«Muchas veces me sorprendo de lo que hago en la

ENTREVISTA EXCLUSIVA:

Guillermo Coria

Impulsado por el fanatismo que todavía tiene, en su adolescencia jugó al fútbol. Pero su papá, profesor y apasionado por el tenis, deseaba que fuera como Guillermo Vilas. Por eso le puso el mismo nombre. A los cuatro años ya empuñaba una raqueta, su primer juguete, y participaba en los torneos en el Club Centenario, en Venado Tuerto. Al poco tiempo se ubicó entre los mejores a nivel provincial, en Santa Fe, y a los nueve años obtuvo invicto el número uno en el ranking nacional de su categoría. En su vertiginoso ascenso, en 1984, a los trece años, viajó por invitación, y becado, a los Estados Unidos para entrenarse con Patricio Apey, el coach chileno que condujo a Gabriela Sabatini, ese año, a ser campeona mundial junior. Hoy, Guillermo Coria (13 de enero, 1982) es el quinto jugador del planeta y sueña con ser el número uno en los próximos meses.

Un día antes de su boda, cuando todo aparenta sucederle a gran velocidad y puede pensarse que Coria vive horas de nerviosismo, él mismo se encarga de desvanecer esa suposición. En el lujoso Jockey Club de Rosario y al volante de un 206 gris, se encuentra con «Río Negro». Impresiona por su serenidad. Ofrece un saludo cordial y una sonrisa amplia, la misma que dibujó repetidas veces en este exitoso 2003 que lo lanzó a los primeros escalones del tenis mundial.

– El balance de esta temporada es más que positivo, ¿no?

– Sin duda que este año fue, hasta ahora, el mejor de mi vida. Espero que los que vengan sean cada vez mejores. Y si llego arriba de todo después tendré que mantenerme. Pero hay que ir de a poco. Quizás el año que viene no me vaya como este. Pero depende de muchas cosas: no lesionarte, poder entrenarme de buena manera y estar bien.

– ¿Hubo cosas que no hiciste este año?

– Siempre cuando pasan las cosas te vas dando cuenta de que si hubiese hecho tal o cual cosa me hubiese ido mejor. Pero sirve de experiencia. Por ahí el año que viene vamos a tener en cuenta de no jugar tantos torneos o jugar más. De ir a tal lado o no ir. Preparar de manera diferente o igual alguna competencia. En el 2003 se dio muy rápido y fue todo muy nuevo. Gracias a dios me fue bien. Si llego nuevamente a semifinal de Roland Garros voy a estar diferente a este año que para mí fue todo nuevo. Al principio es como que me conformaba y eso me jugaba en contra.

– ¿Haber ganado los torneos de Stuttgart, Kitzbuhel y Sopot en forma consecutiva te marcó?

– Sí, sí. De mitad de año para adelante no me conformaba con llegar a cuartos de final o una semi. Buscaba ganar todo lo que jugaba y eso me hizo cambiar la cabeza para darme cuenta de que no me tenía que conformar con llegar a la final sino con ganar los torneos. Quería ir a otro y ganarlo. Antes quizás ganaba uno y me relajaba hasta fin de año. Eso fue importante, al igual que el trabajo que hizo (Alberto) Mancini y mi preparador físico (Javier Trevisán).

– ¿Te presiona empezar el 2004 entre los cinco mejores?

– Al contrario. Quiero que a principio de año me vaya lo mejor posible para acercarme más arriba todavía. Pero defender los puntos no me presiona porque si quiero llegar tengo que ganar todas las semanas.

– ¿A quiénes ves como tus principales rivales?

– Los tres primeros: Roddick, Federer y Ferrero van a ser los más peligrosos.

Podría decirse que Coria es optimista por naturaleza. En todo momento le busca el lado positivo a las cosas que le ocurrieron en el pasado y a lo que puede ser el futuro. Por eso repasa con una media sonrisa el partido con Martin Verkerk en Roland Garros, cuando le pegó sin intención a una de las chicas alcanza pelotas. La anécdota le costó dos mil dólares de multa.

