Mucho más que una escuela de fútbol

El énfasis está puesto en trabajar en la contención social

Los Humildes

La historia comienza en un bar de San Justo, en Buenos Aires, durante un veranito de los años ‘60. Una sonrisa, algún chiste, la invitación a salir cierta noche de Nicolás Jaime a la linda Irma, conexión inmediata. Son novios, maridos, tienen dos hijos, se mudan a la zona, él participa de “El Choconazo”, ella siempre le hace el aguante, con los chicos, con la casa, con la lucha. Nicolás es militante gremial, comulga con el peronismo y ama a Monseñor De Nevares. Se separan por “esas cosas de la vida” a mediados de los ‘70 y el hombre, afiliado activo de la UOCRA esta vez, cae en las garras de los militares. Nicolás hijo recuerda haberlo visitado en la cárcel de Mercedes, pasar junto a su padre la noche de Reyes del ‘78, cuando se acercaba el Mundial pero él sólo pensaba en las rejas y la distancia que lo separaban de su progenitor. Nicolás hijo está sentado frente a este cronista, pelos largos, mirada intensa, sonriente. Es el fundador de “Los Humildes”, la escuela de fútbol más antigüa de la ciudad, una de las que puso la piedra basal de lo que hoy es una liga municipal floreciente y multitudinaria. Sin decirlo, este hombre que se gana la vida como trabajador de la fruta y que pasa sus días recorriendo las barriadas, entiende que el deporte salva vidas. Que puede ser uno de los catalizadores cotidianos, un buen grano de arena en el gran terraplen que es la vida. Por eso armó ese grupo de jóvenes que después sumó niños, familias enteras, con casacas rojas y un sólo objetivo: la contención social. De aquellos dos muchachos que se encontraron en el bar de San Juanto Nicolás mamó -según dice- conciencia social y solidaridad. Su padre pasó cinco años “chupado” en la cárcel y su madre se hizo cargo de todo. Cuando la democracia abría sus ojos, allá por el ‘84, Nicolás Jaime hijo entendió que era hora de dar una mano. Irma había recibido un departamento en las 200 viviendas -monoblock que estrenó la dictadura en el ‘81- y los niños pululaban en las calles. “Nos juntamos algunos jóvenes del barrio y armamos grupos de fútbol. Después, con mi cuñado Julio Quijada (ya fallecido) nos abocamos a los más pequeños. Y así, con la ayuda de vecinos, amigos y muchos comercios llegamos hasta hoy”, explica. “Los Humiles” se engendró en los pasillos de las 200 viviendas, creció en el derruido predio de la Pichi Ruca y cuando éste lugar se transformó en el hoy Parque Norte, se mudó a las instalaciones del club Marabunta, donde funciona en la actualidad. Son unos 100 chicos de entre 6 y 14 años los que juegan en la escuelita sin desembolsar un centavo. Basta con escuchar el nombre para entender a qué sector social apuntan Jaime y sus colaboradores. “Nunca hablamos de clases, pero la realidad es que el 80% de los chicos que están con nosotros son de clase baja”, señala. En Cipolletti, sin contar los clubes tradicionales, hay alrededor de 20 escuelitas de fútbol, pero sólo un puñado son gratuitas. “Los Humildes cumplirá el 4 de febrero 29 años de vida, pero también existen la de Villarino, El Aguante, La Ribera, Antártida Argentina y San Nicolás. “Entre todas debemos tener unos 300 chicos. Es poco, muy poco para una ciudad con más de 100 mil habitantes”, reclama. -¿Cuál es el problema, dónde está la falla? -Creo que faltan líderes sociales. Para mí sería fácil cobrar 200 pesos por mes y quedarme con 20 o 30 chicos, pero no es el objetivo. Acá falta trabajo social, que surjan nuevos líderes sociales pero que a la vez se los cuide y respete. Por ejemplo, nosotros no tenemos ningún tipo de interacción con los organismos estatales. -¿Los gobiernos no colaboran? -Yo no pido ni recibo dinero, tampoco trabajo para ningún partido político, menos en las elecciones. Tengo un profe muy bueno que manda la municipalidad, que a la vez se encarga de todos los gastos de la liga. Esa liga la armamos en el ‘89 y la mantuvimos varios dirigentes barriales hasta el 2002. Fue un gran esfuerzo, pero tuvo su fruto. Nicolás Jaime trabaja por estos días en el papeleo para conformar una asociación civil sin fines de lucro. Es decir, su objetivo es que “Los Humildes” deje de habitar el vacío legal. No busca sacar un crack de su cantera. Entiende pero no comulga con aquellos que lo critican por lo bajo porque muchas veces su metodología de trabajo es rudimentaria. “Yo también tuve que aprender, me capacité, dialogo con profesionales… No es fácil encauzar algunas realidades con las que me enfrento”, remarca. Y dice que no menos del 40% de los chicos sufrió la separación de sus padres, vive en entornos violentos, trabajan en la calle, dejan los ámbitos escolares. “Ahí es cuando tenemos que aparecer nosotros, cuando los chicos son pequeños, no a los 15 años, porque en la pubertad muchas veces tenemos poco para hacer y ayudar”. Contacto: Circunvalación y Mengelle.


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