Malvinizados

Tras embestida presidencial contra Repsol-YPF, 10 provincias productoras elevaron exigencias.

Redacción

Por Redacción

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ARNALDO PAGANETTI arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

Las tendencias generales, para bien o para mal, marcan el derrotero de la humanidad. Podrá haber excepciones. Pero cuando la corriente es fuerte en una dirección, resulta temerario nadar en contra. De allí que, pese a la vacuidad que le atribuyeron sectores anti-K, la convocatoria de la presidenta Cristina Fernández para fijar posición –pacífica y diplomática– en el conflicto por Malvinas a casi 30 años del comienzo de la guerra perdida encontró eco en la mayoría del arco político opositor. Se desoyó el llamado a boicotear esa “cita a ciegas” lanzado por el titular del bloque de diputados radicales, Luis Naidenoff. Y respondieron positivamente, entre otros, socialistas del partido de Hermes Binner, el titular de la UCR, Mario Barletta; la principal espada de Mauricio Macri en el Congreso, el diputado Federico Pinedo, y enconados adversarios de los Kirchner, como el peronista disidente Francisco de Narváez y la legisladora Patricia Bullrich. No faltó tampoco el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, quien se distanció de la Rosada vaticinando, luego de ser un aliado sustancial en los primeros ocho años de gestión kirchnerista, que los terceros turnos nunca fueron exitosos. La escalada verbal, que mereció la reprobación del secretario general de las Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-moon, la desató en rigor el primer ministro inglés, David Cameron, cuando llamó “colonialista” a la Argentina durante la convalecencia de Cristina, tras su operación de tiroides. Ni lerda ni perezosa, en la dura etapa de “sintonía fina” para que no estallen las variables económicas internas, la presidenta mantuvo la iniciativa en la fijación de la agenda nacional, iniciativa de la que hoy carecen sus detractores. Y, con el apoyo de la región latinoamericana encabezada por Brasil, llevó al Consejo de Seguridad de la ONU una severa denuncia: acusó a Gran Bretaña de “cuadruplicar sus fuerzas” y militarizar el Atlántico Sur, incluso con el desplazamiento del submarino “Vanguard”, con “capacidad para descargar armas nucleares”. Las invocaciones al “diálogo constructivo” del canciller Héctor Timerman en Nueva York para negociar la soberanía recogieron adhesiones en ese foro y en la OEA. Sin embargo, y previsiblemente, todo quedó supeditado a la respuesta del Reino Unido, uno de los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad. Ban Ki-moon ofreció ser “mediador” si las dos partes se ponen de acuerdo. Sólo una, la Argentina, anticipó conformidad. Cameron, por su lado, rechazó imputaciones y reiteró que defenderá a los isleños –2.500 según la cifra difundida por la Cancillería– “si amenazan sus derechos”. Altivo, en la rueda de prensa que ofreció en Estados Unidos Timerman aseguró que procurarse el control militar en el Atlántico Sur implica para Gran Bretaña resguardar “el último refugio de un imperio en decadencia”. Y reiteró que el gobierno de Cristina, como los predecesores, está dispuesto a atender “los intereses pero no los deseos” de los habitantes de las islas. Un funcionario argentino reconoció a este diario que abroquelar el frente partidario vernáculo ordenado por Cristina se logró por encima “de diferencias mezquinas”. Agregó que tal postura unitaria no debería trasladarse automáticamente a otros temas ríspidos. Entre ellos, la lucha contra la inflación y la presión, que cada vez se irá haciendo más intensa, sobre empresas petroleras (especialmente Repsol-YPF) para que inviertan en el país con el fin de lograr el autoabastecimiento de combustible y no seguir “dilapidando” dólares importando gas y petróleo. Los más de 9.000 millones de déficit actuales desvelan por estas horas a los ministros Julio de Vido y Hernán Lorenzino. Casualmente, los dos mantuvieron una agria discusión con el titular de Repsol, el español Antonio Brufau, quien se fue de Buenos Aires sin lograr una entrevista con la presidenta. Se abrió un incierto paréntesis de 15 días durante los cuales se buscarán alternativas que le cierren el paso a la nacionalización o estatización de la compañía, como blanden los más rígidos del kirchnerismo. De Vido, del ala moderada, propuso que YPF se endeude en 4.000 millones de dólares para atender las demandas de la Argentina, pero las provincias productoras dueñas del subsuelo (con el guiño de Cristina y el empuje del secretario Guillermo Moreno) acordaron metas que deberán cumplir las compañías si no quieren perder las concesiones. “El camino del pacifismo es el mismo que transitaron (Raúl) Alfonsín, (Carlos) Menem, (Eduardo) Duhalde y (Fernando) De la Rúa”, transmitió el senador Miguel Pichetto a su par radical Gerardo Morales dándole argumentos a favor de la presencia orgánica de la UCR en el acto monopolizado por Cristina. “Se trata de defender los intereses nacionales con mesura. No incurrir en extremismos: ni chovinismo o nacionalismo violento ni miradas escépticas que conspiren contra nosotros mismos y nos desintegren como Nación”, le anticipó. Por esos carriles de prudencia debería discurrir la conversación con las petroleras, para no incurrir en fórmulas de confrontación como las que agita, por ejemplo, el gobernador de Chubut, Martín Buzzi, ex delfín del hoy olvidado Mario Das Neves.

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