– ¿Cómo recordás el incidente?

– Es algo que también me marcó. No pude seguir jugando de la misma manera. Fue mala leche. Quise tocar la pelota, como hago en todos los partidos, que cuando no llego tiro la raqueta para joder. Ahí se me escapó, el ball boy justo salió corriendo para adelante y apenas lo toqué.

– ¿Imaginaste que te iban a matar con las críticas?

– No, lo primero que hice fue preocuparme en que a la chica no le haya pasado nada. Fue lo único que se me ocurrió. Me quedé mal por el feo momento que le hice pasar a la nena, nada más. Ni pensé en lo que se pudiera decir. Después le di la remera y estaba más feliz que nunca. Me terminó agradeciendo el raquetazo. Encima todos me decían: «ahora tirame a mí, tirame a mí».

– Tu carácter lo fuiste cambiando con el paso del tiempo.

– Y sí. Uno va sumando experiencia, por ahí al principio estás muy cebado o te metés presiones para ganar todo lo que jugás, queriendo mostrar todo tu juego. Eso creo que lo mejoré muchísimo y estoy más tranquilo. Todos los resultados que obtuve fueron por el gran cambio que hice y por el nuevo

cuerpo técnico. Porque antes no se le daba tanta importancia a eso.

– ¿Cuánto influyó lo que viviste en la Academia de tenis en Estados Unidos, con 13 años?

– Fue una decisión muy importante que cambió mi vida. Era muy chiquito, me fui solo y, al principio, me costó. Cuando pensé en irme era para probar. Me arriesgué a ver si me iba bien. Si no, volvía y me ponía a estudiar. Me sirvió para madurar, crecer y darme cuenta de que el tenis era lo que realmente quería.

– ¿Allá se entrenaba mejor?

– No. Eso depende de la actitud de cada uno y del entrenador. Allá entrené bien, pero cuando llegué a Buenos Aires lo hice de la misma manera.

– ¿Cuánto influye que Alberto Mancini sea tu coach?

– Es importantísimo tener a alguien como 'Luli', una persona que ya pasó por todo esto y que estuvo entre los diez mejores del mundo. Me transmite toda su experiencia.

– Al estar entre los mejores, ¿te surge algún temor?

– No, lo que tenés son más responsabilidades. Pero sigo entrenando de la misma manera y no pierdo de vista mi objetivo, que es ser número un del mundo. Para eso tengo que seguir mejorando. Por estar en el puesto cinco o cincuenta, no voy a dejar de hacer las misma cosas.

– Pero estar quinto no es lo mismo que estar 50.

– Obvio que me motiva más. Estoy más cerca y lo veo con más posibilidades. Pero la actitud para entrenarse y la forma de ser no deben cambiar. No hay que olvidarse de dónde viene uno. Es todo muy difícil y si no estás bien preparado te vas para atrás enseguida.

– ¿Por qué lo decís?

– Está todo muy parejo, hay una camada nueva de chicos de entre 21 y 24 años con muchísimo talento. Si no estás diez puntos no tenés chance porque todos tienen un físico impresionante que aguantan partidos larguísimos. Si salís de noche y entrás en la joda, te juega en contra. Al estar cinco en el mundo tenés todo al alcance de la mano y más posibilidades de un montón de cosas. Pero por eso digo que nunca hay que olvidarse cuál es el objetivo. Sé muy bien los sueños que tengo desde chico.

– ¿Nunca tuviste miedo de marearte?

– No, porque yo tengo todo muy en claro. Sí he visto gente que se metió entre los mejores y cambió su forma de ser. A la larga lo terminan pagando porque se van para atrás y, entonces, vuelven a cambiar. Cuando estás arriba te van a observar más y las críticas van a ser el doble. Se van a inventar cosas, se va a hablar mucho, te van a halagar hagas lo que hagas… También a veces te critican por cualquier cosa. Es parte del juego y hay que bancarsela. Tenés que estar preparado para todo y tampoco darle mucha importancia a lo que se dice. Sí darle valor a la gente cercana, que esos son los consejos verdaderos.

