Más de 300.000 chicos combaten en Latinoamérica

Los países más afectados son Colombia y Perú. Se les suministra alcohol o drogas para que vayan al frente. Las niñas se ven sometidas al acoso sexual y al abuso.

Más de 300.000 niños están combatiendo en diferentes guerras, ya sea de parte de los gobiernos o de grupos armados, en poco más de 40 países, reveló el Informe Global sobre Niños Soldado difundido por Unicef, que analiza el enrolamiento militar infantil en 180 naciones.

En América Latina, miles de niños menores de 18 años intervienen en conflictos armados, del lado gubernamental y en fuerzas irregulares. Los países más afectados son Colombia y Perú, pero también hay muchos niños en las fuerzas armadas paraguayas y en México.

Mientas tanto en El Salvador, Guatemala y Nicaragua sigue siendo un gran desafío la reintegración de los niños soldado.

La mayoría de los estados latinoamericanos establece en 18 años la edad mínima para el reclutamiento en las fuerzas armadas, voluntario o mediante la conscripción.

Cuba es el único país de la región que recluta legalmente a menores de 18 años, aunque varios países también permiten el enrolamiento a partir de los 16 años.

De todos modos, en la práctica es común que no se aplique la ley, y en particular en Paraguay y Perú se han informado casos de reclutamiento de menores de 18 años para las fuerzas armadas. Las leyes de conscripción, además, se aplican a menudo de manera discriminatoria, sobre todo entre las minorías y los pobres.

Otro problema es la brutalización de los jóvenes soldados. En Argentina, los abusos llevaron al fin del servicio militar obligatorio, mientras regularmente se reportan problemas en Bolivia, Chile, Cuba, Paraguay, Perú y Venezuela (ver aparte).

Las milicias paramilitares tienen una larga historia de reclutamiento de niños durante las guerras civiles: en Colombia, por ejemplo, más del 50% de algunas unidades paramilitares eran menores de 18 años.

Las escuelas militares también son comunes y enrolan a miles de adolescentes cada año. En países como Chile, los estudiantes son considerados miembros de las fuerzas armadas.

En el año último, 80 países firmaron el Protocolo Opcional a la Convención sobre los Derechos del Niño respecto de los menores involucrados en conflictos armados, que establece en 18 años la edad mínima para participar en hostilidades y para ser objeto de enrolamiento obligatorio o de cualquier reclutamiento de parte de grupos armados no gubernamentales.

Sin embargo, sólo cinco países lo ratificaron (Canadá, Bangladesh, Sri Lanka, Andorra y la República Democrática del Congo). Al mismo tiempo, varios gobiernos aprobaron legislaciones que suben a 18 años la edad mínima de enrolamiento, como Colombia, Italia, Sudáfrica y Portugal.

Algunos grupos armados no gubernamentales también se comprometieron a no reclutar niños menores de 18 años, como el Shan State Army de Myanmar, y otros desmovilizaron a los niños soldado, como el Frente Revolucionario Unido (RUF) de Sierra Leona y el Ejército de Liberación de Sudán.

Por otra parte, el uso de niños soldado en América Latina, Medio Oriente y los Balcanes ha disminuido, sobre todo porque terminaron algunos conflictos que emplearon menores en sus tropas (en particular las guerras civiles en América Central y el Líbano, los conflictos en los Balcanes y la guerra Irán-Irak). (Infosic-ANSA)

Son usados como mensajeros, espías o escudos humanos

Los niños soldados, algunos de los cuales son forzados a intervenir en combates desde los 7 años, no suelen recibir entrenamiento antes de ser enviados al frente.

Algunos sirven como mensajeros, otros como espías o escudos humanos, mientas en países como Myanmar se los obligó a barrer los caminos para detectar minas.

Tan pronto como tienen fuerzas suficientes para levantar un fusil o un arma semiautomática, normalmente en torno de los diez años, se los envía a la línea de batalla.

Las livianas armas modernas aumentan el problema, ya que permiten a los niños más pequeños convertirse en mortales combatientes.

Habitualmente se les suministra alcohol o drogas; son tratados con brutalidad y los castigos por sus errores o deserciones son feroces.

En Colombia, por ejemplo, la ubicación de los programas de reintegración se mantiene en estricto secreto, ya que los niños soldado afrontan graves problemas de seguridad y amenazas a su vida.

En muchos países, las niñas también son usadas como soldados, aunque en menor cantidad que los varones. En Sri Lanka, pequeñas niñas, a menudo huérfanas, han sido sistemáticamente reclutadas por los Tigres de Liberación de la Patria Tami; otras han sido empleadas como portadoras de bombas porque tienen mayores posibilidades de escapar a los controles de la seguridad gubernamental.

Las niñas, además, son las mayores víctimas de violación, esclavitud sexual y abuso, aunque también se registran casos de niños.

Las FARC colombianas tienen una política de «libertad sexual»: se hallaron niñas pequeñas con dispositivos intrauterinos, y una niña soldado de 15 años, que murió, estaba embarazada.

No escapan a este fenómeno las fuerzas armadas de países industrializados, donde las jóvenes reclutas se ven sometidas a acoso sexual y abuso. Una escuela de Washington prohibió que se acercaran los soldados de un cuartel cercano después de una investigación sobre acoso sexual a las alumnas del establecimiento.

En el ejército británico se comprobaron graves abusos a reclutas menores de 18 años, incluyendo simulaciones de ejecución y de violaciones.

«Nos distribuyeron entre los hombres y me entregaron a un hombre que acababa de matar a su mujer. No me dieron un arma, pero ayudé a los secuestros y a robar comida en los pueblos. Las niñas que se negaban eran asesinadas para servir como ejemplo a las demás», contó Grace A., secuestrada por fuerzas rebeldes ugandesas, en el informe de la Unicef.

«Armaron un juicio y la hallaron (a una niña supuestamente espía, NDR) culpable. Me ordenaron que la llevara y le disparara. Primero dudé, pero después lo hice. Para (los guerrilleros) era una prueba de mi lealtad, pero para mí no era una prueba de nada», dijo Gloria, que se unió a las FARC colombianas a los 11 años.

«Estoy marcada, y no puedo andar por la calle porque hay guerrilleros en todas partes, y me matarán. No puedo descansar, ni visitar a mi familia porque es muy peligroso», declaró Adriana, una ex niña soldado colombiana.

«Los niños son buenos combatientes porque son jóvenes y quieren mostrarse. Creen que es todo un juego, entonces no tienen miedo», dijo el comandante de un grupo armado de la República Democrática del Congo, citado en el informe de Unicef. (Infosic-ANSA)


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