«Me pregunto si los gremios tienen derecho a sitiar la ciudad»

Me pregunto si el descontrol y desgobierno por los que está atravesando la ciudad de Neuquén son premeditados y obedecen a oscuras internas o es el resultado de una serie de desafortunados eventos que emergen como condición necesaria de alianzas que sólo buscaron como objetivo el poder y no atender la necesidad del vecino.

Me pregunto también si alguno de los tantos funcionarios que forman la elite gobernante pensó alguna vez cuántas privaciones y penurias el vecino de la ciudad del Neuquén debe soportar al recorrer las calles que aún quedan transitables o que no estén cortadas por piquetes. Estamos en una ciudad sitiada y controlada por algunos gremios, ante la inacción y el consentimiento de nuestra clase gobernante. Sin educación, sin municipio, sin agua, sin justicia, sin cubrir los servicios indispensables para que este Neuquén, «Tierra nueva», sea el paraíso deseable que proponen los costosos afiches a 4 colores que empapelan la ciudad (o lo que queda de ella).

Hace semanas que ninguna dependencia municipal está atendiendo al «vecino», no hay servicio de riego de calles (quizás de acá surge la expresión de Neuquén «Tierra nueva»), ni de bacheo, no hay clases, no hay respuestas, hay muchos reclamos que nadie puede atender obviamente porque no se está trabajando en el municipio de Neuquén. Todos estos sectores que están paralizados (y paralizando la renta del vecino) tienen como contraprestación por ese trabajo un sueldo que se hace efectivo gracias al aporte de todo el resto de la ciudadanía que con mucho esfuerzo y menos bombos sigue trabajando y pagando impuestos, tasas, multas, gravámenes, sellados y demás cositas que pesan sobre la utilidad y el patrimonio y que mes a mes debemos pagar inexorablemente. Con estos fondos, fruto del esfuerzo privado, más las regalías, más aportes del Estado nacional se deben cubrir las necesidades del vecino.

Me sigo preguntando (ya que no tengo respuestas de una conducción autista) si los gremios estatales tienen el derecho a sitiar la ciudad y si el Ejecutivo tiene el derecho a mantener silencio y no hacer nada, ¿cuál será el derecho de las mayorías silenciosas que todos los días salen a levantar una persiana para poder llegar a duras penas a pagar toda esta batería de cargas fiscales que se transforma en el salario de estos reclamantes y esos gobernantes?, caras opuestas pero de la misma moneda al fin. ¿En este país, donde se castiga a la «renta extraordinaria» (según nuestra presidenta) con retenciones, no se debería contemplar también premiar con reintegros las «pérdidas extraordinarias»?, ya que los comerciantes y demás trabajadores de esta ciudad seguimos pagando impuestos en contraprestación de nada. Por eso, los que trabajamos todos los días arriesgando capital privado y sin la sombra protectora del intocable Estado provincial, ¿cómo debemos protestar? ¿A quién debemos pedir que nos reintegren el dinero que estamos derrochando en impuestos para nada? ¿Quá pasa si desobedezco y, en vez de cortar calles, corto la cadena de pago de mis impuestos por uno o dos meses para evitar malgastar mis esfuerzos y compensar de esa manera los servicios no recibidos y los daños sufridos? ¿Alguien o algo me defendería? ¿Quién controla esas millonarias cuentas?

Sigo pensando mientras por la ventana veo a una ciudad marrón, cubierta por la «Tierra nueva» que vuela por todos lados, y me acuerdo de las prolijas y organizadas campañas políticas donde la actual alianza gobernante se ponía la remerita y el gorrito y salía a bailar cumbias con «el vecino» y a besar a cuánto nene se ponía a su alcance en los barrios del oeste neuquino y después de la asunción y el juramento por Dios cambiaron la remerita y el gorrito por el saco y la corbata y una secretaria que siempre nos dice que el «señor está ocupado».

Eduardo Banchero

DNI 11.703.392

Neuquén


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