Mezquindades

Análisis

Redacción

Por Redacción

Buenos Aires (ABA).- Sobran políticos, faltan estadistas, acertó a decir ayer un legislador rionegrino al comentar los avatares de la crisis sin fin que atrapó al gobierno, a los partidos tradicionales, a los empresarios, a los ciudadanos, en fin, al país.

En la puja por los fondos que escasean y por espacios de poder que se disputan palmo a palmo sin ninguna vergüenza, ganó la mezquindad de un sistema que privilegia el clientelismo político y posterga la vigencia de reglas claras y una estrategia definida de desarrollo productivo.

El presidente Fernando De la Rúa, arrastrando a cuestas su debilidad congénita, cedió una vez más a las presiones (de Alfonsín, Duhalde, las dos CGT) y rompió la «armonía» artificial que tan lentamente intentó instalar en su gabinete después de la derrota del 14 de octubre.

Le torcieron el brazo y se fue rumbo a Alemania y Portugal dejando la responsabilidad de recomponer la relación con los gobernadores justicialistas al jefe de gabinete, Chrystian Colombo, y de ponerle algodones a los vínculos con los sindicalistas Rodolfo Daer, Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, al ministro de Trabajo, José Dumón.

Colombo y Dumón, no es un secreto, responden como el ministro de Turismo, Hernán Lombardi y Daniel «Fino» Sartor, a las estructuras partidarias que controlan Alfonsín, en la superficie, y Enrique «Coti» Nosiglia, entre bambalinas. Bullrich, que luchaba por la «transparencia» y contra la superposición de tareas burocráticas, fue borrada del mapa.

Su salida despertó el festejo de innumerables enemigos, que incluso se animaron a presagiar que abandonó el barco antes de su hundimiento. Así lo dejó en claro el sindicalismo, que prepara una marcha para el martes 20 del corriente contra la política económica. «Vamos a reventar la Plaza de Mayo», se entusiasmó ayer el camionero Hugo Moyano (Ver aparte).

En realidad, De la Rúa hizo la concesión convencido de que, arreglando como sea con las estructuras tradicionales que lo vieron nacer, podrá llegar al 2003, meta inalcanzable, según la óptica que se anima a verbalizar en la intimidad la renunciante Bullrich.

Mientras, anoche, los tres gobernadores pivotes del peronismo (De la Sota, Ruckauf y Reutemann), más el menemista Marín, terminaban de acordar con Colombo el pacto federal, el ministro Domingo Cavallo, se lamentaba la pérdida de su aliada natural Bullrich y se preguntaba cuánto tiempo pasará antes que vayan por su cabeza, que no está dispuesto a ceder sin luchar.

Pragmáticos al fin, los peronistas se disponían a cerrar los números antes de que se les incendie sus provincias, en tanto Duhalde, tras el paso en falso dado en el congreso del sábado pasado, procuraba frenar el contraataque del menemismo, con la ayuda del alfonsinismo.

Arnaldo Paganetti


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