Macri se defiende
Mauricio Macri entiende que, siempre y cuando logre figurar entre los candidatos presidenciales cuando se celebren las próximas elecciones, su destino político dependerá de la ciudadanía del país. Así las cosas, tiene sentido su decisión de pedir su propio juicio político, ya que, con tal que supere los obstáculos que sus adversarios están poniendo en su camino, le permitiría desempeñar el papel provechoso de víctima de una maniobra típicamente inescrupulosa que fue urdida por el ex presidente Néstor Kirchner, lo que, si todo sale como ha previsto, serviría para hacer de él la alternativa lógica a un matrimonio que ha conseguido despilfarrar buena parte del capital político que supo conseguir antes de estallar el conflicto con el campo. Según los escépticos, no lo ayudaría mucho triunfar en un juicio político porque sería atribuible a la solidaridad de los legisladores porteños de PRO y porque pocos votarían a favor de un candidato procesado, pero el dirigente apuesta a que, por estar tan desprestigiada la Justicia y tan difundida la convicción de que muchos jueces obedecen sin chistar a los Kirchner, lo que en otras circunstancias sería una desventaja insuperable podría resultarle innocuo. Asimismo, Macri tiene motivos para creer que la hostilidad manifiesta hacia él de otros políticos opositores como Elisa Carrió y Aníbal Ibarra y la escasa voluntad de respaldarlo de otros no necesariamente lo perjudicarán. Antes bien, podrían darle una oportunidad para diferenciarse de lo que Cristina calificó del “rejunte opositor” cuyas deficiencias han sido tan evidentes a partir de las elecciones legislativas del año pasado. La mayoría de los políticos se ha mostrado tan interesada como los kirchneristas en hacer leña del árbol supuestamente caído que es Macri, lo que no llamaría demasiado la atención si hubiera pruebas contundentes de que aprovechó su poder y el dinero de los contribuyentes para formar un servicio de espionaje propio, pero, a juzgar por las acusaciones que se han formulado, no se trata de nada parecido. En una sociedad en que se da por descontado –con razón o a raíz de una psicosis colectiva– que hay docenas de organizaciones, muchas vinculadas con el gobierno nacional, que se dedican al espionaje, a las escuchas telefónicas y a los trucos sucios relacionados con tales actividades, aun cuando Macri haya querido saber en qué andaba su cuñado, además de un miembro de una asociación de deudos de las víctimas del atentado contra la sede de la AMIA, la transgresión así supuesta no sería motivo de mucha alarma. Puesto que podría resultar que todo haya comenzado con un intento del padre de Macri de proteger sus propios intereses económicos y los de su hija contratando a policías dispuestos a actuar como detectives privados, parecen un tanto exagerados los esfuerzos de los adversarios del jefe de Gobierno porteño por hacer pensar que es una especie de capo mafioso. De todos modos, en vista de la situación en que se encuentra, Macri ha elegido la mejor opción, o por lo menos la menos mala. Renunciar con el propósito de someterse mansamente a la versión kirchnerista de la Justicia, como preferirían los muchos que lo consideran ya un rival político peligroso, ya un “derechista” y por lo tanto un personaje siniestro, significaría el fin indecoroso de su carrera política. En cambio, luchar contra el destino que otros le han reservado podría permitirle transformar lo que comenzó siendo un revés demoledor en una oportunidad para protagonizar un drama en el escenario nacional. Es posible que de resultas de su actuación la ciudadanía decida que no cuenta con las cualidades necesarias para erigirse en presidente de la República. De ser así, será mejor que los votantes tengan la oportunidad de juzgarlo –en el sentido no jurídico de la palabra– bien antes de la próxima jornada electoral. En décadas recientes se han elegido demasiados presidentes en base a una imagen hábilmente confeccionada por expertos en la materia que, como pronto se haría evidente, no tenía mucho que ver con la persona de carne y hueso que pronto se trasladaría a la Casa Rosada. Gracias a los adversarios de Macri, la ciudadanía podrá aprender, antes de que sea tarde, algo más sobre el carácter de un precandidato presidencial que, a pesar de la voluntad de los decididos a marginarlo de la contienda, aún se niega a tirar la toalla.
Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 768.803 Director: Julio Rajneri Co-directora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Domingo 25 de julio de 2010
Mauricio Macri entiende que, siempre y cuando logre figurar entre los candidatos presidenciales cuando se celebren las próximas elecciones, su destino político dependerá de la ciudadanía del país. Así las cosas, tiene sentido su decisión de pedir su propio juicio político, ya que, con tal que supere los obstáculos que sus adversarios están poniendo en su camino, le permitiría desempeñar el papel provechoso de víctima de una maniobra típicamente inescrupulosa que fue urdida por el ex presidente Néstor Kirchner, lo que, si todo sale como ha previsto, serviría para hacer de él la alternativa lógica a un matrimonio que ha conseguido despilfarrar buena parte del capital político que supo conseguir antes de estallar el conflicto con el campo. Según los escépticos, no lo ayudaría mucho triunfar en un juicio político porque sería atribuible a la solidaridad de los legisladores porteños de PRO y porque pocos votarían a favor de un candidato procesado, pero el dirigente apuesta a que, por estar tan desprestigiada la Justicia y tan difundida la convicción de que muchos jueces obedecen sin chistar a los Kirchner, lo que en otras circunstancias sería una desventaja insuperable podría resultarle innocuo. Asimismo, Macri tiene motivos para creer que la hostilidad manifiesta hacia él de otros políticos opositores como Elisa Carrió y Aníbal Ibarra y la escasa voluntad de respaldarlo de otros no necesariamente lo perjudicarán. Antes bien, podrían darle una oportunidad para diferenciarse de lo que Cristina calificó del “rejunte opositor” cuyas deficiencias han sido tan evidentes a partir de las elecciones legislativas del año pasado. La mayoría de los políticos se ha mostrado tan interesada como los kirchneristas en hacer leña del árbol supuestamente caído que es Macri, lo que no llamaría demasiado la atención si hubiera pruebas contundentes de que aprovechó su poder y el dinero de los contribuyentes para formar un servicio de espionaje propio, pero, a juzgar por las acusaciones que se han formulado, no se trata de nada parecido. En una sociedad en que se da por descontado –con razón o a raíz de una psicosis colectiva– que hay docenas de organizaciones, muchas vinculadas con el gobierno nacional, que se dedican al espionaje, a las escuchas telefónicas y a los trucos sucios relacionados con tales actividades, aun cuando Macri haya querido saber en qué andaba su cuñado, además de un miembro de una asociación de deudos de las víctimas del atentado contra la sede de la AMIA, la transgresión así supuesta no sería motivo de mucha alarma. Puesto que podría resultar que todo haya comenzado con un intento del padre de Macri de proteger sus propios intereses económicos y los de su hija contratando a policías dispuestos a actuar como detectives privados, parecen un tanto exagerados los esfuerzos de los adversarios del jefe de Gobierno porteño por hacer pensar que es una especie de capo mafioso. De todos modos, en vista de la situación en que se encuentra, Macri ha elegido la mejor opción, o por lo menos la menos mala. Renunciar con el propósito de someterse mansamente a la versión kirchnerista de la Justicia, como preferirían los muchos que lo consideran ya un rival político peligroso, ya un “derechista” y por lo tanto un personaje siniestro, significaría el fin indecoroso de su carrera política. En cambio, luchar contra el destino que otros le han reservado podría permitirle transformar lo que comenzó siendo un revés demoledor en una oportunidad para protagonizar un drama en el escenario nacional. Es posible que de resultas de su actuación la ciudadanía decida que no cuenta con las cualidades necesarias para erigirse en presidente de la República. De ser así, será mejor que los votantes tengan la oportunidad de juzgarlo –en el sentido no jurídico de la palabra– bien antes de la próxima jornada electoral. En décadas recientes se han elegido demasiados presidentes en base a una imagen hábilmente confeccionada por expertos en la materia que, como pronto se haría evidente, no tenía mucho que ver con la persona de carne y hueso que pronto se trasladaría a la Casa Rosada. Gracias a los adversarios de Macri, la ciudadanía podrá aprender, antes de que sea tarde, algo más sobre el carácter de un precandidato presidencial que, a pesar de la voluntad de los decididos a marginarlo de la contienda, aún se niega a tirar la toalla.
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