Memoria periférica
Hay recuerdos que guardan centralidad en el escenario de la memoria. Otros, en cambio, se mantienen latentes en un perímetro lateral. Lo importante es contar con ambos cuando de recrear la historia de manera fidedigna se trata. Un buen ejemplo de esa centralidad y periferia han sido las distintas conmemoraciones acontecidas en ocasión de los cuarenta años de producido el último golpe de Estado en la Argentina. En la centralidad del recuerdo estuvo la secuencia secuestro-tortura-desaparición forzada como ingeniera del crimen de Estado. Y otro tanto lo hizo el proyecto de sociedad y Estado que trajo aparejada su materialización delictual. Nada más justo. En la periferia, en tanto, lo hicieron otros sucesos colindantes a esas piezas centrales. Entre ellos, el importante rol jugado por el activismo internacional en contra de las violaciones de derechos humanos perpetradas en nuestro país, el cual fue capaz de atenuar la represión local a partir del año 1979. Vale en tal sentido recordar que a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a quien se había impedido realizar una visita a la Argentina por algún tiempo, se le permitió concretarla en diciembre de 1978. La investigación se desarrolló durante quince días, en el año 1979, y fue considerada la más larga e intensa de las practicadas hasta esa fecha. Entonces los miembros de la Comisión entrevistaron a diversos representantes del gobierno argentino, de la población y de variadas organizaciones. Entre ellas contaron personas vinculadas a organismos de derechos humanos, sindicatos, iglesias y partidos políticos. También tomaron contacto con detenidos y recibieron testimonios de víctimas de violaciones de derechos humanos, así como de familiares de aquellas. Como consecuencia de dicha tarea, la Comisión Interamericana publicó un informe que contuvo una seria condena al régimen militar en el ejercicio del poder. En efecto, la Comisión Interamericana concluyó que, a través de acciones y omisiones, el Estado argentino, junto con sus agentes, violó muchos de los derechos humanos fundamentales reconocidos en la Declaración Americana de Derechos del Hombre, incluido el derecho a la vida, la libertad personal, la integridad y seguridad personal y el derecho a juicio. También aguardó en la periferia el pasivo rol que durante la dictadura cívico-militar desempeñaron las estructuras políticas de los partidos mayoritarios en nuestro país. No fueron los partidos políticos quienes encabezaron la oposición durante los duros tiempos de la dictadura cívico-militar. Prueba de ello resulta que en su mayoría adhirieron a los objetivos del Proceso de Reorganización Nacional y proporcionaron una buena cantidad de dirigentes para cubrir cargos diversos en el elenco gubernamental de esa dictadura. Tal como lo destaca Hugo Vezzetti, tampoco la clase política jugó un papel de relevancia a la hora de canalizar la cuestión de los derechos humanos en términos de una construcción institucional hacia la democracia. Cuenta, al respecto, la resistencia institucional de la UCR en lo que al juicio de las Juntas se tratara, en tanto intervención judicial contraria a las tradiciones de un partido para entonces representado por la figura de Balbín y su heredero político en la posdictadura, Fernando de la Rúa. La candidatura de Raúl Alfonsín fue precedida por la muerte de Ricardo Balbín, contrario a cualquier revisión de la acción de la dictadura. Por su parte, Ítalo Luder, quien compitiera desde las filas del Partido Justicialista con Alfonsín en las elecciones de 1983, había incluso rechazado la posibilidad de un escrutinio judicial de lo actuado por aquella. Quedó en la periferia y no en la centralidad del recuerdo, que la iniciativa del presidente Alfonsín fue elaborada mayormente por fuera de su propio partido, en procura de dar respuesta directa a las demandas de la sociedad en general y de los organismos de derechos humanos en particular. De ese modo, contrastó con una disposición complaciente y negociadora de la dirigencia de los grandes partidos, dispuestos a reclamar elecciones y a no hurgar en el pasado reciente. La superposición de planos, que a veces le permite al artista la reconfiguración de una trama o de una imagen, acaso sea un recurso útil para quienes deseamos indagar en el pasado colectivo. De ese modo, centro y periferia pueden hacer de piezas intercambiables, alternativas y enriquecedoras. (*) Catedrático Unesco. Profesor regular de la UNRN
Martín Lozada (*) (*) Catedrático Unesco. Profesor regular de la UNRN
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