Martín Caparrós: “Me duele la Argentina”
Su opinión sobre el kirchnerismo y los cacerolazos.
“Estoy muy incómodo con la Argentina, me parece que es un país que se empeña en destruirse todo el tiempo”, analiza el escritor.
El escritor Martín Caparrós dice que, a pesar de que siempre le resultó ajena esa frase que escuchaba de boca de poetas españoles cuando manifestaban que les dolía España, ahora se ve en la circunstancia de tener que decir algo parecido con respecto ala Argentina y al mismo tiempo sentirse “idiota por ello”. El autor de “Valfierno”, novela con la que ganó el Premio Planeta en 2004, y “Los Living”, Premio Herralde 2012, habló con DPA en Ciudad de México, adonde viajó para participar en II Simposio del Libro Electrónico en Español y presentar “Entre dientes”, un compendio de sus notas gastronómicas. Visiblemente delgado, el también periodista, de 54 años, viene de sufrir una enfermedad en Níger, una de sus paradas en la larga investigación que lleva a cabo sobre el hambre en el mundo. Mientras prepara su retirada de Argentina, para radicar en Barcelona, Caparrós admite sentirse “triste” por la situación de su país, donde hoy es una voz opositora al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, lo que le ha ganado, muy a pesar suyo, bastantes enemigos. –Hubo un tiempo en que a usted lo quería mucha gente, ahora eso ha cambiado, ¿cómo se siente? –Creo que es una situación bastante desdichada, porque me gusta más que me quieran a que no me quieran, pero se ve que más que eso me gusta mucho más decir lo que tengo que decir. Cuando escribo las críticas al gobierno kirchnerista, realmente no tengo ningún otro interés más que expresar las cosas que percibo y en las que creo. Me hubiera ido mucho mejor si hubiera sido kirchnerista. Para empezar yo tenía todos los boletos, era como el personaje perfecto para convertirme en un intelectual kirchnerista destacado, venía con las credenciales necesarias, había escrito los libros que correspondía, etc. Pero no puedo, porque a este gobierno no le creo una palabra. Y no es que ser antikirchnerista me haya servido, como dicen algunos, para algo, porque no trabajo para las grandes corporaciones ni nada por el estilo. –De sus dos amigos cercanos, los periodistas Jorge Lanata y Jorge Dorio, este último está en la vereda de enfrente… –A Dorio hace mucho que no lo veo. Sigue siendo alguien a quien quiero mucho y por eso me parece triste haber sabido que habló muy mal de mí en un programa de televisión, pero hace mucho que no lo veo, no es un amigo cercano sino un gran afecto histórico. –¿Jorge Lanata es su amigo cercano? –Sí, lo es. Sin embargo, hay muchas cosas de las que dice con las que no estoy de acuerdo. Si vamos a hilar un poco más fino, toda la dificultad de mi posición en Argentina es que no estoy de acuerdo con el antikirchnerismo, representado por la gran derecha argentina. Quiero hacer una crítica al gobierno de Cristina Kirchner desde la izquierda. No estoy ni con unos ni con otros. –¿Su crítica al kirchnerismo también podría venir desde el peronismo? ¿Usted es o ha sido peronista? –No, no. Hice grandes esfuerzos para ser peronista cuando militaba en la Juventud Peronista, pero no me salía. Cuando había que decir “Perón, Perón, qué grande sos / mi general, cuanto valés” se me trababan las palabras, tartamudeaba. Nunca soporté esta idea de culto a un viejo general que es la base del peronismo o que en realidad fue la base del peronismo. Porque ahora la base es la idea de a ver cómo se hace para conservar el poder a toda costa. En donde el kirchnerismo se muestra desenfadadamente peronista es en esta idea de perpetuarse en el poder, que es como la característica básica del peronismo. El kirchnerismo hace lo mismo y creo que ese es su gran error. Creo que estas marchas en Argentina son la primera reacción a eso. –¿Hubiera participado de las marchas de haber estado allí? –No estoy seguro. No quiero estar con mucha de la gente que participó de esas marchas. Ese es mi problema en la Argentina actual, que no iría a los actos de Cristina Fernández, pero tampoco estoy tan seguro de que hubiera ido a una marcha con los caceroleros de la Plaza de Mayo. Es triste. –¿Usted se siente así: desdichado en este momento de su vida? –No en este momento de mi vida, pero sí de mi argentinidad. Estoy muy incómodo con la Argentina, me parece que es un país que se empeña en destruirse todo el tiempo. Que es una especie de calesita del que no sabemos nunca por donde bajarnos y que nos lleva siempre a los mismos estúpidos errores, que no encontramos la manera de cambiar, de empezar a construir algo que valga la pena. –¿Lo pone también triste el hecho de ser maltratado en su país? –No, no es por cómo me tratan. Lógicamente, preferiría que no me puteen, pero no es eso. Es que me entristece ver cómo nos jodemos, no sabemos hacerlo mejor. Más allá de lo que me pase a mí, escucho a gente que debería decir cosas inteligentes y en cambio dice estupideces. Personas que deberían hacer cosas valiosas, no hacen nada. Es raro, nunca me había pasado. Me río de mí a veces por esa situación. Como esos poetas de la mitad del siglo XX a los que les dolía España, ¿no? Me parecía un chiste que les doliera España, te pueden doler las rodillas, pero no te puede doler España. A mí ahora me duele la Argentina y me siento idiota por ello, por supuesto.
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