentro con “Río Negro” ocurrió en su casa montevideana del tradicional barrio La Banqueada, donde está el estadio del Club Nacional de fobal -así dicen los uruguayos- donde se jugó el primer partido de la Copa del Mundo 1930, y en la Quinta de la Paraguaya -hoy Parque Central- José Artigas fue proclamado Jefe de los Orientales en 1811. Linda tarde para hablar de la construcción de la identidad.

“Yo no sabría decir qué estilo de música hago, pero sé que mis distintos discos son muy diferentes entre sí”, asume Supervielle, aunque aclara que “guardan algo en común relacionado con mis influencias y mi búsqueda personal en lo musical. Y, al mismo tiempo, sé que cada uno de mis trabajos y este último en particular (la Suite) también me abren nuevas ventanas y me traen herramientas nuevas para ir sumando, y seguir avanzado y creciendo como músico. Para continuar desarrollando mi estilo propio, digamos. Por eso, yo lo veo como una búsqueda. Siempre procuro encontrar ideas novedosas, nuevas facetas de un estilo que, ya te digo, es muy difícil de definir. Es algo que está en constante movimiento”.

P- Tiene una fuerte presencia rítmica, un poderoso uso de colchones sonoros, de sintetizadores y scratching (técnica de disc jockey que produce sonidos moviendo un disco de vinilo hacia adelante y atrás, sobre una bandeja, al tiempo que los entrecruza en una consola mezcladora).

R- Sin dudas, pero la realidad es que en situación de componer, cuando estoy metido en ello, no pienso en definirlo. Desde que salió la “Suite…”, hace muy poquitos días, recién ahora voy tomando distancia y un poco en función de la devolución de la gente, de los periodistas y de mis amigos al escucharlo, comienzo a definirlo, a entenderlo mejor. Ahora, cuando estoy creando, parto y avanzo en función de una idea, pero muchas veces el resultado es simplemente lo que sale. Tiene mucho de intuitivo, de inconsciente… En estos días que me estoy alejando un poquito del disco, lo veo con otra perspectiva, lo voy entendiendo de una nueva manera y es ahí cuando yo mismo aprendo y sumo otros elementos a mi estilo musical.

P- El título de tu compacto del 2011, “Rêverie”, traducido podría ser ensueño, también fantasía. Tus obras me sugieren estados de ensoñación o de vuelo fantástico, llevan a mundos internos en los que se puede navegar como en un sueño…

R- Mmm… Sí, ahí hay un juego, en varios de los temas y en el título, de referencia a una cuestión bastante poética, no? De visión de la vida, de lo diario, de las cosas que me rodean, de cómo capturarlas y darles un significado poético. Es como una búsqueda de belleza en los sucesos que nos rodean. Y creo que mi último disco tiene mucho de eso. No hay grandes ideas, grandes conceptos filosóficos detrás, es un compacto muy cotidiano, íntimo, muy cercano. Así lo planteé, después cada escucha lo recibe como quiere, pero tiene algo de visión poética de la vida (sonríe Luciano) de cada día. Creo que “Rêverie” hablaba un poco de lo mismo, del realismo mágico, de cómo un hecho cotidiano puede ser interpretado y generar inspiración, resaltar la belleza que ya existe en lo que nos circunda.

P- Poesía y belleza necesarias para bancarse realidades de estas tierras o del mundo actual que nos despierta un día con un terremoto en Italia, otro con un chico que hace estallar una bomba en una fiesta turca de homenaje a una novia, o un tunecino que se mete en la costanera de Niza con un camión, un 14 de julio, y mata a ochenta y cinco personas…

R- Hay un poco de esto. Todos tenemos, salvo en situaciones dramáticas, la posibilidad de elegir ser felices o no, como para resumir. Siempre tenemos también razones para estar tristes… Creo que es una cuestión de actitud personal. Nosotros, en el Río de la Plata, tendemos a lo melancólica y pasional y está bien que así sea, nos define también. Pero, la melancolía, la nostalgia, la pasión, el saber llorar, emocionarse, todo se puede canalizar de una forma creativa o no. Va por ahí. Cómo vivir y cómo relacionarse con los demás, con lo que nos ocurre… En el disco nuevo hay un tema llamado “Resiliencia” y tiene que ver con esto. En mi vida como en la de cualquier persona, hay razones por las que podría quedarme quieto, no hacer y paralizarme por lo malo que me ha sucedido. Pero, en cambio, intento conducirlo hacia un lugar creativo, tratando de encontrar, como te decía, la belleza.

P- Es un camino sano.

R- Exactamente.

P- Cuando te cargas todas la pálidas, algún lado del cuerpo enferman…

R- Sí, se trata también de construir y avanzar, de ver hacia adelante.

P- ¿Podés repasar el modo en que las emociones te cruzan en el escenario, como solista y en grupo?

