Marina concurre a clases con su beba de diez meses

NEUQUEN (AN).- Marina concurre a la escuela con su beba de 10 meses. Su pareja las pasa a dejar temprano, en el carro tirado por un caballo, y después el chico continúa rumbo al basural. Allí trabaja en el reciclado de materiales. Marina tiene 16 años y este año termina la primaria, relata Cecilia Mazza. «Quiere seguir sus estudios secundarios en la escuela Nuestra Señora de la Guardia, que funciona como anexo de la escuela

Padre Fito, con orientación agropecuaria», explica.

La chica es callada y casi no levanta la mirada de sus cuadernos. «¡Le pone unas ganas! a pesar de que es una de las que vive más lejos», comenta, orgullosa, Cecilia. Ocurre que el año pasado no pudo asistir a clases por el embarazado. Marina tiene 9 hermanos, indica la maestra, y ahora vive en una pieza que levantó con su compañero, en el límite de la colonia rural Nueva Esperanza.

Como Marina, Silvia (16) y Juan (14) asisten a la escuela de la Fundación Hueche. Son parte del grupo de adolescentes mayores de 13 años que cursan la primaria. Los 9 docentes trabajan además con adultos. De hecho, Cecilia recorre la meseta en bicicleta para darles clases en sus casas, porque hay estudiantes mayores de 70 años. La acompaña la docente Cristina Rossomano.

En la escuela se dictan cursos de capacitación en actividades productivas y se brinda apoyo escolar a 120 chicos del barrio. En esa tarea colaboran otras maestras ad honórem.

Cecilia y Ramón, el maestro de carpintería, dicen que la mayoría de los chicos abandona sus estudios porque tienen que trabajar y «darle una mano a los padres». Reconocen que cuesta que concurran a clases por la distancia. «Te dicen para qué voy a estudiar si voy a terminar limpiando yuyos o en el basural». «Pero la gente tiene ganas de aprender», señalan.

A los chicos de la meseta les cuesta integrarse en las escuelas de la ciudad, porque en ocasiones los discriminan. Cecilia dice que además los contenidos tradicionales a los chicos «no les sirven».

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