– Como Vilas y Clerc en su momento, hoy generás que muchos chicos jueguen al tenis ¿Sos consciente de eso?

– No, no sé si por mí. Por todo el grupo de argentinos que somos jóvenes y todas las semanas le va bien a uno u otro. Es verdad que a los chiquitos los motiva. En vez de estar en la calle o jugando a los jueguitos o perdidos por ahí, hacen deporte. Ojalá que nos miren y nos tomen de ejemplo.

– ¿Andre Agassi sigue siendo tu ídolo?

– Sí, sí. Lo admiro muchísimo por la edad que tiene y por cómo sigue trabajando para ganar todo. Es admirable. Pero el respeto dentro de la cancha ya se lo perdí. Afuera no porque es un monstruo. Las dos primeras veces que jugué era algo impactante. Me pasó en Roland Garros. Le iba ganando en el primer set, pensé un poco y e dos segundos perdí el set. Después me olvidé y jugué diferente.

– ¿Ahora van a entrar respetándote a vos?

– Creo que no hay que pensar que vas a entrar a los partidos y te van a respetar. Hay muchos que te quieren matar. Flacos que no ganan en todo el año te ganan a vos. Hay que jugar todos los partidos cada vez mejor. A mí me pasa contra Agassi, Kuerten o Moyé. Sé que tengo que exigirme más para ganarles y es otra motivación.

– Te sorprendiste alguna vez de lo que hiciste en una cancha.

– Muchas veces. Pasa con las cosas que te salieron en momentos importantes. También cuando no te sale nada. Hay partidos que son increíbles. Pero los que están arriba son los que mantienen la regularidad todo el año.

– Al ser un top ten algunas cosas cambiaron

– Sí, la gente en la calle se te acerca más. O se te quieren hacer los amigos. Eso también es parte del juego. Pero yo me manejo con los que conozco desde siempre. Sé cómo es cada uno de los que está cerca mío.

– ¿Hay jugadores que se creen más que otros?

– No voy a dar nombres pero pasa con varios. Eso depende de cada uno. A mí me sirvió ver a jugadores que se agrandaron cuando estuvieron arriba y después les fue mal. Ahí te das cuenta que no sirve. Es feo cuando uno se la cree y se olvida de todo lo que hizo para llegar. El tren pasa una vez, no va a pasar dos veces. Hay que seguir siendo siempre el mismo.

– ¿Quiénes te sorprendieron por la humildad?

– Moyé y Kuerten. No los conocí antes de que lleguen arriba, pero son gente muy simpática.

– ¿Mirás mucho tenis?

– Cuando estoy aburrido en los torneos miro todos los partidos. Estando en Argentina veo alguno importante para ver cómo juegan y qué hacen en cada momento. Pero no soy fanático de ver los partidos.

– ¿Qué mirás más: fútbol o tenis?

– Depende, si juega River o la Selección lo miro seguro. Pero si es un partido de fútbol cualquiera miro uno bueno de tenis.

Suena su celular. Coria se disculpa y atiende. Habla con su entrenador. Llueve a cántaros en el Jockey Club de Rosario. Bien temprano, a las 7, había entrenado físico. Pero el entrenamiento de la tarde queda suspendido. Entonces charla un rato más con «Río Negro». Confiesa que es muy perfeccionista. «Siempre quiero más de lo que hago o busco pegarle mejor a cada pelota». Asegura que no hay diferencias entre el jugador de tenis y la persona. «Si en la cancha sos de una manera afuera sos exactamente igual. No podés ser distinto». Y, para el final, comparte su obsesión, ese desvelo que lo empuja a escudriñar en el destino: «Ojalá pudiera saber qué es lo que me falta para ser número uno porque lo haría ya. Haría lo imposible para conseguirlo».

 

Juan Ignacio Pereyra (desde Rosario)

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Guillermo Coria

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