MEDIOMUNDO: Epocas
No hay un hogar que te cobije. O una estación donde descansar el alma.
Son épocas en las que muerto de sed te cruzas con camellos de rostro sempiterno como si tuvieran la verdad grabada en la joroba. Te hace falta un oasis, un espejismo, justo cuando tu imaginación no posee energía para tales deslices de la fe. Son épocas en las que nadie te habla, nadie te escucha, nadie te entiende.
Curiosamente esas tempestades coinciden con momentos en los que te sientes más sensible, en los que darías un brazo por un beso apasionado y una pierna por encontrarte con alguien a quien verdaderamente le interese ser tu amigo.
Pero quién querría compartir su luna de miel en Tahití junto a un manco que para colmo anda por la vida con una pata de palo y al que le ladran los perros y las luces se apagan cuando cruza de vereda.
Es más, darías también la cabeza sólo por percibir, una vez, en tus narices, el suave perfume de la aventura y la experiencia que pudo haber sido tu perdición.
Entregarías hasta el pelo con el único propósito de conservar en el cuaderno de tus memorias, el recuerdo de una oportunidad fallida. De un batalla en la que saliste mal herido. Pero no. Esta ni siquiera es una época de grandes sacrificios o de sueños rotos.
Es la época en la que te dejas caer por los bares de los que sos habitué y -oh, casualmente- «hoy está cerrado por reparaciones».
No debes negarlo más, por estos días todos se esconden de vos. Hasta tus enemigos dejan para más adelante el ejercicio de su venganza.
Vas en redondo. Escupes al cielo. Lloras sin lágrimas. Solo vos y tu alma a contrapelo del diablo y del todopoderoso.
No me lo digas a mi, que yo no inventé este maldito circo. Como dijo Billy Joel, «nosotros no empezamos el fuego». Las cosas son del color que deben ser.
¡Qué época, hermano! Entiendo que no hablo de vos, ni de los demás, sino de mi mismo.
Recuerdo con nostalgia el tiempo en que me sentía Alejandro Magno y suponía que uno tras otro mis desafíos se rendirían frente a mí. Ahora, en cambio, no estoy seguro de nada.
Esta madrugada soñé con que éramos apenas el experimento de unos extraterrestres. Como en Matrix, deliré con que la humanidad vivía dentro de una pesadilla narcótica. Que en el fondo, sólo existe una enorme máquina que nos hace creer que tenemos una piel, una personalidad y un futuro. Cuando me desperté tuve miedo. Quizás he visto mucha tele y leído demasiadas novelas de terror, y ya ves, estos son los resultados.
Qué épocas. Qué días más extraños. Sólo una pregunta antes de partir: dime, ¿te sientes optimista?.
CLAUDIO ANDRADE
candrade@rionegro.com.ar
No hay un hogar que te cobije. O una estación donde descansar el alma.
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