Malentendidos

Hasta la misma Hebe de Bonafini criticó el pálido accionar de "la senadora". EE. UU. tomó a Brasil como aliado estratégico para el desarrollo de biocombustibles.

Cosas de la fijación de las prioridades comunicacionales del gobierno a favor del «Operativo Instalación», o quizás simplemente fruto de algún desorden informativo, la página de internet de la Presidencia de la Nación seguía mostrando el sábado por la mañana como el hecho más saliente de la jornada anterior a Cristina Fernández de Kirchner junto al ministro candidato francés Nicolás Sarkozy, en una foto posada antes o después de la magra reunión que tanto le costó conseguir a la viajera, allá en París.

Recién abajo del título principal de la Home, donde se caracterizaba a Fernández como «la» senadora, aparecía en un cuerpo menor la novedad de que «Thomas Shannon visitó la Casa de Gobierno». Más allá del desliz de protocolo, que llevó a ningunear nada menos que al hoy virtual número dos del Departamento de Estado, Nicholas Burns, jefe de Shannon y cabeza de la delegación estadounidense que visitó la Argentina, la prioridad informativa del gobierno estuvo puesta toda la semana por sobre todo en resaltar oficialmente el periplo parisino de «la primera ciudadana».

Tanta enjundia fotográfica y televisiva a nivel local (la senadora llevó a Francia una corte de camarógrafos y técnicos) no se correspondió con los sofocones que dicen haber sufrido los periodistas de medios gráficos argentinos que intentaron cubrir la visita. Nada menos que el corresponsal de un diario local afín al gobierno se quejó por radio del maltrato que recibieron los cronistas de parte de un sistema de prensa «similar al que regía en los países del Este antes de la caída del Muro de Berlín», apabulló.

Los medios franceses, que no entienden los códigos de funcionarios públicos cerrados a la simple mecánica de preguntar y responder, casi ignoraron a la visitante. Hasta Hebe de Bonafini hizo sentir sus críticas por el poco despliegue que había tenido la firma del Tratado sobre Desaparición Forzada de Personas: «Cristina debió haber atendido más a los periodistas para darle publicidad al Tratado. Era algo histórico y salió muy poco en los medios», disparó desde otro lado. Mientras el aparato oficial se preocupaba por difundir imágenes, el Presidente tuvo que salir a poner la cara en un par de discursos sobre cuestiones más que controvertidas.

En el caso del INDEC, Néstor Kirchner defendió la potestad que tiene de cambiar funcionarios en los organismos, en un párrafo que desde la interna de Economía dicen que debería repasar también el secretario Guillermo Moreno («yo no voy a permitir que en este país… haya un gobierno de burocracias o de gerentes. Si tenemos que hacer cambios, los vamos a hacer»). Pese a la contundencia, poco aclaró sobre las alteraciones metodológicas que le aconsejaron hacer los burócratas propios y que le permitieron al gobierno mostrar una pequeña victoria numérica. Aunque finalmente la miopía de esos mismos funcionarios minara la credibilidad del gobierno ante la gente y le haya dejado al Presidente un sabor político más que desagradable.

Sin embargo, la mayor amargura de la semana se la llevó cuando se filtró la noticia de la presión del embajador de los Estados Unidos, Antonhy Wayne, a través de una carta a Julio de Vido y a favor de un fondo de inversión de su país, Eton Park, comprador de la mitad de la transportadora de electricidad (Transener) que aún manejan los brasileños de Petrobras. Nada lo molestó más a Kirchner que la comparación periodística que se hizo con el Swifgate, y por eso salió a defender la «cristalinidad» de su gobierno y arremetió contra los Estados Unidos, aún a costa de avanzar en lo que después se dio en llamar diplomáticamente un «malentendido».

Lo cierto es que la carta existió, que en la misma no había ninguna referencia a tráfico de influencias ni a situaciones sospechosas y que el gobierno argentino reconoció que Wayne estaba cumpliendo con su trabajo de gestor de las empresas de su país. Así quedó aclarado frente a Burns y Shannon el viernes, lo que le da marco a la definición de «relación madura» que planteó, tras la entrevista, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

Sin embargo, la presencia del tándem estadounidense estuvo signada por dos gestos que se movieron de modo paralelo a la visita en sí misma. Por un lado, el gobierno argentino les obsequió el mismo viernes a los estadounidenses con un dictamen de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, que rechaza la venta de 50 por ciento de las acciones de Citelec, la empresa cuyas acciones tiene Petrobras y que es la controlante de Transener. Para compensar la balanza, tras muchos meses de dormir en un cajón, el presidente firmó también el viernes el decreto reglamentario de la Ley de Biocombustibles, casi la razón central del viaje de Burns a Brasil y la Argentina.

