Mastropiero volvió para reírse de la solemnidad

Les Luthiers presentó este fin de semana en el Club Independiente de Neuquén "Todo Por Que Rías". Una vez más el excelente grupo cómico logró la carcajada y los aplausos del público, que llenó el club neuquino. Vestidos de riguroso negro, jugaron con las distintas posibilidades que ofrece la solemnidad. Una cita con un humor sutil y delirante que invita a reírse de la careta social y que mantiene a través de los años su alto estándar de calidad.

Entre las tantas obras exóticas que compuso J. S. Mastropiero, hay una que se destaca por su sensibilidad. Esa sinfonía extravagante, oda a los efluvios corporales, que han sabido interpretar años después estos maestros del arte cómico Les Luthiers. Se trata de sus «Loas al Cuarto de Baño». Una muestra de cómo el genio puede transfigurar en dulce armonía el vil olor a mierda de los baños.

Esta podría ser la cabeza de una crítica en serio. Porque Les Luthiers deambula siempre por la finísima línea que divide la solemnidad de la estupidez. En ese milímetro de territorio minado, ellos hacen «Todo Por Que Rías». Otra sutileza desde el título.

¿Cuántas veces nos ha parecido cómico o insufrible aquel personaje serio, poblado de clichés que pretenden cubrir su miedo o el desconocimiento? Ya lo dijo Fernando Savater: la solemnidad es un indicio de la estupidez, y la estupidez es el problema central de la humanidad.

Les Luthiers se ríe de nuestras miserias con un estilo que nunca ha logrado desarrollar otro grupo cómico.

En el margen opuesto de Midachi, que roba gags de los asados, las mesas familiares y la taradez televisiva, Les Luthiers avanza por las radios clásicas, los programas culturales aburridos y los deseos reprimidos que guardan todos aquellos que sangran y aman, más allá de la billetera. Un humor es más sutil que el otro, pero no por eso menos delirante. Uno usa remera, el otro frac.

Ver a Les Luthiers es pagar por encontrarse con lo mismo salvo algunas diferencias, que son las que renuevan la curiosidad del público. El compromiso creativo es lo perdurable de su performance.

Su humor tiene un estándar de calidad altísimo. Quizá recordemos con cierta nostalgia aquellos años iniciales donde el volumen de gags y de desenlaces cómicos era mayor, pero el sustento no ha cambiado. J. S. Mastropiero sigue componiendo.

«Loas al Cuarto de Baño», con una ducha ¡funcionando!, es definitivamente una obra maestra del humor.

Otro rictus al mentón del desánimo: «Radio Tertulia». Ese par de locutores pretendidamente cultos deshilacha, con su maravillosa brutalidad, siglos de conocimiento. Por supuesto, la columna vertebral de «Radio Tertulia» es la narración, análisis y comentario de «Alma de corazón», una telenovela que parece reunir lo peor de los culebrones venezolanos y brasileños. La conversación entre los locutores y el grupo inglés que compuso la banda de sonido de la telenovela es otra figura para coleccionar.

Así, con esos trajes negros y la mirada imperturbable, Les Luthiers desgrana los componentes sociales: sus instituciones y sus frases hechas. «Daniel y el Señor» es una mirada irónica de un pasaje bíblico (irónica pero no alejada de las verdades milagrosas); «Me Engañaste Una Vez Más», un golpecito al porte tanguero; «Gloria de Mastropiero», un «tangum» amoroso en clave de 2 x 4, y «Los Jóvenes de Hoy en Día», la radiografía de los mayores increpando la libertad juvenil: «¡No tienen derecho a pasarla tan bien!», grita Carlos López Puccio, después de interpretar, saltos de canguro incluidos, un rap al mejor estilo Dr. Dree.

Les Luthiers hace humor con la vida real, a veces casi sin modificarla. «Radio Tertulia» no es ni remotamente una exageración. Por dar un ejemplo, lejano, de los otros sobran. Desde hace unos días corre por los e-mail una charla entre un periodista español en un imposible inglés con una recepcionista holandesa. Nada que envidiarle a «Radio Tertulia».

¿Cuántas veces hemos visto con el rostro de piedra algunas de las situaciones más cómicas de nuestra vida? Les Luthiers nos invita a reírnos de la careta social, de lo que esconde el supuesto buen gusto y un espíritu elitista.

El frac los viste a ellos, pero desnuda a los que aplaudimos.

Claudio Andrade


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