Maradona: vida, muerte y resurrección
En ese fatídico Mundial, en esa tarde de un junio para olvidar, a Diego Maradona le cortaron las piernas, según propias definiciones. Pero volvió, como vuelve siempre que desbanquina, atravesado de furia y amor propio. Por esos días, Dolina dijo: «Alcanzó a volver. Fue atacado. Fue empujado hacia la equivocación, incluso. Bueno, a todo esto se sobrepuso Diego. ¡Y este regreso era un milagro!». Por supuesto que «no hubo en este caso un Tadeo Isidoro Cruz para este Fierro. Tadeo Isidoro Cruz, aquel sargento de la partida, que va a prender a Martín Fierro y que cuando lo ve batirse en inferioridad con tanto coraje, sabiendo que tomar ese partido lo conduciría a la marginalidad y al aniquilamiento, lo toma igual, y dice: 'Yo no voy a permitir que se mate así a un valiente' y toma el partido de los perdedores. No hubo ningún Cruz para este Fierro.»
La primera gran vuelta a los campos
Mundial de Fútbol USA '94. El televidente norteamericano comprendió pronto que el fútbol no sería la próxima estación del «american dream». Maradona decidiría jugar ese Mundial por expreso pedido de su gente. Después, el desgraciado final de esta película es por todos conocido.
Sin embargo, es necesario recordar cómo vivía por esas horas un país herido en su orgullo nuevamente, a través de las palabras de Alejandro Dolina: «Creía ver en el regreso de este chico a quien he admirado y he querido tanto como jugador de fútbol y como persona, el regreso de uno de los contadísimos éxitos que el hombre tiene frente al tiempo, frente a la muerte, frente a la maldad y frente a la mezquindad. Volvía Diego Maradona. Y al margen de que a uno lo ponga contento que un tipo con la 10 celeste y blanca juegue bien, había más…Mientras muchos no lo entendieron, creo que sí es un ejemplo. Es ejemplo en un país donde la aspiración de las personas es obtener un 4 para poder seguir adelante, es decir, entregar lo menos posible para recibir lo más posible. Negar la excelencia como si fuera obsesiva y demencial para conformarse con la mediocridad que permite zafar. Yo estoy muy triste. He llorado, no por el fútbol -yo desde los 11 años que no lloro por el fútbol- lloro por una estética y por una ética que vuelve a ser pisoteada por los mediocres. Decía yo en canal 13 -quizá exagerando mis sentimientos- algo que es verdadero: 'Más deseo tenía yo de ver campeón a Diego que de ver campeón a Argentina'».
Un enigma
Maradona es, por naturaleza, un enigma tecnológico. Su época coincidió con el alcance mediático que transformó compulsivamente su vida en noticia. Es el único monstruo con el que no pudo. Sucede que la gente se fascina viendo cómo la pantalla digiere personas, historias y momentos con tanta facilidad y funcionalidad, que se vuelve casi imposible determinar los límites donde dejamos de ser personas y nos volvemos en blancos.
Y en esto Maradona no fue la excepción. Nada ni nadie podría resistir a tan despiadado ángel y demonio electrónico. La televisión fue siempre la misma, nunca cambió. Ahí se cocinaron sus triunfos y derrotas, sus lágrimas, los anuncios, y cada vuelta a la vida, cada sonrisa arrancada a sus seguidores, cada mensaje emocionante llevando tranquilidad después de alguna trasnochada celebración. Maradona de frente le ha hablado a sus seguidores, ha llorado mirándolos a los ojos, le ha confiado sus deseos, y se ha hecho cargo de la mayoría de las cosas importantes que lo acechan como hombre. Una parte de la Argentina no soportó tanta autenticidad. Por eso, también se puede decir que Diego es de todos y nosotros un poco de él, porque personifica contradicciones culturales.
Cuando la debilidad hace la fuerza
La escritora Alicia Dujovne Ortiz escribió: «Los griegos, que lo entendieron todo, también comprendieron que la esencia del héroe amado por el pueblo está en su fragilidad. El punto débil característico del héroe no es negociable y carecer de fragilidad es carecer de existencia real. Porque nos conmueve que exista, y que exista sufriendo. Si no muere de muerte violenta o entre espantosos dolores, al menos, debe vivir al borde de la muerte, en una permanente agonía que nos haga temer por él.
La preocupación por su suerte es un sentimiento de tipo maternal que nos libra de la rivalidad asesina suscitada por el ídolo sin punto débil: el héroe está arriba, allá donde nosotros nunca estaremos, pero expuesto a peligros que provienen de su humanidad y lo vuelven próximo. Cuando en Nápoles, donde han heredado el sentido griego del héroe, intentaban explicarme por qué razó Maradona se había convertido en una mezcla de semidiós de la antigüedad con San Genaro y con personaje popular napolitano, me contestaban con extremada gravedad que era por su «excelencia» como futbolista, imprevisible, inclasificable, irracional, vale decir, genial y, sonriendo con picardía, sostenían que también era porque lo reconocían como propio. El talón de Aquiles de Maradona era ser fantasioso, tramposo, mujeriego, adicto y siempre caminando por la cornisa. Su arte lo elevaba por encima de todos, y su fragilidad lo convertía en el peor enemigo de sí mismo: los dos elementos fundamentales estaban dados para que los napolitanos y muchos argentinos cayeran rendidos de amor.
¿Quién amaría a un Maradona que no viviera rodando por la pendiente, al punto de que el riesgo reemplace la obligación de morir trágicamente inherente a la condición heroica?»
La historia de Maradona podría ser la gran superproducción hollywodense del siglo XXI, de eso no caben dudas. Tiene todo, un personaje único, una historia insuperable y una multitud que le hace marca personal como todo Corea en el '86. Pero probablemente Hollywood no podría narrar una historia que sinceramente refleje los sucesos que han hecho del 10, un fenómeno.
Sería distinto si esos momentos fueran reproducidos por Martín Scorsese, el buen director norteamericano que ha sintetizado en su filmografía, uno de los legados más visionarios y emocionantes de la historia del Cine. Generalmente los personajes de sus filmes giran alrededor de la segunda oportunidad que les da la vida. Un Diego al 100%. Ascensos, caídas y resurgimientos posteriores, un clásico de esta cultura.
Maradona no ha parado ni un segundo en estos últimos años. Ha vivido y se ha equivocado, pero se ha levantado.
Volvió a esquivar la muerte, recordó que tiene una familia que lo necesita y que su enorme voluntad le podría devolver lo que alguna vez los excesos le quitaron, su libertad.
MARTIN VALBUENA
En ese fatídico Mundial, en esa tarde de un junio para olvidar, a Diego Maradona le cortaron las piernas, según propias definiciones. Pero volvió, como vuelve siempre que desbanquina, atravesado de furia y amor propio. Por esos días, Dolina dijo: "Alcanzó a volver. Fue atacado. Fue empujado hacia la equivocación, incluso. Bueno, a todo esto se sobrepuso Diego. ¡Y este regreso era un milagro!". Por supuesto que "no hubo en este caso un Tadeo Isidoro Cruz para este Fierro. Tadeo Isidoro Cruz, aquel sargento de la partida, que va a prender a Martín Fierro y que cuando lo ve batirse en inferioridad con tanto coraje, sabiendo que tomar ese partido lo conduciría a la marginalidad y al aniquilamiento, lo toma igual, y dice: 'Yo no voy a permitir que se mate así a un valiente' y toma el partido de los perdedores. No hubo ningún Cruz para este Fierro."
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