Fue una contraprestación hacia los visitantes, aunque los hechos demuestran que a la Argentina le cuesta distinguir las cuestiones estratégicas: la ley 26.093 fue sancionada en mayo del 2006, aún falta conocer la letra chica que deberá reglamentar la secretaría de Energía y no se conocen todavía equipos trabajando al respecto, según comentan asesores del Congreso. Hace unos días, el presidente George Bush planteó que su país deberá reducir 20% el consumo de gasolinas en diez años. Se habla inclusive de volver a instalar plantas nucleares. Pero ocurre que los Estados Unidos son los principales productores de etanol del mundo, en su caso derivado del maíz, y entonces este tema pasó a ser considerado prioritariamente dentro de la agenda de «seguridad nacional». De allí que a Brasil haya viajado el principal experto del área, que no está ubicado en la secretaría de Comercio, sino en el Departamento de Estado, Greg Manuel.

En cuanto a la gira de los funcionarios estadounidenses y a la preeminencia brasileña en la región, sobre todo por el poderío económico, hubo otro hecho que no pasó inadvertido para el mundo diplomático. «Bush viaja a San Pablo, no a Brasilia, y saltea la Argentina. Estos muchachos, tres días en Brasil, uno aquí… y Manuel no vino», se comentaba el viernes en los corrillos del CARI, donde Burns dejó, sin embargo, algunas pistas al respecto. «Queremos desarrollar este mercado en América Latina y admiramos a Brasil por el uso del etanol. Estamos tratando de ser sus socios y le ofrecemos lo mismo a la Argentina», dijo el diplomático.

Es evidente que en este contexto de necesidades, la administración Bush ha puesto a Brasil a la cabeza y le ofrece a la Argentina ese alineamiento y no el de Venezuela, proveedor de petróleo y dolor de cabeza político por sus modalidades y alianzas internacionales.

En la descripción que hizo de América Latina, Burns estuvo más que crítico sobre este país, con una descripción que no trascendió mucho, pero lapidaria para el gobierno de Hugo Chávez: «queremos ayudar, como lo hace la Argentina, a (Evo) Morales y tenemos la misma política con el presidente Correa (Ecuador), pero no nos acercamos a gobiernos radicales de extrema izquierda como Cuba y Venezuela». Sin embargo, dijo comprender las necesidades económicas y financieras que tiene la Argentina de estar cerca del líder bolivariano, «pero nosotros no tenemos que centrarnos en el presidente Chávez», matizó, aunque al rato hizo una referencia laudatoria hacia la Argentina que apuntó a dos países aliados del venezolano, francos enemigos de los EE. UU.: Corea del Norte e Irán. «La Argentina es líder en la región en materia de no proliferación de armas nucleares y estamos muy agradecidos por ello», dijo Burns.

Por último, en un lenguaje de escuela de diplomacia, el visitante dejó una definición para que le quepa a quien se quiera poner el sayo en la Argentina: «la democracia no es una forma conservadora de gobierno, sino de apertura», advirtió. Este punto le permitió bajar línea: «Con la apertura, dos economías, una comunista y otra socialista, la China y la India, sacaron de la pobreza a millones de personas», explicó. Claro está, dijo, que con reglas de juego que «estimulen las inversiones y que no le cierren la puerta a las empresas».

Entonces, no quedó más remedio que pensar que éste es el segundo tropezón de una compañía estadounidense. El anterior lo sufrió el hijo de George Soros, quien quería comprar Sancor antes de que Venezuela le soplara el negocio, como paso previo para instalar una planta de biocombustibles en la Argentina, inversión que Julio de Vido anunció con bombos y platillos en ocasión del último viaje del Presidente a Nueva York. Todo tiene que ver con todo.

El «operativo instalación» de Cristina en París no dio los resultados esperados.

HUGO GRIMALDI

DyN


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