Un hombre austero y modesto, de posiciones fuertes

Se lo considera un moderado, con una mentalidad flexible.

DyN

El arzobispo Bergoglio durante una de las misas en Buenos Aires.

El argentino Jorge Bergoglio, de 76 años, elegido ayer para suceder al papa Benedicto XVI, es un jesuita austero, de tendencia moderada, que lleva una vida discreta y cultiva el bajo perfil. Con una salud algo quebradiza, llegó a este cónclave más bien como un candidato marginal.

Arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, este hombre tímido y de pocas palabras, goza de gran prestigio entre sus seguidores que aprecian su total disponibilidad y su forma de vida, alejada de toda ostentación.

Es notorio por haber modernizado la Iglesia argentina, que había estado entre las más conservadoras de Latinoamérica.

Pese a ser el primero en la jerarquía eclesiástica argentina, nunca ha vivido en la elegante mansión arzobispal en Buenos Aires y ha preferido una cama sencilla en un cuarto céntrico calentado por una pequeña estufa en invierno, y se preparó sus propias comidas.

Se lo considera moderado con mentalidad flexible, aunque sus posiciones doctrinales y espirituales condicen con el legado de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Privilegia sobre todo una presencia preferencialmente discreta ante la opinión pública. Así por ejemplo se pudo ver al cardenal en varias ocasiones por el subterráneo en camino a la Catedral de Plaza de Mayo, en el centro de la ciudad de Buenos Aires. También por Roma se paseó por lo general envuelto en un sobretodo oscuro y sin el birrete de cardenal.

Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia modesta de la capital argentina, hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y una ama de casa. Asistió a la escuela pública, de donde egresó como técnico químico y a los 22 años se unió a la compañía de Jesús, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía.

A los 21 años cayó gravemente enfermo, no le detectaban el mal y creyó que se moría. Finalmente, le diagnosticaron una pulmonía severa y debió ser sometido a una ablación de la parte superior del pulmón derecho.

Tras incursionar en la enseñanza privada, comenzó sus estudios de Teología y se ordenó como sacerdote en 1969.

A los 36 años fue designado responsable nacional de los jesuitas argentinos, cargo que desempeñó durante seis años.

Fue en los años difíciles de la dictadura argentina (1976-83) cuando Bergoglio debió mantener a toda costa la unidad del movimiento jesuita, taladrado por la Teología de la Liberación, bajo la consigna de “mantener la no politización de la Compañía de Jesús”, según su portavoz Guillermo Marcó.

Pensamiento y acciones

El arzobispo goza de prestigio por sus dotes intelectuales y dentro del Episcopado argentino es considerado un moderado, a mitad de camino entre los prelados más conservadores y la minoría “progresista”.

En un país de mayoría católica, se opuso tenazmente en 2010 a la aprobación de la ley que consagró el matrimonio homosexual, la primera en América latina. “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, dijo Bergoglio poco antes de la sanción de la norma.

* También se opuso a una más reciente ley de identidad de género que autorizó a travestis y transexuales a registrar sus datos con el sexo elegido.

Estas dos iniciativas enfriaron las relaciones entre la Iglesia argentina y la presidenta Cristina Kirchner, aunque la mandataria, que se declara creyente, es contraria a la legalización del aborto.

Pese a su meteórica carrera en la jerarquía católica, sigue siendo un hombre “muy humilde”.

Su rutina comienza a las 4 y media de la mañana y termina a las 21. Al igual que otros intelectuales jesuitas, Bergoglio se ha concentrado en la obra social.

Los católicos siguen comentando su discurso del año pasado en que acusó de hipocresía a otros religiosos por olvidar que Jesucristo bañó a leprosos y comió en compañía de prostitutas.

“En nuestra región eclesiástica hay presbíteros que no bautizan a los chicos de las madres solteras porque no fueron concebidos en la santidad del matrimonio’’, dijo Bergoglio a sus sacerdotes.

“Estos son los hipócritas de hoy. Los que clericalizaron a la Iglesia. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación. Y esa pobre chica que, pudiendo haber mandado a su hijo al remitente, tuvo la valentía de traerlo al mundo, va peregrinando de parroquia en parroquia para que se lo bauticen’’.

Bergoglio comparó este concepto del catolicismo con los fariseos de la época de Cristo: los que se autoelogian a la vez que condenan al prójimo.

“Jesús nos enseña el otro camino: salir a dar testimonio, salir a interesarse por el hermano, salir a compartir, salir a preguntar, encarnarse’’, dijo Bergoglio. “Clericalizar la Iglesia es hipocresía farisaica. La Iglesia del ‘vengan adentro que les vamos a dar las pautas acá adentro y lo que no entra no está’, es fariseísmo’’.

Bergoglio “es un pastor muy sencillo, muy humilde”, según lo describió ayer el obispo auxiliar de Buenos Aires Eduardo García, quien compartió hasta el trabajo pastoral en la Catedral de Buenos Aires.

Bergoglio “vive ese espíritu totalmente misionero, de una iglesia que está en la calle, una iglesia de puertas abiertas, el gesto de acercamiento al otro”, detalló. Lo definió además como “una persona muy sencilla, muy humilde”.

Entre sus escritores preferidos se encuentran su compatriota Jorge Luis Borges, así como el alemán Friedrich Hölderlin y el ruso Fedor Dostoievski.

En materia de cine privilegia las películas del neorrealismo italiano, cuyo telón de fondo podrá observar ahora de considerablemente cerca. (AFP/AP/DPA/DyN)

histórica deSIGNACIÓN

Una imagen frecuente del arzobispo en Buenos Aires: viajando en subterráneo.

Primer discurso del papa Francisco I


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