Muchas miradas para un mismo drama

"Martín Bresler", de Finzi, participa de la Fiesta Nacional del Teatro, en Chaco. "Río Negro" habló con el dramaturgo y autor sobre su obra y sus proyectos.

CHACO.- El dramaturgo y autor patagónico Alejandro Finzi está en Resistencia, especialmente invitado para integrar los paneles de maestros teatrales que ven y analizan cada uno de los trabajos de la muestra anual de teatristas de Argentina.

Hombre de hablar llano, sin términos técnicos, sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas e interpretadas en festivales de América y Europa. Doctor en Literatura, Artes de la Escena y la Pantalla de la Université Laval, Canadá, radicado en Neuquén desde el 84, es docente de la Universidad Nacional del Comahue y ha dado cursos en universidades de todo el mundo.

Integró durante quince años el grupo de teatro patagónico «Río Vivo». El Festival de Cine y Culturas Latinoamericanas de Biarritz 07 dedicó su sección Teatro a su obra integral, llevando a escena «Benigar» en versión francesa de Denise Delprat.

«Un período de mi trabajo que dediqué a personajes e historias de Patagonia, precisamente por eso, tal vez, interesó en otras latitudes a otra gente», define como quitando relevancia a la trascendencia de su creación. «Qué sé yo? «Benigar», «Bairoletto (y Germinal)», «Patagonia, corral de estrellas o el último vuelo de) Saint-Exupéry», transitan un territorio como lunáticos y afiebrados, y cautivan. Cuando teníamos el grupo Río Vivo hacíamos un teatro donde explorábamos historias de la región, y la gente se reía, se burlaba, muchos ironizaban preguntando el nombre de qué calle sería mi próxima obra. Y, sin embargo, esa fue la clave del éxito y todo lo que le pasó, que viajó afuera.»

«Precisamente con «Martín Bresler» (obra que el elenco Los unos y los Notros de San Martín de los Andes ofreció en la Fiesta Nacional del Teatro), fue el primer grupo patagónico que trabajó en Europa en 1993, con una gira a Portugal».

La media tarde chaqueña acuesta perros en la sombra, vacía las calles, hay quienes entran a las heladerías para tomar sólo aire acondicionado y policías que bostezan bajo las palmeras reales.

– La trascendencia de fronteras se deberá también a que tus textos tocan cuestiones que se relacionan con las maldades del poder, las injusticias, que se padecen aquí y en todas partes.

-¿La anécdota existencial de Martín Bresler?

– Por ejemplo.

-Sí, es de una gran actualidad. Me cautiva mucho la percepción de los distintos públicos. Cuando estrenamos «Benigar» en Neuquén, se percibió la historia de un europeo lunático que se asocia con el mundo aborigen y toma la causa del pueblo mapuche. Pero cuando se hizo en Biarritz, la gente vio un personaje que luchaba contra los fundamentalismos. Interesantísimo. Me atrajo esa devolución. La hizo un grupo francés? La vieron refiriéndose a una sociedad que no es capaz de hacer lo que hace este croata: asumir la cultura del prójimo. La tomaron desde ese lugar. A mí, me deslumbró comprobar de qué manera tan diversa el teatro es capaz de ser leído. Por una parte, desde las zonas patagónicas, esos materiales dramatúrgicos pueden ser vistos por el lado de la pertenencia, de la historia común, colectiva, pero en otros lugares cambia la mirada. Eso tiene el teatro.

– Y tu escritura.

-Puede ser? Esta cosa en la que lo quieren encasillar a uno, de la región, no es así; es más grande o, en todo caso, más diversa.

 

Lo que vendrá

 

«Acabo de terminar una pieza que mi mujer dice que no me van a estrenar en Neuquén. Transcurre en el año 2017 y es la respuesta a la barbarie contra la isla 132, frente al balneario municipal. Como en el norte patagónico nos sobra el verde, lo tenemos donde queremos, infinidad de miles y miles de hectáreas de paraíso casi bíblico. Podemos darnos el lujo de tirar toneladas de cemento en una isla de 54 hectáreas. Han destruido la 132, una tierra donde estaba el vivero municipal de Neuquén, donde había nutrias, liebres, chanchitos y gallinas. Vida. En una región que tiene, desde la cordillera hasta Viedma, apenas una cintura verde para poder respirar, las autoridades políticas permitieron que se destrozase todo bajo cemento. Entonces, en unos años más, ahí habrá un hotel, un barrio privado, shopping, confiterías. Lo que debe hacer un político de verdad es impedir que eso se haga y que nuestro desierto, nuestras bardas, se conviertan en verde; Llevarlo donde no está, no destrozar lo poco que tenemos. Bueno? Escribí una obra sobre eso? Con mucho humor, muy divertida, pero definitivamente urgente», dijo.

– Algo igual ocurrió en Buenos Aires con la vieja Costanera Sur.

-Sí. Es la misma empresa de Puerto Madero que viene a hacer esto. Hace diez días estuve en Costa Rica donde me hicieron una obra, y la llevé. Me dijeron que se lee perfectamente, allá también tiran abajo la vegetación para levantar moles de concreto. Y les interesó hacerla. El texto puede abrirse a otras miradas…

 

EDUARDO ROUILLET

eduardorouillet@ciudad.com.ar


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