Mirando a la ‘Madre Patria’

El español Miguel Sebastián Gascón «es un muy buen amigo de la Argentina».

El mismo funcionario que definió esta cercanía afectiva e ideológica que existe con el principal asesor económico de José Luis Rodríguez Zapatero, es uno de los hombres más cercanos al presidente Kirchner.

El mismo fue quien, hace unos días, levantó el teléfono y escuchó desde Madrid un consejo que puso a pensar a medio Gobierno: «esta vez no dejen de ir a Davos», recomendó el amigo español, tras el faltazo del año anterior. Sebastián, quien estará el martes en Buenos Aires acompañando al titular del gobierno ibérico, fue quien propició hace menos de un mes el viaje de Cristina de Kirchner a España, cuando la senadora estuvo por allí junto al Jefe de Gabinete, en una misión que aún conserva algunos puntos oscuros, aunque ahora luce más política que económica, como se quiso hacer pasar por entonces.

Tras descontar que la salida del default está a la vuelta de la esquina, el Gobierno reconoce hoy tener muy en claro que de alguna manera debe comenzar a despejar el notorio aislamiento internacional que padece la Argentina y cree que será más que oportuno hacerlo en el terreno que más cómodo se siente.

Por eso, un primer paso será el del «acercamiento a los amigos», desde las ideologías en común. En este aspecto, Zapatero es el líder reconocido. De allí la recepción oficial y personal que le brindará Néstor Kirchner a su paso por la Argentina, en una gira sudamericana que lamentablemente para el Gobierno debió achicarse en el tiempo, por la necesidad del visitante de volver a la Península a tratar de cerrar el problema vasco.

De estos contactos surgió una idea que está muy avanzada en el Gobierno -y el viaje de Carlos Kunkel a Santiago la semana pasada habría que inscribirlo en ese proyecto- que es la de armar un eje «progresista» entre políticos de Chile, Uruguay y Brasil y «nosotros en la Argentina», como se ufanó el mismo funcionario de la Casa Rosada. Más allá de lo ideológico, el segundo punto de la incipiente estrategia kirchnerista de salida al mundo pasa por la necesidad de no arriar banderas, pero de mostrarse como parte de una izquierda moderna y pragmática que además puertas adentro, ayude a contrapesar los problemas políticos que genera la heterogeneidad del PJ y el evidente traspié del proyecto transversal.

Es en este punto donde aparece Miguel Sebastián, apreciado por muchos en el Gobierno como un interesante espejo a mirarse. El español ha sabido mantener su independencia intelectual, pero tiene mucha llegada al mundo de los negocios, en la misma línea que el costado conservador del presidente Kirchner quiere mantener, aunque a veces su populismo lo traicione en el discurso. Este profesor de Economía de la Complutense, de 47 años, diseñó el plan económico del PSOE, cuyo centro está en conciliar una reforma fiscal que contempla baja de impuestos, con un modelo de crecimiento económico basado en la productividad, que bueno, es decirlo, le ha gustado más en su lanzamiento a los empresarios que a los sindicatos. «Pero que revierta en el gasto social», aclara por las dudas el asesor de Zapatero, para quien su meta es hacer de España, la Irlanda de la Unión Europea.

También suele decir Sebastián que «la derecha no representa el liberalismo económico», ya que las grandes liberalizaciones en España «las hicieron los socialistas». Pragmático nato, su recomendación de asistencia a Davos seguramente apunta a la necesidad manifiesta que tiene la Argentina de volver a mostrarse «aunque con culpas- en la vidriera, junto a muchas primas donnas de la política que buscan seducir a inversores, Lula entre ellos. Pero también con la necesidad de salir a contrapesar opiniones en un panel -que los organizadores titularon entre la ironía y la tristeza «El último tango de la Argentina»- que tocará el tema que hoy más le preocupa al mundo: el después.

Casi una decena de voces caracterizadas, entre ellos los argentinos Eduardo Elztain, Mario Blejer, Enrique Pescarmona y Martín Varsavsky y hasta la muy temida Anne Krueguer, aunque ningún miembro del Gobierno, calcularán cuánto tiempo puede durar la recuperación de la Argentina sin que se produzcan reformas estructurales y cuánto pasará para que se logre retornar a los mercados de capitales globales.

Un segundo gran interrogante que intentarán develar los panelistas tendrá que ver con saber si, finalmente, el país podrá vencer su afición por el crecimiento basado en la deuda y además «domesticar su impulso populista». Si la Argentina decide finalmente concurrir es de esperar que su presencia en Davos no se convierta en un conventillo, tal como sucede de modo recurrente con las salidas de delegaciones oficiales al exterior.

Lo que ocurrió la semana pasada en París resulta fiel reflejo de la vocación por filtrar a la prensa posiciones de dureza, sin animarse a exponerlas en público, y en casa, como corresponde. Así ocurrió con los trascendidos periodísticos sobre el disgusto presidencial con Guillermo Nielsen por haberle pedido disculpas a los inversores italianos o con el despegue que ahora intenta Kirchner con Juan José Alvarez, quien llegó al gobierno porteño con su augusta bendición. Y otro tanto pasó con el episodio que involucró al ministro Lavagna, aunque el titular de Economía haya tenido gran cuota de razón en endilgarle al periodismo cierta desinformación sobre el famoso porcentaje de 16 por ciento que ya se estaba negociando con Aguas Argentinas desde hace más de una semana. Nadie puede creer razonablemente que Lavagna no haya estado al tanto de la estrategia del Gobierno y que haya pretendido por las suyas dar vuelta la ecuación: «primero retiran la demanda en el CIADI, después hablamos de inversiones y por último de tarifas», transmitían los funcionarios de la Casa Rosada como secuencia a seguir en las negociaciones antes del viaje a París y es obvio que el ministro de Economía conocía las reglas de juego. Como también sabía de la bronca del Presidente con Suez, la francesa que detenta la mayoría en la concesionaria de aguas, a quien se la acusa de «un incumplimiento enorme» en cuanto a los planes de inversión. «No invierten nada, sólo se muestran en la Capital, pero en el Gran Buenos Aires nosotros invertimos más que ellos», señalaron las mismas fuentes, antes de afirmar que «o se avienen o terminamos con el contrato». El clima que tensó la cuerda en París y que hizo reflexionar a Jacques Chirac que «si hay una piedra en el zapato, mejor es sacarla», no estará presente en la visita de Rodríguez Zapatero.

No hay que olvidar que Aguas de Barcelona es dueña de 25,01% por ciento de Aguas Argentinas, aunque por muchas cosas todo indica que el abordaje del tema será diferente.

Hugo E. Grimaldi


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