Macri redefine su estrategia

Mirando al sur

La cumbre que tendrá lugar a partir de mañana en el complejo turístico de Chapadmalal y el periodismo bautizó como un “retiro espiritual” del gobierno de Mauricio Macri estaba prevista para un escenario político diferente al que enfrenta en estos días la Casa Rosada. Ahora esta convocatoria destinada a evaluar el primer año de gestión estará obligada a revisar no sólo el funcionamiento y coordinación del gabinete nacional, sino la perezosa marcha de la economía y la relación con la oposición peronista de cara a las elecciones legislativas del 2017.

El cambio de escenario fue precipitado por la decisión de la mayoría de los gobernadores del PJ de no apoyar el uso de la boleta única electrónica (BUE) en los próximos comicios. Este revés político descolocó al oficialismo, que había incluido al proyecto en las sesiones extraordinarias del Congreso a cambio del acuerdo con la oposición para tratar en diciembre la ley de emergencia social por tres años para crear 200.000 planes de trabajo (a un costo fiscal de $ 30.000 millones) y negociar cambios en el mínimo no imponible y las escalas de ganancias, que podrían dar lugar a nuevos impuestos. Todo esto corroboró que ya está en marcha la campaña electoral para el 2017, durante la cual el peronismo definirá su futuro liderazgo y cada vertiente busca posicionarse a costa del gobierno. De hecho, el rechazo a la BUE proviene del sector más conservador de los gobernadores del PJ, la CGT apoya la emergencia social promovida por los movimientos piqueteros que tomaron distancia del kirchnerismo y la flexibilización de Ganancias fue planteada por el Frente Renovador de Sergio Massa, que busca captar votos peronistas y de independientes desencantados con el macrismo. A su vez, el kirchnerismo aspira a conservar un 30% de apoyo en el conurbano bonaerense apostando a amplificar los traspiés del oficialismo.

Está descontado que la reunión de Chapadmalal incluirá puertas adentro un debate sobre este reciente revés político. Es cierto que, con minoría en las dos cámaras del Congreso, el gobierno de Macri no tiene alternativa a negociar con la oposición. Esto le permitió avanzar en cuestiones clave para la gobernabilidad, que van desde el fin del default y la reapertura del crédito externo, hasta los acuerdos con los gobernadores para la devolución escalonada del 15% de coparticipación y con la CGT de la deuda del Estado con las obras sociales sindicales, pasando por la integración de la Corte Suprema y la aprobación del blanqueo para pagar deudas a jubilados. Pero también lo es que, a medida que se acerquen las elecciones, el costo de los acuerdos tenderá a elevarse y, por ende, a reducir la ventaja de competir con un peronismo dividido. De ahí que sea probable una estrategia de transferirle a la oposición el costo político de trabar iniciativas del oficialismo, como la BUE o la reforma del régimen de ART para bajar costos laborales.

Otra cuestión que será motivo de autocrítica es la situación económica, que también es clave para las chances electorales del oficialismo. A esta altura es evidente que el gobierno cometió el error de anunciar simultáneamente objetivos y plazos: la reactivación prometida para el segundo semestre no se produjo y este año cerrará con una baja del orden de 2% en el PBI y una suba de 40% en la inflación. Y aunque las estimaciones privadas prevén una mejora para el 2017, su magnitud no está clara, ni la perspectiva es perceptible para gran parte de la población.

Aquí afloran los problemas de coordinación dentro del gobierno. Para no depender de un “superministro”, Macri dividió el área económica en seis ministerios que rara vez interactúan entre sí y reportan a dos vicejefes de Gabinete. Pero en la práctica las decisiones más importantes recaen en el propio presidente y no siempre resultan consistentes. Con las subas de tarifas, los errores fueron inocultables y dispararon la inflación entre abril y mayo cuando en los discursos se prometía una baja, lograda luego a costa de altas tasas de interés. Después, la ansiedad oficial por reactivar la economía hizo que en octubre el gasto público se disparara 55% interanual y difícilmente se desacelere en los últimos dos meses del año. El problema es que el déficit fiscal es financiado mayormente con endeudamiento externo, cuyo costo para la Argentina superará el 5% anual en dólares debido al “efecto Trump”. Otro tanto ocurre con una decena de provincias. Por su parte, el BCRA volvió a quedar bajo presión oficial para bajar las tasas. Pero si bien la inflación se viene desacelerando, en noviembre y diciembre apunta a una tasa anualizada de 24%, por encima de la meta oficial de 17% para el 2017. Paralelamente, el gobierno optó por estimular el consumo a través de varias medidas. Entre ellas, la exención de Ganancias del medio aguinaldo, el plan Ahora 18 hasta marzo y el pago del bono de fin de año, que será dispar en alcances y montos tanto en el sector público (nacional y provincial) como en el privado. Aun así, la intención oficial es que quienes lo perciban negocien las paritarias del año próximo en base a la inflación futura.

Estas decisiones dejaron en segundo plano el objetivo de basar el crecimiento económico en el aumento de la inversión, quizás porque en este terreno los resultados se verán selectiva y progresivamente. De hecho, en la región pampeana se pronostican cosechas récord, pero el propio ministro de Agroindustria acaba de admitir que la reactivación del campo no alcanza para recuperar el crecimiento del PBI. Por eso el gobierno triplicó las licitaciones de obras públicas para impulsar la construcción y a la vez constituyó una comisión tripartita de monitoreo para evitar demoras. En cambio, viene lento el ritmo de la inversión privada, local y extranjera. Salvo en empresas con proyectos en marcha o nichos de alto potencial (energías renovables), el resto depende de las perspectivas económicas y políticas para el 2017. Nadie está demasiado seguro de que en los próximos meses no sigan aflorando iniciativas populistas que desemboquen en nuevos o mayores costos.

De ahí que en la cumbre de Chapadmalal el desafío para el gobierno de Macri vaya más allá de algunos cambios de nombres. Tras un año de magros resultados, tendrá que reordenar el discurso para encarrilar las expectativas económicas. El blanqueo podría significarle un alivio de corto plazo para la recaudación y una inyección de capitales a más largo plazo en el circuito económico formal. Sin embargo, en la agenda oficial casi no se habla de una reforma tributaria para eliminar o reducir impuestos distorsivos y estimular la inversión, supeditada además al incierto futuro de los costos financieros, laborales, energéticos y logísticos.

A medida que se acerquen las elecciones, el costo de los acuerdos tenderá a elevarse y, por ende, a reducir la ventaja de competir con un peronismo dividido.

En la cumbre de Chapadmalal el desafío para el gobierno va más allá de algunos cambios de nombres. Tras un año de magros resultados, tendrá que reordenar el discurso.

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A medida que se acerquen las elecciones, el costo de los acuerdos tenderá a elevarse y, por ende, a reducir la ventaja de competir con un peronismo dividido.
En la cumbre de Chapadmalal el desafío para el gobierno va más allá de algunos cambios de nombres. Tras un año de magros resultados, tendrá que reordenar el discurso.

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