Maldito ajuste

Acostumbrados a los sermones que transmiten el pensamiento único con el que se nos martilla, los argentinos hemos escuchado –cual letanía– que nunca más vamos a “ajustar” nuestra economía. Pase lo que pasare. Porque “ajustar” no es políticamente correcto. Quizás porque sea corregir errores previos, lo que pocos están dispuestos a admitir, por mayúsculos y caros que sean. No obstante, seguramente para sorpresa de propios y ajenos, Cuba ha decidido, de pronto, “ajustar”. Fuertemente, además. Y sin ocultar –ni disimular– lo que pretende hacer, porque es imposible. Ocurre que, como lo acaba de admitir el propio Fidel Castro, el socialismo (como “modelo”) no sirve ni siquiera en Cuba. En rigor, ha postergado dramáticamente al pueblo de Cuba, sumiéndolo en el atraso a lo largo de cinco décadas. Cualquiera sea la medida empleada para acreditar la postergación. Tan así es, que Cuba acaba de anunciar que eliminará (el año que viene) nada menos que medio millón de empleos públicos. Sus titulares perderán el trabajo al que creían tener derecho vitalicio. Y allí no explotará –como respuesta– una ola de huelgas paralizantes cuyas consecuencias caigan sobre los hombros de todos. En Cuba eso no está permitido. Y se paga con la cárcel. El ajuste será tremendo. De los once millones de cubanos trabajan (o simulan que lo hacen) algo menos de cinco millones. Unos 4,1 millones (el 80% de la fuerza laboral) trabajan para el Estado. Son empleados públicos, entonces. A la manera de Santa Cruz. Sólo medio millón de personas depende de su propio esfuerzo, con actividades en el sector privado. Ciento cuarenta mil trabajan “por cuenta propia”. El resto lo hace principalmente en cooperativas. Para Raúl Castro, uno de cada cuatro empleos públicos sobra. El 25% está, entonces, de más. Por eso empieza por cortar el 12% del empleo público. Para atender a los despedidos (que cobrarán una indemnización de un mes por cada año de servicio, sin seguro de desempleo) se agrandará el “sector privado”. Se dice que en octubre próximo se sancionará una legislación que permitirá arrendar casas, adquirir taxis, establecer cooperativas agrícolas o de servicios y hasta contratar personal y pagar salarios (anatema, para los comunistas cubanos “puros”). Fundamentalmente se apostará a la agricultura y a la construcción como dinamizadores. Para Cuba esto es un cambio imprescindible, desde que en las últimas décadas la mayor parte de las tierras fértiles ha estado abandonada, importándose la comida. Queda claro que cuando en 1968 se decidió “nacionalizar” hasta los más pequeños negocios privados se cometió un gigantesco error. A medida que se avance se advertirá que hay muchas equivocaciones más. Como ocurrió en China, hoy grande gracias al “maldito capitalismo”, que le permite reducir la pobreza de cientos de millones de almas que de otro modo habrían quedado postergadas. Aquello de “maldito ajuste” no se puede decir en Cuba. Porque supone el riesgo de ser rotulado como “disidente” y parar con los huesos en la cárcel. (*) Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

EMILIO J. CáRDENAS (*)


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