Medicina: ganó la corporación
Por Luis Di Giacomo (*)
Con tristeza debemos aceptar que la corporación le ganó una batalla a la sociedad, Medicina tendrá ingreso libre, lo cual significará terminar de un plumazo con una experiencia universitaria de calidad e inaugurar demagógicamente una supuesta posibilidad de estudios «para todos», que en todo caso serán todos los que quieran sin esfuerzo «entrar para estar» en la facultad en condiciones de enseñanza precaria y con un incierto futuro.
La decisión tomada por el pequeño grupo, que conforma una parte de los claustros universitarios, tiene un viso de formal legitimidad en lo que hace a los mecanismos internos de gobierno de la universidad, pero esta legitimidad comienza a hacer agua cuando advertimos intereses subalternos ligados a la finalidad de desestabilizar por cualquier medio y excusa a las actuales autoridades.
Finalmente, el derrumbe de todo valor ético y democrático de la decisión tomada se produce al advertir que amplios sectores de la sociedad en la cual está inmersa y a la cual se debe la Universidad manifestaron su oposición a los cambios e incluso los directos protagonistas, estudiantes y docentes de Medicina, tampoco acuerdan con la determinación.
Ajenos a una historia en la que la universidad fue siempre un ámbito de debate amplio, el espacio cuestionador por excelencia del poder instituido, el campo para la investigación científica y el desarrollo de las nuevas ideas, hoy los integrantes de una «mayoría automática» de consejeros votan en contra del conjunto, sin dar ni aceptar el debate.
Cabe entonces reflexionar sobre lo ocurrido y utilizar todos los medios posibles para instituir la discusión que desde adentro se niega.
La instalación de la carrera de Medicina en la UNC fue producto del esfuerzo intelectual y la firme decisión política de grupos que desde afuera de la universidad misma se propusieron crearla. Profesionales de la salud pública y privada, instituciones, entidades intermedias, gobernantes provinciales y municipales de la región fueron los artífices.
Los equipos de trabajo, constituidos a partir de la necesidad, estudiaron con racionalidad las posibilidades reales de brindar una enseñanza compleja, con predominancia de actividades prácticas, con necesidad de aparatología, centros de atención y en general toda una infraestructura extrauniversitaria que caracteriza a la carrera de Medicina. Estudiaron planes y metodología de avanzada en uso en el mundo, se formaron pedagógicamente, convocaron a otros, pusieron plata, edificios y finalmente la voluntad inquebrantable de que esto tenía que iniciarse y continuar más allá de las dificultades que se ponían desde las propias universidades, en una época en la que lo que se fomentaba era lo privado y no una iniciativa pública y comunitaria como la presente.
La Escuela de Medicina de la Universidad Nacional del Comahue surge entonces como una experiencia distinta, con códigos de funcionamiento ligados a una racionalidad diferente de la que todavía hoy sobrelleva una universidad pública argentina, cuya crisis se profundizó en los noventa. Aunque lejos de originarse en esa década, viene recorriendo un camino descendente de degradación y medianía desde la lejana 'noche de los bastones largos'.
Una universidad que ha venido oscilando entre la revolución y la reacción, donde una vez pasado el espasmo de los setenta dejó de contener en su seno (la despojaron a sangre y fuego) el pensamiento de vanguardia para defender ideas que atrasan.
Lamentablemente, en nuestra universidad se ha transformado en un dogma indiscutible el sostenimiento de lo que hace casi un siglo fueron conquistas válidas en ese contexto histórico. Sostener melancólicamente los valores de la reforma aplicados a este tiempo es pretender ignorar que en la sociedad actual el poder pasa por el conocimiento y por la capacidad de las sociedades de generar lo más avanzado del mismo en el ámbito propicio a tal efecto que deberían ser los claustros universitarios.
Una universidad que sirve de refugio a muchos que toman su actividad no como una identidad sino como una fuente de trabajo y actúan entonces corporativamente, con miedo frente a la posibilidad de cambio, defendiendo el statu quo, parece dominar en el espíritu de quienes pergeñan la reacción a lo diferente.
En este contexto nace y se desarrolla nuestra Escuela de Medicina. Su diseño curricular está basado en la práctica intensiva desde el primer año, la utilización de técnicas de enseñanza de avanzada, la conformación de pequeños grupos de alumnos con seguimiento personalizado del aprendizaje y el enfoque humanístico-social e integrador de los contenidos, por mencionar algunas de sus características. Esto ha permitido que, a pesar de sus pocos años, haya sido aprobada satisfactoriamente por organismos evaluadores y sea considerada una experiencia particularmente destacada en el ámbito de la enseñanza universitaria pública.
El éxito académico y la continuidad institucional de la Escuela de Medicina están basados en el sostenimiento de un esquema racional que, entre otras cosas, determina la necesaria existencia de un cupo máximo de estudiantes, el cual pueda ser absorbido por los centros de salud de la región que están en condiciones de recibirlos para sus prácticas. Esto es a lo que se ha puesto punto final, salvo que se genere un movimiento de opinión que obligue a los responsables del desatino a rever lo actuado.
Sirvan unas últimas precisiones para poner en cuestión en el campo de lo concreto la decisión tomada.
En primer término, a Medicina igualmente no podrán ingresar todos. Los excluidos del sistema no necesitan evaluaciones académicas para ser rechazados, tampoco los que pertenezcan a un hogar que no pueda mantenerlos en un régimen de estudio y prácticas de seis días a la semana sin trabajar podrán estudiar Medicina.
Sí podrá ingresar a hacer número, sin ningún esfuerzo, todo aquel que tenga los medios económicos para permanecer.
En segundo lugar el producto final, aunque entren más alumnos, no serán más egresados. Las estadísticas muestran el gran desgranamiento y deserción que se producen en carreras con ingreso masivo irrestricto, por lo que probablemente la cantidad de graduados sea igual en cantidad a los que se reciben con el actual sistema. Pero lo que será irreparablemente menor será la calidad de formación de los mismos.
Vayan estas opiniones desde mi lugar de médico, docente universitario, padre y dirigente político, con la esperanza de generar más voces que expresen el sentir de rionegrinos y neuquinos que debemos activamente impedir la destrucción de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional del Comahue.
(*) Legislador de Río Negro y médico psiquiatra
Luis@luisdigiacomo.com.ar
Con tristeza debemos aceptar que la corporación le ganó una batalla a la sociedad, Medicina tendrá ingreso libre, lo cual significará terminar de un plumazo con una experiencia universitaria de calidad e inaugurar demagógicamente una supuesta posibilidad de estudios "para todos", que en todo caso serán todos los que quieran sin esfuerzo "entrar para estar" en la facultad en condiciones de enseñanza precaria y con un incierto futuro.
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