Mejor, sin conocerse

Una de las características principales de esta práctica es el anonimato, ya que suele darse entre dos desconocidos que se encontraron en el mundo virtual.

Este anonimato permite poner en juego la imaginación y hasta llevar a cabo una especie de juego de rol en el que los participantes pueden jugar a ser otros, minimizando aquellas características propias que consideran negativas y haciendo hincapié en aquellas que les gustan de sí mismos.

Pero además, permite inventar las características que les gustaría tener.

Otra condición atractiva de este tipo de comunicación es la trasgresión de poder hablar (o escribir) acerca de las fantasías más alocadas en un espacio libre, sin censura y en el que se puede hablar de lo que nunca se hablaba. Además, compartir con desconocidos un personaje tras el cual uno se oculta y, la comodidad de poder hacerlo desde el asiento de la propia casa, sin exponerse de verdad.

Es la versión 2006 de los bailes de máscaras del Renacimiento, donde también existía un erotismo oculto entre los cortesanos del rey, aunque los chicos y adolescentes no participaban entonces.

El anonimato permite expresar cualquier cosa, por más extravagante que sea y vender una imagen de lo que uno tal vez quisiera ser. También, viéndolo desde otro lugar, es como jugar a ser otro y reírse con las propias ocurrencias y las ajenas.

Se comienza como un juego y a veces sirve de práctica o ensayo antes del encuentro real. También se lo usa para autoerotizarse sin salir de casa, algo así como un delivery autoerótico. De todas maneras, no es más que autoerotización o simple curiosidad, no todos disfrutan en grande con esto.

Sin embargo, las personas con personalidades adictivas, podrían llegar a apegarse demasiado a estas prácticas.

La especialista afirma haber tenido «consultas de personas tímidas o con fobia social, que tenían miedo del rechazo y recurrían al cibersexo pero su objetivo era ensayar antes de la gran función en persona»; pero también, «consultas de personas que no estaban conformes con sus parejas y se desquitaban con el chateo, una suerte de infidelidad virtual», que podía derivar en una relación extraconyugal real, o no.

«También tuve parejas de pacientes que se divertían compartiendo estos chateos con otras parejas, pero estos estaban satisfechos con lo que hacían. Hay personas que llegan a asustarse por su dependencia al chateo y consultan buscando una solución. Hay gran diversidad de situaciones enfatiza Literat y cada uno merece una atención y dedicación particular.»


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