R- (Suspira). Pasan muchas cosas diferentes. Suele ocurrirme que, antes de conciertos grandes, siento una gran presión. Componer en general y tocar en vivo, son cuestiones muy removedoras, entonces, hay que enfrentarlo y no siempre es fácil. En todos los casos, sí, es muy estimulante, muy motivador. Hace días (11-8), toqué en Buenos Aires, en la sala sinfónica del Centro Cultural Kirchner, teatro divino, estrenando un montón de las nuevas piezas. Una situación complicada de afrontar, pero súper atractiva. Atravieso cosas difíciles, hay que ser valiente y saber disfrutarlo, creo que por aquí pasa el desafío más fuerte, es clave.

P- El grupo contiene, hay abrazos, palabras que animan, dan energía…

R- Es vedad, no es lo mismo estar acompañado que solo. Se vive de modo distinto, totalmente. Cuando estoy solo, pienso en una cuestión más introspectiva de mi vida personal. Con la banda, tenemos esa comunión que decís, siempre rituales previos a tocar y para darnos confianza. Porque en el escenario se deja mucho de uno mismo. Tocar en vivo o hacer nuestra música son de las tareas más importantes de nuestras vidas, y eso está latente.

P- ¿Y al terminar, al bajar?

R- Bueno… (Supervielle vuelve a reír). No siempre salgo muy feliz del escenario y tampoco lo dejo triste. Depende cómo lo viví, si lo disfruté más o menos. Un músico en escena, casi nunca siente lo que percibe el público. Es muy común que me sienta muy cómodo, que toqué bien, y no siempre ese fue el mejor concierto para la gente. Otras veces, estoy tocando incómodo por distintas razones o por asuntos personales, porque me escucho mal o hay problemas técnicos y no lo disfruto mucho, sin embargo para el público resulta un recital fantástico. Es importante hacerlo lo mejor posible, más allá de las circunstancias hay un compromiso muy grande con lo que hago. Como te decía, tocar en vivo es de las cosas más valiosas de nuestras vidas.

P- ¿Cómo manejás la autoexigencia?

R- Soy muy autoexigente, pero con límites. No soy perfecto, hay que partir de esa base para seguir avanzando, porque si no, te autocontrolás tanto que llega un momento en que te detenés. Yo intento siempre lo mejor, haciendo discos, colaborando con otros artistas, invitado en cualquier cosa, me lo tomo muy en serio siempre porque es a lo que me dedico y es mi pasión, una necesidad. La música tiene ese rol en mi existencia. Pero sé que nada es perfecto y cuando saco un disco, digo que se terminó, hay cosas para mejorar. La autoexigencia es fuerte, pero no tanto como para impedirme avanzar.

La música grabada no se detiene ahí… A medida que la toco, sigue evolucionando y en este caso en particular, además del compacto estoy sacando un libro de partituras que apunta a una vuelta más de tuerca de su material cuando otro se adueñe de los temas. Al interpretar una obra la hacés propia, es tuya. El intérprete se posesiona de la música que escribió otro, intenta captar la idea del compositor, pero pone mucho de sí. Una vez grabada, deja -en cierta medida- de pertenecerme. Cada quien la entiende, la percibe a su manera, y ya escapa de mis manos.

Luciano Supervielle,

una biografía breve

Luciano Supervielle nació el 30 de octubre de 1976 en París, de madre francesa y padre uruguayo, por entonces en el exilio. Su vida transcurrió entre Francia, México y Uruguay. A sus cuatro años, la familia se mudó a México. Ya en Uruguay, una tía le regaló un piano que le dio el impulso inicial. A los quince tuvo el teclado con sequencer para experimentar y componer por pistas. En Montevideo conoció a Casacuberta, inicio de una amistad y una sociedad musical cuyo punto más alto en esos días fue Plátano Macho, con quien editó “The perro convention” (98). Durante los 90, fue partícipe importante de la escena hip-hop de la Banda Oriental. En 2001 volvió a Francia para estudiar piano, composición y crear la mayoría de las canciones de “Supervielle”, su primera placa, presentada en Argentina, Brasil, Colombia y Europa. Posteriormente, junto a Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico, formaron Bajofondo Tango Club, cuyo disco inaugural, “BjTC” (2002), incluye sus obras “Forma”, “Ese cielo azul” y “Perfume”, donde canta Adriana Varela.

Luciano Supervielle tocará el martes 13 en el Español de Neuquén; el miércoles 14, en La Baita, de Bariloche; y el 19, en El Tubo, de Viedma.

“En el Río de la Plata tendemos a lo melancólico. Pero la melancolía, la nostalgia, el saber llorar, emocionarse, todo se puede canalizar de una forma creativa o no. Va por ahí”,

reconoce Luciano Supervielle.

Datos

Luciano Supervielle tocará el martes 13 en el Español de Neuquén; el miércoles 14, en La Baita, de Bariloche; y el 19, en El Tubo, de Viedma.
“En el Río de la Plata tendemos a lo melancólico. Pero la melancolía, la nostalgia, el saber llorar, emocionarse, todo se puede canalizar de una forma creativa o no. Va por ahí”,

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