Más Sapag
NEUQUÉN
HÉCTOR MAURIÑO vasco@rionegro.com.ar
Sapag obtuvo un triunfo contundente sobre una oposición que, a pesar de los esfuerzos de algunos, no logró convencer al electorado de que encarnaba la alternancia y la renovación frente a un partido que gobierna desde hace casi medio siglo. La reelección del gobernador es fruto de una gestión a la que no se puede calificar de brillante pero a la que tampoco se puede tachar de ineficaz. Después de todo, un gobernante puesto a repetir su mandato debe medirse con su propia labor, con lo que ofrecen sus adversarios y también con el pasado. Y en ese balance el saldo no es negativo para Sapag. No se trató de una victoria ajustada, 11 puntos de ventaja es un margen alto en cualquier elección. Y aunque esa performance fue más modesta que en el 2007, cuando se impuso por 13 puntos a Quiroga, también ganó en la capital –donde gestiona quien fue su principal adversario– y lo hizo por una diferencia aún mayor, lo que refuerza su acierto tanto como el revés del candidato del Frente Neuquino. Sapag protagonizó una campaña basada en una propaganda abrumadora que, como ya es tradicional con el MPN, tendió a confundir propuesta con gestión. Pero no abusó de los clichés y eludió la confrontación con sus competidores, lo que a la postre parece haberle dado resultado. Tanto como el haber evitado pegarse a la presidenta, lo que hubiera entrañado una competencia con su adversario por quién es más kirchnerista. Sapag se limitó a señalar que si ganaba haría campaña por Cristina, con lo cual envió un mensaje tranquilizador a los afiliados al MPN que están con la presidenta, pero no fue más allá para no enajenarse al sector que no la votaría nunca. Se mire por donde se mire, la estrategia desplegada por Sapag muestra una ingeniería meditada y precisa y un uso despiadado del aparato. Todo con una dosis de flexibilidad, como quedó en evidencia con la suspensión de la actividad proselitista cuando se produjo el asesinato del médico de Cutral Co y la discreta desaparición de escena en los primeros días de la catástrofe del volcán, en vísperas de los comicios. El éxito obtenido por esta estrategia realista y pragmática no alcanza para disimular, sin embargo, el hecho de que el MPN como partido realizó la peor performance de su historia: 28% de los sufragios contra el ya magro 38% del 2007. Al gobernador, el triunfo y la amplia mayoría en la Legislatura se la dieron, esta vez con mayor énfasis aún, las colectoras. Esto incluye a la que llevó el sello del MID y estuvo integrada casi exclusivamente por gente del MPN, una suerte de ‘autocolectora’ difícil de explicar razonablemente. A no ser que todo este fenómeno de franquicias políticas al revés –más que poner reciben por estar– sea un síntoma expreso de la crisis que vive el MPN. Crisis que se expresa hacia adentro en una suerte de cuentapropismo partidario y hacia afuera en la incapacidad para seguir convenciendo. Otro tanto puede decirse de la impotencia del partido provincial para retener las ciudades más importantes. Algo que después del relativo alivio experimentado en Chos Malal volvió a repetirse, esta vez en ciudades tan importantes como San Martín, Zapala y Centenario. Del lado de la oposición, la derrota dejó expuesta la incapacidad de los partidos que integraron el frente para persuadir al grueso del electorado de su aptitud para acometer los cambios que pregonan. Hay que decirlo: desde el momento en que los partidos de la oposición, a pesar de estar mayoritariamente juntos, resolvieron ir cada uno con su propia lista, el mensaje para la sociedad fue que no había tal unidad sino simple conveniencia. Farizano tuvo la virtud de marchar con el conjunto y una paciencia estoica para evitar una ruptura muchas veces justificada por inconsecuencia de sus aliados. Pero hay que admitir que desde un comienzo no ejerció el liderazgo que demandaba conducir un espacio tan amplio y con intereses tan disímiles. En ese contexto sus aliados tendieron a hacer su propio juego. La derrota en su propio terreno le agrega un timbre más dramático al revés experimentado por Farizano: su gestión no logró contentar a los sectores medios y la forma en que comunicó lo que hizo tampoco fue convincente. No estaría completa la reseña si no se contemplaran los desencuentros en el seno de la oposición que resultaron funcionales al oficialismo. Es el caso de la CC-ARI, que contribuyó a la derrota de sus antiguos aliados al constituirse en ariete del quiroguismo en la UCR. Y de Libres del Sur, que con enconada miopía eligió a Farizano de adversario en lugar de dirigir sus iras contra el hegemonismo provincial que siempre denunció. Pero la elección provincial ya es tiempo pasado. Ahora vienen la interna abierta nacional y la elección en la capital de la provincia. Por lo pronto Sapag, al día siguiente de ganar, puso a Cristina en la boleta del MPN. En el gobierno alegan que se vencía el plazo para inscribir alianzas, también que no les convenía ser la única boleta sin candidato presidencial. Pero tamaño homenaje bien podría ser la devolución por la escasa pasión del PJ para ayudar al triunfo del Frente Neuquino. Farizano conserva la iniciativa al menos en un plano: el de fijar la fecha de las elecciones municipales. Cerca del intendente dicen que éste aún no tomó la decisión de hacerlas o no junto con las presidenciales. El Frente Neuquino es solamente una sombra. Los peronistas irían con Darío Martínez y Une ya retomó la campaña de Mansilla. Quiroga amaga con volver a la UCR mientras intenta neutralizar la postulación de Burgos, que de mantenerse firme le restaría votos. El MPN tiene varios candidatos, salvo Brillo –que está con tarjeta amarilla– ninguno mueve demasiado la aguja. Con el fuerte respaldo obtenido, Sapag se puede permitir el derecho de veto y también el de poner un delfín. Es cierto que con eso no alcanza, pero es posible que la oposición lo vuelva a ayudar.
HÉCTOR MAURIÑO vasco@rionegro.com.ar
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