Mirada ácida sobre el teatro

Norman Briski, eterno creador y actor, transcurre sus días llenos de actividad. En esta entrevista critica sin anestesia el estado del teatro, el cine y la televisión.

El tiempo que representa la pieza de su autoría «Doble discurso» y prepara otra con los obreros de una fábrica recuperada, Norman Briski se refirió al universo teatral argentino y se preguntó: «No entiendo cómo Kive Staiff puede estar en el San Martín, cómo puede durar allí un personaje como él, un contador público».

«El Teatro General San Martín es el teatro del empleado-actor y se aprecia un teatro obvio en su calidad: como hay plata el actor que adolece de trabajo y de empleo se siente cómodo y últimamente se cae mucho en eso», denunció Briski.

En contraposición a esa práctica, destacó su propia labor como teatrista independiente en la sala Calibán «en donde inventé un teatro en el que puedo hacer lo que quiero».

Briski señaló que en la Argentina existen buenos directores de teatro pero «no grandes directores» y puso como otro ejemplo de acción comunitaria al Centro Cultural de la Cooperación, abierto a disímiles experiencias artísticas. Puesto a analizar el teatro actual, Briski señaló que no va a ver espectáculos ni se reúne con teatristas, «pero sí leo bastantes cosas sobre teatro; hasta ahí me aproximo, y frente a eso me parece que Tato Pavlovsky y la (Griselda) Gambaro son como dos pasos adelante en lo que significa dramaturgia».

Detrás de ellos, arriesgó, «hay una tanda en la que yo también estoy: Gorostiza, Kartun por un lado; los posmodernos por otro lado, que son los que están manejando casi todas las cosas 'administrativas' como los festivales, con los que no me llevo porque creo que anulan la posibilidad de mejores expresiones». En esa misma línea, consideró que «el teatro tiene que ser crítico o es una porquería. Yo no hago un teatro fácil en el sentido de que no se tenga que pensar, ni hago cosas vacías con apariencia interesante», apuntó.

«En algún momento -comparó- no fue así; me parece que hubo algo movilizador, inquietante, en el teatro de los jóvenes, que se daban cuenta del 'menemismo' dominante; yo vi algunas cosas que me parece que tenían que ver con eso, pero ahora he perdido contacto y por algo será».

Sobre «Doble discurso», dirigido por Ricardo Holcer y en donde comparte actuación con Mirta Bogdasarian, resaltó la importancia de su propio texto porque «me da la impresión que el teatro siempre se aprovecha para ensayar la muerte; es el único juego que permite ensayar las aproximaciones a la muerte». «Por lo tanto, seguro que yo debo utilizar este juego para una de las cosas más temidas, mías y de la gente, pero me parece que es por la capacidad del teatro de tomar lo temido; el teatro toma más lo temido que lo deseado», continuó sobre la obra que se ofrece viernes y sábados a las 21 en la sala ubicada en México 1.428. Capaz de explayarse en esas motivaciones estéticas y filosóficas, consideró que el tema de la muerte es el que permite al espectador salir de «la tontera», y por eso lo llama «el teatro de la vida, el que nos hace estar más atentos a la vitalidad y no a la estupidez».

Ni rebeldía ni rebeldes

Buenos Aires (Télam).- Del mismo modo que fue duro con el teatro argentino actual, Norman Briski se despachó contra el cine local, y dijo que fuera de obras como las de Marco Becchis («Garage Olimpo») y Fernando Pino Solanas («Memoria del saqueo»), lo demás es un «cuentito chiquitito», en tanto la TV le sirve para hacer «práctica escénica» y el público «está muy poco rebelde».

«Tampoco me interesa mucho el cine argentino que se está haciendo, donde hay algunas raras excepciones como «Garage Olimpo» o «Memoria del saqueo», pero todo lo demás me parece un cuentito chiquitito, el perro, el perro ciego, el perro rengo, no hay novedades», manifestó.

«La televisión es aún peor, pero tiene la gran ventaja de que me permite hacer práctica escénica: me gano unos mangos y hago unos experimentos, en programas como el unitario «Mujeres asesinas» o los productos de Sebastián Borensztein», expresó.

El actor y maestro de actores contó que en los años '60 «se aceptaba la experimentación sin necesidad de entender pero esperando ver qué pasaba, pero en la actualidad mucha gente tiene ganas de ver cosas pueriles».

«Habría que hablar del público -reiteró- yo sentía que lo que nosotros experimentábamos en otro momento era recibido incondicionalmente por la libertad del juego».

Briski arriesgó que al público «lo ha arruinado la historia argentina, lo han jodido tanto desde las Malvinas en adelante… Porque fue el público el que fue a reclamar a la plaza con la banderita».

«Hoy el público va al San Martín porque es un paseo, es fácil y barato y está garantizado el formato prolijo; me parece que el público está muy poco rebelde, pinchado y tampoco tiene ganas de ver mucha rebeldía en escena», sentenció.


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